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Todos los cálculos presentados hasta ahora sobre la probabilidad de computarización o reemplazo tecnológico de empleos en Uruguay —hechos por el gobierno y por investigadores del sector privado— arrojan cifras elevadas, dado que gran parte de los trabajos en el país son repetitivos, de esos que podrían hacer las máquinas o robots.
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Los autores del estudio más reciente, Diego Aboal y Gonzalo Zunino, piensan que más allá de que algunas investigaciones plantean un diagnóstico “muy pesimista”, la realidad es que no se ha observado en las últimas décadas un proceso de destrucción de puestos que genere un fenómeno masivo de desempleo tecnológico. Sin embargo, ciertas ocupaciones o parte de sus tareas han sido automatizadas y en su lugar aparecen otras con creciente demanda, acotaron, consultados por Búsqueda.
Además, sostienen que en los países en desarrollo —como Uruguay— el problema parece ser menos pronunciado hasta el momento y no ha habido un proceso de disminución de las ocupaciones intensivas en tareas cognitivas rutinarias. Esto, según los economistas, podría ser un indicio de que hay tareas en las cuales aún no resulta rentable su automatización. Ese tipo de ocupaciones podrían persistir por “un tiempo razonable en el mercado laboral uruguayo”, vaticinan.
Primero fue el Centro de Economía, Sociedad y Empresas de la Escuela de Negocios IEEM-Universidad de Montevideo el que estimó que 54% de los empleos en Uruguay tienen alto riesgo de ser automatizados en 10 o 20 años. Luego, el área de análisis prospectivo de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto calculó en 65% la probabilidad promedio de pérdida de mano de obra en el país por ese fenómeno en un horizonte de dos décadas (Búsqueda Nº 1.897). Una nueva estimación realizada por Aboal y Zunino, del Centro de Investigaciones Económicas (Cinve), fue publicada en la última edición de la revista Integración y Comercio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID)-Intal: aproximadamente dos terceras partes de las ocupaciones podrían ser automatizables a mediano plazo en Uruguay.
Los hombres estarían insertados, en promedio, en ocupaciones más expuestas, si bien en las mujeres el riesgo supera el 60%, según sus cálculos.
El caso extremo se da en el sector de agricultura, caza, forestación, silvicultura y pesca, que presenta una probabilidad de reemplazo de sus ocupados de 82,2%. En el comercio, reparaciones, y en las actividades financieras el riesgo ronda el 80%.
Las ramas con menor probabilidad de reemplazo tecnológico de sus ocupaciones son comunicaciones y el agregado de otras actividades de servicios (en torno a 50%).
“Vamos a un mundo condicionado por la tecnología” en el cual “un montón de aspectos de la vida real, (así) como normativos, implican mayor flexibilización”, reflexionó el miércoles 30 el presidente del Banco Central, Mario Bergara, entrevistado en Radio El Espectador. Añadió que eso exigirá una mayor “capacidad de adaptación a un mundo del futuro respecto a qué empleos va a haber, cuáles no (...)”.
Pero la discusión por estos días en ciertos círculos políticos y de economistas gira en torno a por qué no aumentan los niveles de empleo en una fase de expansión de la actividad económica como la actual. Los datos difundidos el jueves 24 por el Instituto Nacional de Estadística ratificaron la estabilidad de la cantidad de puestos disponibles en el mercado (la tasa de empleo fue 57,3% en el trimestre abril-junio, medio punto porcentual inferior a la de enero-marzo), con niveles de desocupación algo mayores a 8%.
“Cualquier economista sabe que la variable empleo es la que más se rezaga”, comentó Bergara, aludiendo a Ignacio Munyo, quien asoció la pérdida de puestos al aumento de salarios. “Hay que hacerle retoques a la actual regulación laboral para adaptarla a los cambios del mercado de trabajo que llegaron para quedarse”, planteó ese economista de la Universidad de Montevideo.
Educación y edades
Si bien desde un punto de vista de la oferta, una mayor formación parece ser la mejor estrategia para tener una inserción laboral menos vulnerable al desempleo tecnológico, ello solo reduce sensiblemente el riesgo si se cuenta con educación terciaria completa, según el análisis elaborado por el Cinve.
En Uruguay, la probabilidad de automatización es de 73,7% para quienes tienen estudios primarios, 68,3% para los que completaron secundaria y de 29% entre los que terminaron carreras universitarias.
Por edades, el riesgo oscila entre 74,7% para los de 15 a 30 años y 65,5% para aquellos de 51 y más.
Aboal y Zunino señalaron a Búsqueda como un hecho positivo que los sistemas educativos están prestando cada vez menos atención a la capacidad de asimilar información para concentrarse en la capacidad de comprenderla y procesarla de modo de resolver problemas prácticos. También destacaron la incorporación de las nuevas tecnologías de la información de modo de reducir la brecha digital entre los estudiantes, como el Plan Ceibal, que entrega una computadora por alumno en Uruguay.
El análisis de la vulnerabilidad ante el desempleo tecnológico por grupos de edades refleja un punto de “preocupación adicional”, apuntan en el documento publicado por el BID-Intal. Mientras que la situación deseable sería encontrar una correlación positiva entre edad y probabilidad de reemplazo tecnológico, en Uruguay el panorama es más neutral: esto es, los jóvenes no se están insertando —en promedio— en ocupaciones más modernas y, por lo tanto, menos expuestas al desempleo tecnológico que las generaciones anteriores, sino que lo hacen en tareas con alto riesgo de reemplazo. “Este fenómeno es particularmente preocupante, puesto que evidentemente el desafío en materia de seguridad social se reduce si las personas expuestas al desempleo tecnológico se encuentran en edades próximas a su retiro”, explican en el estudio. Sobre ese aspecto observaron que hasta el momento no se visualizan en América Latina experiencias de transformaciones significativas en los sistemas de seguridad social orientados a lidiar con el potencial fenómeno de un desempleo tecnológico masivo.
Agregaron que sí se están aplicando acciones orientadas a suavizar en el tiempo el reemplazo de los puestos de trabajo asociado a los avances tecnológicos. El plan de la Intendencia de Montevideo de eliminar las funciones de guarda en el transporte público en un plazo de siete años es un ejemplo, dijeron.
Por otro lado, señalaron que se debe considerar que una menor demanda de trabajo no necesariamente implica una reducción en el número de trabajadores demandados, ya que podría obtenerse una “solución de equilibrio” mediante jornadas laborales más cortas, como hicieron algunos países europeos en décadas recientes.