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Uruguay enfrenta un problema “muy serio” en su sistema educativo, que implica un “gran” costo económico y social, y es “más duro” para las familias más pobres. Hay experiencias “valiosas” en el sector público y en el privado para considerar y extender, y si bien la inversión en educación es importante, “la restricción fiscal no es excusa para hacer las reformas urgentes”, que hoy tienen amplio apoyo parlamentario de todo el arco político.
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Estas conclusiones de un reciente informe del Centro de Estudios Económicos y de la Realidad Social (Ceres) se sustentan en datos que reflejan un sistema educativo “disfuncional”, según sus autores.
Más de 70% de los alumnos que ingresan en ciclo básico de educación media pública —liceo o UTU— “no reciben una formación acorde a las necesidades actuales y futuras”, señala el estudio de Ceres, Educación: una reforma impostergable, fechado en noviembre y con base en datos oficiales y en entrevistas con autoridades políticas y sindicales del sector.
Esta realidad se refleja luego en los niveles de finalización de educación media, que, si bien han mejorado en los últimos años, todavía son “muy bajos”: apenas cuatro de cada 10 alumnos terminan su formación obligatoria.
Antes de esta desvinculación del sistema, “la inmensa mayoría de los adolescentes recibe una educación de otra época, totalmente fuera de foco del mercado laboral”, que es propia de “un sistema disfuncional”, por lo que tendrá escasas posibilidades de una mejora social significativa, lo que redundará en menor crecimiento económico, peores condiciones laborales y mayor pobreza para Uruguay, dijo a Búsqueda el economista Ignacio Munyo, director ejecutivo de Ceres, para quien resulta “impostergable” una reforma educativa.
Casi 60.000 estudiantes se matricularon en primer año del ciclo básico de educación media en 2019. El 55,6% de ellos (algo más de 33.000 alumnos) reciben “una enseñanza que no es funcional a sus necesidades actuales y futuras”, dice el estudio de Ceres. Y un fenómeno similar sucede con el 22,7% de los alumnos (poco menos de 14.000 adolescentes) que se matricularon en primer año de UTU.
Apenas el 6,2% de los estudiantes que se inscriben en educación media (alrededor de 3.700 estudiantes) concurren a liceos de tiempo completo y de tiempo extendido, propuestas que, según los autores del informe, estimulan el trabajo interdisciplinario e incluyen actividades relacionadas con el mundo del trabajo.
Por su lado, el 14% de los alumnos matriculados en primer año de educación media en 2019 asistió a educación privada, alrededor de 8.500 alumnos.
Ante este panorama, solo “la quinta parte de los adolescentes que inician educación media tienen acceso a experiencias educativas que buscan acercarse a lo que hoy se requiere” en el mercado laboral, según Ceres.
Invertir importa, pero la plata no es excusa
Los reportes del programa internacional para la evaluación de estudiantes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) muestran que en general los países que más invierten por alumno logran mejores desempeños educativos y eso, según Munyo, es “innegable”.
Sin embargo, esa “no es una regla exacta”, indicó, y para explicarse remitió al estudio de Ceres, donde se compara a Uruguay con ocho países con un nivel de ingreso per cápita similar y un grado de inversión por alumno menor y que, pese a esa realidad, tienen mejores resultados en las pruebas PISA.
Con el presupuesto actual de la educación, de unos US$ 1.800 millones, “hay capacidad para avanzar en la agenda de reformas”, concluye el informe de Ceres, para el cual fue entrevistado el presidente del Consejo Directivo Central Robert Silva y el consejero Juan Gabito, autoridades del Instituto Nacional de Evaluación Educativa y el dirigente de la Federación Nacional de Enseñanza Pública, José Olivera, entre otros.