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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl Partido Nacional, luego de emitir una declaración condenando los atentados del pasado viernes en París, nos encargó presentar un proyecto de resolución para que fuera tratado por la Cámara de Diputados, el cual fue firmado por los legisladores de todo el partido.
Se trata de una manifestación franca y elocuente de nuestra rebeldía frente al espectáculo de muerte y mutilación que debimos resignarnos a ver en las horas siguientes a los ataques asumidos por el grupo terrorista autodenominado Estado Islámico, que golpeaba la paz de la humanidad con más de 140 muertes y miles de heridos entre los ataques de pocas horas antes en el barrio Burj al-Barajneh de Beirut en el Líbano y los de la noche del viernes en París.
La saga sangrienta y las posteriores amenazas en distintos lugares o los frustrados atentados que se fueron sucediendo, especialmente en Europa, ponen de manifiesto que vivimos intensamente en una etapa de nuevos desafíos a la paz, los derechos humanos y la libertad.
El terrorismo internacional, el “macroterrorismo” o “hiperterrorismo”, como lo denomina Héctor Gros Espiell luego de las espectaculares manifestaciones de violencia y saña del 11S en Estados Unidos o las posteriores en Madrid, Londres y otra serie de eventos de la misma gravedad aunque fueran de menor volumen en el saldo de muertes y mutilaciones, es una expresión de intolerancia, una nueva experiencia de dominación que no conoce fronteras ni culturas, que se alimenta de las debilidades de la vida en tolerancia y de la convivencia civilizada. Es una lacra contemporánea, que por sus características se alimenta de lo que proyecta, el miedo y se sustenta en el ejemplo sangriento de la muerte indiscriminada.
Yo no he querido ver la filmación de la ejecución de 200 niños inocentes por parte del grupo terrorista autodenominado Estado Islámico; me niego a retener en mis pupilas un acto tan cruel e inhumano. Para mí todo tiene un límite, aún para lo que uno puede ver. Pero no verlo no me limita en lo más mínimo para fortalecer mi convicción democrática y humanista y solo con la imaginación reconocer en este acto la barbarie y la enajenación a la que puede llegar el ser humano.
Este terrorismo del que lamentablemente hablamos en estas horas como una amenaza cada vez más global, se ha constituido en la amenaza más feroz a los derechos humanos y constituye una violación flagrante de los mismos.
Cualquier acto humano de violencia, aun la guerra convencional, hoy encuadrada hasta en tratados internacionales y hasta un derecho específico como el Derechos Internacional Humanitario, es reprobable. La venganza o el ataque, la solución armada a un diferendo, la imposición de una idea o medida por la vía de la fuerza en las relaciones internacionales es reprobable, poco importa el arma que se utilice. Puede ser un petardo, una bomba, un teledirigido o aun un bloqueo económico o de acceso a elementales apoyos a la vida y la subsistencia; son actos hostiles. Frente a estos nos revelamos y nos posicionamos en contra. Respecto de estos el Derecho Internacional ha ido creando instrumentos. El ejemplo más reciente es el del Estatuto de Roma y la Corte Penal Internacional que responde a la necesidad de perseguir los crímenes de lesa humanidad cometidos en cualquier rincón de la tierra por cualquier individuo, tenga vinculación con un Estado o no.
Pero seguramente, frente a estos episodios y la nueva forma de violar indiscriminada y consecuentemente los derechos humanos como lo es el “macroterrorismo” o “hiperterrorismo” como lo llama Gros Espiell, debemos desarrollar una batería de fortalezas y acciones preventivas y disuasivas so pena de encontrarnos llorando víctimas y desastres ocurridos en cualquier esquina de cualquier ciudad o pueblo, aun de nuestro territorio.
El terrorismo parte de una premisa, afirmada en la inseguridad propia del ser humano: someterlo individual o colectivamente al miedo y mucho más que al miedo, el “miedo muy intenso”, el terror, una fase superior y más dañina que aquel. La Real Academia, respecto del miedo define “angustia por un riesgo o daño real o imaginario”, “recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea”. Y al terrorismo, “dominación por el terror”, “sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror” o “actuación criminal de bandas organizadas que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretenden crear alarma social con fines políticos”.
