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    Seregni y Mujica

    Sr. Director:

    , regenerado3

    “De la huella de Seregni a la pezuña de Mujica”. Werner Lebel fue un marino militar del entorno más cercano al general y persona de confianza en la preparación de la contraofensiva en el harto probable golpe de Pacheco.

    Su perfil era socialdemócrata moderado, a un estilo del alemán Konrad Adenauer, pues sus genes lo mandataban y, al igual que su colega de tierra, tenía profusas reservas respecto al ingreso, a ese incipiente frente de masas de 1970, de los radicales extremistas, con su brazo político, el Movimiento 26 de Marzo.

    Primó en ambos su ideología liberal política, según la cual la democracia admite aun participantes que están al borde del autoritarismo, como emblemáticamente se observa en la sociedad norteamericana con el Ku Klux Klan.

    Puedo decir con propiedad, pues lo viví, que estos dos uniformados eran probos, auténticos, de una sola palabra, de una conducta digna.

    Ambos estuvieron presos, uno mucho y el otro poca cosa, pues el marino emigró como oficial mercante en una ruta al norte de Europa que pasaba por Londres, donde contactaba a Wilson y canjeaba casetes para su vecino de Pocitos, Carlos Julio.

    Al retorno de la democracia, Líber pisaba los 70 y tenía un importante desgaste físico por causa de 14 años de prisión y sin embargo continuó con su militancia, pero ya había empezado a ver que aquel Frente Amplio que formó empezaba a mostrar una radicalización y los personalismos estaban antes que el partido.

    Fue emblemát,ico y hasta un presagio de futuro el episodio de su renuncia el 5 de febrero de 1996 motivada por los acosos de los extremistas y las apetencias de poder de un sujeto que la jugaba de símil pastor evangelista.

    Una y mil veces en este periodo le reproché a Werner Lebel lo que estaba ocurriendo, la hilacha que estaban mostrando, lo alejados que se estaban poniendo de aquella idea del 70, pero ya el monstruo estaba crecido y la disonancia cognitiva de mi interpelado no le permitía aceptar el yerro.

    Se fue de este mundo ya con 90 y algo de años premiado por la canalla con un honorario Ciudadano Ilustre de Montevideo, más una placa en la esquina de su vivienda, donde protagonizara un miniacto de rebeldía fútil que para sus correligionarios fue un episodio heroico.

    No fui a su velatorio; fui a su sepelio, donde su primogénito Alex dispensó una oratoria tan cínicamente conmovedora que me retiré al instante sin aguardar el entierro.

    Me quedé corto en aquellos reproches.

    El arribo al poder del primer presidente plancha de nuestra historia y todo el desaguisado que le siguió me llevó a modificar aquel ingenuo mote de “yerro” por el de tragedia histórica y no hace falta enumerar los porqués, los cuántos, los cómo; de eso ya sale bastante en los noticieros y saldrá aun más en venideras auditorías.

    Ya no puedo echar en cara a Werner de todo ello, tampoco le puedo echar en cara a Líber de todo ello, pero sí les echo en cara con esta carta a todos sus seguidores, que con fe religiosa sembraron una grieta definida por la pseudopsicóloga social como oligarcas vs. pueblo o definida por el cabeza de rodilla como privilegiados vs. no privilegiados.

    Cap. de Navío Gerardo Lebel