N° 2049 - 05 al 11 de Diciembre de 2019
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáA inicios de 1940, en el café Marabú, Mariano Mores —entonces joven pianista de Francisco Canaro y que recién había estrenado su primer tango exitoso, Cuartito azul— acompañó en un recital informal a Tania, la mujer de Discépolo.
Fue el comienzo de la historia larga y curiosa de una de las obras más perdurables en la historia de la música popular ciudadana.
Esa noche solo se presentaron. Pero al día siguiente, Discépolo, impresionado por las virtudes de Mores, le sugirió que le acercara un par de partituras inéditas para ver si podía incorporarles su poesía. La primera —Tango argentino— no le gustó al autor de Confesión; pero la segunda, que el pianista había titulado Cigarrillos en la oscuridad, le fascinó: su estilo la aproximaba al tango romanza, pero con cierta extensión de compases sorprendentemente libres.
Enseguida aparecieron inconvenientes. Discépolo cambió el título del tango por Si yo tuviera el corazón, y durante meses se reunieron en el Marabú o en el café La Cartuja para hallar la forma definitiva.
Mores contó: —Siempre me decía que estaba escribiendo la letra, pero pasaba el tiempo… y nada. Yo lo quería como amigo y llegué a sospechar que, en realidad, la música había dejado de gustarle. Entonces decidí preservar la relación y no hablé más del asunto. Un buen día, casi tres años después, me sorprendió con su poesía concluida.
Tania estrenó Si yo tuviera el corazón el 28 de abril de 1943, como número musical de La revista loca, de León Alberti, en el teatro Astral. Hubo una gran repercusión, pero a los pocos meses el tango cayó bajo las garras de la censura del régimen militar.
Hasta que la censura cesó, no hubo grabaciones y el tema se tocaba en cafés y cabarés, con una insólita peculiaridad: el público gritaba, a la orquesta que fuera, levantando el dedo índice de una mano “¡toquen uno!”, en pícara alusión a la palabra clave del nuevo tango. Conclusión: por decisión popular el tango, de entonces hasta hoy, ya inmortal, pasó a llamarse Uno.
—Uno busca lleno de esperanzas / el camino que los sueños / prometieron a sus ansias… / Sabe que la lucha es cruel / y es mucha, pero lucha y se desangra / por la fe que lo empecina. / Uno va arrastrándose entre espinas / y en su afán de dar su amor, / sufre y se destroza hasta entender / que uno se ha quedado sin corazón…
Es el tango de mayor vuelo poético de Discépolo, pero también en el que está presente su amargura más triste y desoladora.
Anida allí otra parte de la historia.
Entre 1940 y 1943, Discépolo y Tania habían atravesado una crisis muy fuerte. Sin mencionarla, el genial flaco narigón le confesó a Irene Amuchástegui, en un reportaje: —Uno llegó después, al final de una etapa muy complicada para mí. Pero yo tengo que hablar del antes. De mi estado de ánimo que precedió a esa letra. Estaba raro, insoportable. (…) Llamaron al médico. No tenía nada, me aconsejó dejar de fumar, de beber y de acostarme tarde. Yo dejé de tomar el tranvía. (…) Me encerré en mi casa. Pasé diez días prácticamente sin hablar con nadie. ¿Y sabe qué? Me curé con mi propia rabia, con mi propia amargura, sin un solo buen pensamiento. Al contrario, todos malos. Aquello pasó. Sin embargo, Uno salió de esos diez días. Y aprendí que la gente sería inmensamente feliz si pudiera no presentir…
—Pero Dios te trajo a mi camino / sin pensar que ya es muy tarde / y no sabré cómo quererte… / Déjame que llore / como aquel que sufre en vida / la tortura de llorar su propia muerte. / Buena como eres, salvarías / mi esperanza con tu amor… / Uno está tan ciego en su dolor… / Uno está tan ciego en su penar...
No creo que ninguna orquesta importante, y no tanto, ni ningún cantor solista hasta hoy no hayan grabado Uno. Lo mejor de Discépolo y Mores, que solo volvieron a colaborar en otros dos tangos: Sin palabras y Cafetín de Buenos Aires.
Hay una anécdota divertida que, de todos modos, no le hace honor a este tango, aunque se aceptó por la personalidad del peculiar protagonista. Una noche, Silvio Soldán quiso homenajear a Borges en Grandes valores del tango, llevando a Luis Medina Castro para que recitara alguno de sus poemas. También tocaron Uno en su honor. Al preguntarle qué le había parecido, el erudito, con su irreprimible ironía, dijo: —Hay un problema con la rima ¿no? Digo, por eso de “uno busca lleno de esperanzas, el camino que los sueños prometieron a sus ansias”. Quizás debió poner esperanzias ¿no?