Cualquier acto de terrorismo es reprobable, sea el vehículo de él una acción individual, grupal o colectiva, cercana o lejana al objetivo y las víctimas. Es detestable el uso de la bomba o la amenaza de su uso así como la afectación de elementos esenciales para la vida o la salud o la práctica de las libertades y derechos de los individuos. Por ello lo dijimos frente a otras circunstancias, incluso de la vida de nuestra sociedad, ninguna construcción ideológica ni religiosa tiene derecho a justificarse por el terror en tanto éste afecta la libertad y los derechos humanos de las personas. Ninguna épica ni literatura persistente puede quitar el sello de sangre que los actos de terrorismo provocan en cualquier sociedad y olvidar o justificar contribuye a que en el presente o en el futuro haya quienes se sientan con el supremo derecho de afectar la vida humana o condicionar las libertades con la práctica de la violencia terrorista.
El Dr. Gros Espiell, indiscutido experto en Derecho Internacional y Derechos Humanos, dijo en una nota que publicó en “La Verdad” de San Juan, República Argentina, en octubre de 2001, lo siguiente: “siempre me pareció un gravísimo error no conceptuar al terrorismo desde el punto de vista de los derechos humanos. Creo que hoy día en el mundo que vivimos, las principales violaciones a los derechos humanos no provienen de los Estados sino que, sin perjuicio de que hay violaciones que provienen de estos” —y, decimos nosotros, como lamentablemente ocurren hoy en todo el mundo y en nuestra América como es el caso de Cuba y Venezuela— “provienen principalmente del terrorismo y por tanto el Derecho Internacional debe encarar este problema en función de la defensa del derecho a la vida como derecho humano”.
Refiriéndose a los atentados contra las Torres Gemelas el mencionado especialista expresaba tras su ocurrencia: “Mas allá del horror, el repudio, la condena, la estupefacción, la solidaridad humana con el pueblo norteamericano, mas allá del análisis de las causas profundas de lo ocurrido, mas allá de la sensación de indefensión, consecuencia del fracaso de los servicios de inteligencia, hay una reflexión que se impone. La emergencia del hiperterrorismo como forma actual de guerra sustitutiva de los conflictos bélicos tradicionales. La guerra, decía Clausewitz, es la prolongación de la política por otros medios. Parafraseándolo, podríamos decir que el terrorismo actual, colectivo, organizado, sin fronteras, basado en el fanatismo religioso-político, nutrido de un odio sin límites, capaz de utilizar la ciencia, la tecnología y recursos financieros enormes, unido a otras formas de delincuencia actual, es la prolongación, una forma actual, pero distinta, de la guerra clásica, de una guerra que no conoce límites, a la que no se aplica el Derechos Internacional Humanitario, dirigida a atacar víctimas inocentes y generar el terror de la humanidad entera”.
En el contexto actual, debemos analizar en qué medida la comunidad internacional debe avanzar en su legislación que debe proteger la convivencia pacífica, en relación a este fenómeno del que somos víctimas. El Uruguay está en una posición envidiable: un compatriota ocupa la Secretaría General de la OEA, un compatriota integrará el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y varios compatriotas tienen una indiscutida voz en el ámbito académico internacional de los derechos humanos, para preocuparse y hacer preocuparse a otros sobre la necesidad de un avance de la legislación internacional en un tema nuevo, pero no tanto como lo veremos volviendo a leer a Gros Espiell.
En un trabajo publicado en el libro “El Terrorismo, la Legítima Defensa y los DDHH” este experto expresa: “La concepción clásica o tradicional de la protección internacional de los derechos humanos era que había que proteger internacionalmente los derechos humanos contra las violaciones que provenían del Estado. Es decir que el Estado era el gran violador, era el Leviatán contra el cual, para proteger a la persona humana, había que sumar a la protección interna, muchas veces inexistente, inoperante o imposible, la protección internacional”.
