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    Columnista de Búsqueda

    N° 1991 - 18 al 24 de Octubre de 2018

    La historiadora del arte, investigadora y curadora argentina Andrea Giunta estará en Montevideo el lunes 22 de octubre para presentar en el Espacio de Arte Contemporáneo (EAC) su libro Feminismo y arte latinoamericano: Historias de artistas que emanciparon el cuerpo. A través de su investigación, Giunta propone repensar y complejizar la historia del arte, rescatando el trabajo de una gran cantidad de artistas “descartadas” por el canon patriarcal en América Latina. La autora plantea la necesidad de “políticas de representación igualitarias” en el mundo del arte (en direcciones de museos, galerías, curaduría, periodismo, crítica, etc.) como único mecanismo capaz de dar visibilidad a cuerpos enteros de obra históricamente invisibilizados: la obra de las artistas mujeres.

    La idea de “cuotas” o “acciones afirmativas” genera siempre fuertes resistencias (ya sea en el campo de la política como en el arte), con argumentos basados en que “lo que importa es el talento y no si son hombres o mujeres”. Sin embargo, los datos estadísticos (grandes aliados en los trabajos antidiscriminación), ayudan a entender mejor por qué estas medidas son todavía relevantes. En el año 2015, la escritora y curadora Maura Reilly publicó en Artnews un artículo con datos de representación en el campo del arte para Estados Unidos y Europa: luego de analizar museos, bienales, precios de mercado y cobertura de prensa, la autora afirma que a pesar de varias décadas de luchas por la igualdad, el mundo del arte sigue siendo “blanco, masculino, heterosexual, euro-norteamericano y de clase privilegiada”.

    Si bien no contamos con este tipo de información para Uruguay, algunos datos sirven para ejemplificar las desigualdades locales: el Museo Nacional de Artes Visuales (que abrió sus puertas en 1914 como Museo de Bellas Artes) demoró 81 años en realizar una exposición individual de una artista uruguaya (la de Amalia Nieto en 1995). Aunque en la colección del museo hay unas mil obras de Petrona Viera (entre pinturas, dibujos y grabados), nunca se realizó en más de 100 años una antología de su trabajo. Este trato diferencial con las artistas mujeres da cuenta de una inercia de discriminación que solo se puede revertir con políticas activas. Consciente de estos sesgos, Enrique Aguerre (director del museo desde el año 2010) viene realizando esfuerzos a través de su gestión para cuestionar el canon establecido e incorporar a las artistas injustamente dejadas de lado, avanzando hacia una agenda de exposiciones más igualitaria.

    Este tipo de reflexiones teóricas y propuestas políticas que se orientan a mejorar las condiciones de vida de quienes han tenido históricamente menos privilegios, generan sin embargo una creciente indignación en una gran parte de la población. Aunque esta oposición se suele enmarcar en términos de política partidaria, es importante resaltar que estos temas encuentran resistencias a la interna de todos los partidos por igual —recordemos las declaraciones de Fernández Huidobro en 2013, molesto con la izquierda porque en vez de preocuparse por la lucha de clases, se dedicaba a atender “el radicalismo de las mujeres, de los homosexuales, de esto y aquello para no hablar de lo que importa realmente”, y analicemos las similitudes con lo planteado por Pablo Iturralde (senador suplente por el Partido Nacional) en el debate sobre la Ley Integral para Personas Trans, al afirmar que es “una ley introducida para dividir al país”, aclarando que es mejor “evitar las grandes discusiones que no hacen a la solución de los problemas” que tenemos en Uruguay. Parecería no entenderse que tanto la discriminación de las personas trans, como el relegamiento histórico de las artistas mujeres, o como cualquier otra discriminación basada en género, etnia u orientación sexual también son “problemas” que tenemos en Uruguay, y son lo suficientemente importantes como para ser abordados pública y políticamente.

    El martes, mientras en Uruguay se daba media sanción a la Ley Integral Trans, una mujer transexual moría asesinada en Brasil, acuchillada por cuatro hombres al grito de “Bolsonaro”. Que ejemplos como este nos señalen sin descanso la importancia de no polarizarnos, de no entenderlo todo como una guerra de bandos: los derechos humanos no son una simple puja partidaria. El ascenso del fascismo a escala internacional nos llama hoy más que nunca a fortalecer los valores democráticos, y vuelve imprescindible una fuerza de oposición que, lejos de querer tirar por tierra lo avanzado, entienda la relevancia de la agenda de derechos alcanzada en nuestro país y esté dispuesta a defenderla. Que los discursos de odio y las falacias no tengan nunca cabida en el debate político uruguayo.

    ?? Polarización y populismo