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En febrero, durante varios días la lluvia no paró de caer y la situación de los cultivos agrícolas preocupaba a los productores, que advertían problemas sanitarios, especialmente de hongos y algunas plagas. Por eso gestionaron con urgencia ante el gobierno la habilitación de algunos tramos de rutas del país donde pudieran aterrizar aviones fumigadores en las horas en que las precipitaciones cesaban, ya que no existe infraestructura suficiente y adecuada para que este tipo de aeronaves puedan operar en esos casos de emergencia, dijeron a Campo varios agricultores y directivos de la Asociación de Empresas Privadas Aeroagrícolas de Uruguay (Anepa).
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Algunos productores fustigaron a las autoridades de los Ministerios de Ganadería y de Transporte por la falta de respuesta ante este problema. Hablamos con el director de los Servicios Agrícolas, Inocencio Bertoni, para que autoricen el aterrizaje de aviones en ciertos tramos de algunas rutas, como se hizo en el 2002, y quedó en gestionar en el gobierno el ingreso de aviones fumigadores de Argentina, pero nunca respondió, se lamentó un agricultor del departamento de San José.
Contó que una cosa que llamó la atención de los productores que hablaron con ese jerarca fue el comentario que hizo respecto al dinero que van a hacer las empresas que hacen las aeroaplicaciones de agroquímicos.
Ambas iniciativas no prosperaron y ahora algunos de esos productores registran pérdidas importantes de sus cultivos, principalmente de soja, aseguró.
Consultado sobre este tema el presidente de la Asociación Rural, Ruben Echeverría, dijo que el gobierno les comunicó que estaba gestionando el ingreso de algunos aviones de Argentina, en respuesta a la demanda de los productores, que estaban muy preocupados por el daño causado por las abundantes lluvias en la soja. Es que en los años recientes el área de siembra de ese grano tuvo un crecimiento exponencial y el volumen de producción lo posicionó incluso como el principal producto de exportación del país, superando al tradicional, como es la carne vacuna.
Echeverría comentó que en los días que paró de llover los agricultores aprovecharon para que los fumigadores terrestres, que es la maquinaria agrícola conocida como “mosquito” por la forma que adquiere al desplegar las piezas laterales de donde se distribuyen los productos químicos, pudieran ingresar a las chacras. Bertoni nos pidió tener cuidado con la operativa de las maquinarias agrícolas en los campos para que no generen problemas de erosión en el suelo. Ese jerarca del Ministerio de Ganadería advirtió a la ARU de los controles previstos para verificar eventuales infracciones. Uno de los principales factores de degradación del terreno es el arrastre que provocan las corrientes de agua en momentos de precipitaciones continuadas, como pasó en febrero.
Un productor de San José confesó a Campo que por inacción del Ministerio de Ganadería, muchos productores, en la desesperación de ver que la lagarta (un gusano) se comiera la soja, entraron a sus campos con tractores y otras máquinas que dejaron huellas de hasta 40 centímetros de profundidad, generando potenciales problemas de erosión.
Soluciones y demanda
Uno de los productores maragatos que hablaron con Bertoni fustigó a ese jerarca porque, según dijo, “ni siquiera tuvo la delicadeza de llamar a explicar qué pasó, pero los días pasaron y las pérdidas aumentaron” para los agricultores de la zona. En Mercedes, departamento de Soriano, la Intendencia habilitó una zona del autódromo y con algunos agricultores encontraron una manera para que los aviones puedan aterrizar y cumplir con las tareas de fumigación, indicó el secretario de la Anepa, Néstor Santos. Dijo que algo similar sucedió en Durazno, donde se recurrió a la Dirección de Aeronáutica para utilizar el aeropuerto de Santa Bernardina.
En esa zona, como en otras, las inundaciones provocaron problemas de escasez de combustibles, ya que varias rutas y caminos estaban cerrados para la circulación de los camiones que hacen la distribución de esos productos utilizados en la maquinaria agrícola.
Santos destacó algunos aspectos vinculados a la situación de emergencia de los productores de soja. La Anepa, creada en 1991, está integrada por unas 34 empresas y hay 120 aviones, de los cuales 85 tienen orden de vuelo. La mayoría de las empresas de aviación agrícola trabajan en los cultivos de arroz, pero debido al incremento en los costos de producción que tiene ese sector el agricultor trata de reducir al mínimo las aplicaciones aéreas.
El costo de ese servicio varía entre U$S 15 y U$S 20 por hectárea, lo que no es un precio significativo al compararlo con las tarifas de otros servicios agropecuarios, opinó.
Dijo que en febrero llovió en casi todo el país y faltaron pistas, en algunos casos porque quedaron inhabilitadas debido al clima, pero el problema no era que faltaran aviones. Fueron casi dos semanas de permanentes precipitaciones y eso generó una crisis, ya que los aviones no podían operar y el trabajo se acumuló, señaló.
Según Santos, otra situación que se dio es que muchos productores de soja, que habitualmente no son clientes de estas empresas aeroagrícolas, solicitaron el servicio de aplicación para fumigar campos de 5.000 hectáreas y ofrecían pagar tarifas superiores ante la fuerte competencia entre agricultores.
En Anepa tenemos a quienes tal vez cultivan menos área pero que son clientes de hace muchos años y entonces se priorizó a esos productores, afirmó.
Comentó que algunas autoridades del gobierno nos plantearon la idea de traer aviones de otros países vecinos, y nuestra gremial estuvo de acuerdo con hacer eso, pero con eso iba a quedar en evidencia la falta de infraestructura, porque no había pistas para aterrizar.
Los Ministerios de Transporte y de Ganadería no autorizaron el aterrizaje en rutas nacionales, y ahora uno puede ver las pérdidas de cultivos en varias zonas, principalmente en San José, advirtió.