“Se decía, y esto se siguió diciendo hasta hace muy poco, que las violaciones provocadas por el terrorismo, en especial contra el derecho a la vida, no eran un tema que interesaba a la protección internacional de los derechos humanos, y que era una cuestión que debía ser encarada por el Derecho Penal interno. A mí siempre me pareció esto una gran incomprensión de la realidad y una lamentable y trágica equivocación. Ya en 1987, la Asamblea General de la OEA encargó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos el estudio del terrorismo como violación de los derechos humanos. Pero la Comisión rehuyó este encargo y esquivó una respuesta clara con contestaciones operativas prácticas. Seguía con la concepción tradicional de que el peligro era el Estado, que lo único de lo que había que protegerse era del Estado y que lo otro podría ser encarado por el Derecho Penal interno”.
Más adelante, Gros expresa que en la asamblea de la OEA de Bahamas en 1992, por encargo del gobierno del Partido Nacional presidido por el Dr. Lacalle Herrera, se planteó formalmente este tema en los siguientes términos: “Creo que esta es una signatura pendiente. Espero que ahora no se rehúya mas encarar este problema. Y que se encare el terrorismo como lo que hoy en día es: el más grave, el más profundo, el más peligroso ataque a los derechos humanos y sobre todo al derecho a la vida. No es solamente un asunto del Derecho Penal interno. Existe el imperativo ético y político de considerar el tema de los derechos humanos y el terrorismo en el marco del Derecho Internacional”.
En el año 2003 se aprobó la Convención Interamericana contra el Terrorismo, en la que no hay una mención expresa a su reconocimiento como una grave violación a los derechos humanos y el derecho a la vida. Sólo dice en uno de sus considerandos: “CONSIDERANDO que el terrorismo constituye una grave amenaza para los valores democráticos y para la paz y la seguridad internacionales y es causa de profunda preocupación para todos los Estados Miembros”.
La única mención a los derechos humanos está referida a los de los que pudieren haber cometido actos de terrorismo cuando dice: “Nada de lo dispuesto en la presente Convención se interpretará en el sentido de que menoscaba otros derechos y obligaciones de los Estados y de las personas conforme al derecho internacional, en particular la Carta de las Naciones Unidas, la Carta de la Organización de los Estados Americanos, el derecho internacional humanitario, el derecho internacional de los derechos humanos y el derecho internacional de los refugiados. A toda persona que se encuentre detenida o respecto de la cual se adopte cualquier medida o sea encausada con arreglo a la presente Convención se le garantizará un trato justo, incluido el goce de todos los derechos y garantías de conformidad con la legislación del Estado en cuyo territorio se encuentre y las disposiciones pertinentes del derecho internacional” (incisos 2 y 3 del artículo 15).
Nada dice de los derechos humanos y del derecho a la vida de las víctimas, y esa falta debe ser corregida de inmediato. Por ello la oportunidad, devenida de un hecho muy triste y doloroso como la sucesión de muertes por actos de terrorismo, es propicia para reclamar de la comunidad interamericana y de la comunidad internacional una atención preferente al tema y su inclusión en la legislación internacional.
De la desorientación que surge del drama con el que convivimos no puede aparecer como único tema el análisis de los mecanismos represivos. Todos estamos pendientes de cuál puede ser la reacción de los gobiernos o de las asociaciones de estos en Europa, Medio Oriente, América o cualquier otro punto del planeta. Es ilegítimo que nos gane el terror; eso intentan los que actúan de este modo, y lo logran sin duda. Nosotros, en este rincón, no estamos a salvo de ser designados como objetivo, así que si no es por la responsabilidad como seres humanos, que sea por el temor que infunde esta novedosa práctica global de someter los derechos humanos, las libertades y el derecho a la vida, debemos ir mas allá de la anécdota o la lectura de la información. Debemos ir a la acción y presionar en la comunidad internacional para que se desarrolle en la legalidad que nos obliga y nos ampara el concepto que tan claramente expresa Gros en su frase: “el más grave, el más profundo, el más peligroso ataque a los derechos humanos y sobre todo al derecho a la vida”.
Jaime Trobo
Representante Nacional
Partido Nacional