“Esto me hace acordar un poco a los mundiales de fútbol, para que Uruguay reaccione, primero le tienen que hacer un gol”, dijo la investigadora del Programa Carne y Lana del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), Marcia del Campo, al comparar el deporte más popular del país con lo que debería ser la agenda y la estrategia del sector cárnico, que es la actividad productiva más tradicional del agro local.
“En esta agenda cárnica tenemos que integrar el conocimiento científico y al sector privado, que tiene muy buenos objetivos hacia afuera, tenemos que trabajar muchísimo hacia adentro”, opinó.
Y lanzó la interrogante respecto a “por qué esperar qué mercado nos pide qué para empezar a trabajar dentro, para estar prontos en todos los mercados”.
Hay que “tomar conciencia de que el conocimiento científico y la transformación en tecnología no se independizan de la coyuntura”, consideró.
Otros participantes en esa actividad fueron el director ejecutivo de Uruguay XXI, Jaime Miller, el gerente de Marketing del Instituto Nacional de Carnes (Inac), Lautaro Pérez, y el CEO de Grupo Marfrig para el Cono Sur y presidente de la Asociación de la Industria Frigorífica, Marcelo Secco.
Y por el INIA, además de Del Campo, expusieron los técnicos Gabriel Ciappesoni, que es director del Programa Carne y Lana, Verónica Ciganda, directora del Programa de Sustentabilidad Ambiental, y Bruno Lanfranco, coordinador del área de Economía Aplicada.
En los últimos 20 años el sector cárnico uruguayo logró un incremento en el monto de las exportaciones y mostró capacidad de respuesta ante los cambios en la demanda de los mercados externos. En ciertos momentos concentró su negocio en Estados Unidos, luego en Rusia y más recientemente en China, además de incursionar en Corea del Sur y Japón, de los países más exigentes en cuanto a requisitos sanitarios y, al mismo tiempo, entre los de mayor poder adquisitivo.
Paralelamente a eso surgió una serie de desafíos vinculados a cuestionamientos sobre el impacto de la ganadería en las emisiones de gases invernadero, el bienestar animal y la aparición de carnes elaboradas en laboratorios, entre otros.
Ciganda dijo que “la ganadería bovina aparece con una importancia en la contribución en las emisiones del gas metano”, pero “la agricultura también es responsable del 100% del secuestro del carbono de la atmósfera”.
“Esto hace que los sistemas productivos vacunos tengan un rol relevante en el balance de emisión versus remisión de gases de efecto invernadero”, comentó.
Destacó que “hay muchos mercados que son muy exigentes y se fijan en los procesos de producción, en cómo fue la sustentabilidad”.
“Cuanto mayor es la calidad de la dieta del animal la tendencia es producir menos metano y, al revés, dietas de baja calidad, o sea, de alto porcentaje de fibra y baja digestibilidad, promueven la mayor emisión de gases”, indicó.
Basándose en estudios realizados por el INIA, esa técnica contó que dietas con “pasturas de alta calidad pueden llegar a reducir las emisiones de metano hasta un 14%” por kilogramo de materia seca que consume cada animal, tanto vacuno como ovino.
Los animales con una genética de mayor eficiencia en la utilización del alimento pueden llegar a emitir hasta 25% menos metano en comparación con otros con baja eficiencia en el consumo de alimentos, dijo Ciganda al adelantar resultados preliminares de los estudios.
Señaló además que al analizar el proceso “desde la boca del animal hasta la portera del predio”, “en los establecimientos con campo natural hasta 30% de pasturas es posible reducir entre 25% y 30% las emisiones de gases por kilo”.
Del Campo, por su parte, dijo que “tradicionalmente cuando hablábamos de la calidad se trataba sobre la calidad intrínseca, como inocuidad, valor nutricional, color, sabor, pero hace unos años hay un nuevo factor de carácter social vinculado con lo ambiental y el bienestar animal”.
“Hoy todos los mercados de alto valor tienen al menos un requisito que tiene que ver con el bienestar animal”, advirtió, y sostuvo que “la clave es tratar de entender esta sensibilidad moral”.
El avance del conocimiento científico concluye que “algunos animales, específicamente los mamíferos, tienen estados afectivos positivos y negativos, como el miedo y el dolor”, resaltó. Y acotó que “a los animales de producción les duele y además les importa” lo que sucede en su entorno.
Hay que “erradicar la violencia de los sistemas de producción, y necesitamos voluntad política”, planteó.
Jugar en segunda
En cuanto a otros puntos de vista, Secco consideró que la estructura de la institucionalidad agropecuaria, específicamente en cuanto a organismos vinculados a investigación y ciencia, entre otras áreas, es “buena” y es “grande”.
El Inac “debe mejorar muchísimo: o el nivel de discusión levanta en lo profesional y en la estrategia de carne o pasaremos a jugar en la segunda liga”, advirtió ese empresario, que integró durante varios años la junta directiva de ese organismo.
Dijo: “Hay que estar dispuestos a reestructurar algunas cosas y quizás desarmar algunas que en la dinámica del mundo ya no le están agregando valor”.
De Uruguay XXI, Miller habló sobre la importancia de dar “un mensaje diferente” que “le interese al consumidor” y “que no lo puedan dar otros” competidores en los mercados.
“Uruguay exporta confianza, y por si hay algún alemán puedo decir Uruguay exportiert vertrauen”, dijo ese jerarca al comentar que la semana pasada el principal importador de carne de Suiza visitó ese instituto.
Miller valoró la historia que el país tiene para contar, que “es común” en varios productos del agro y que “es creíble”.
“El desafío está en contar esa historia que se nutre de un pasado innovador pionero y tiene un presente tecnológico”, dijo. Y tomó un concepto planteado por Eduardo Blasina, asesor del Ministerio de Ganadería, en una entrevista en Búsqueda (Nº 2.087) respecto a la visión de ser un país “ecológico por lo tecnológico”, lo que “es diferente a ser natural”, indicó.