Transactivismo fascista

Transactivismo fascista

La columna de Pau Delgado Iglesias

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Nº 2200 - 17 al 23 de Noviembre de 2022

“Obligar a la gente a decir que un hombre es mujer porque quiere serlo se llama fascismo”, tuiteaba el 25 de octubre la reconocida escritora colombiana Carolina Sanín. Era solo uno de una avalancha de tuits por el estilo, que desde entonces fue publicando la autora día tras día sobre el tema. “Es que yo sí reconozco la existencia y los derechos de las personas trans. Son personas trans. Y no solo las respeto sino que también las admiro. Lo que no puedo hacer es decir que alguien sea mujer por decir serlo. Es trans”, escribía en otro tuit, el mismo día.

Las declaraciones de la autora, que tiene más de 200.000 seguidores en Twitter, no pasaron desapercibidas, generando todo tipo de respuestas en contra y a favor. Claro que alguien que escribe decenas de tuits al día no parece estar buscando pasar desapercibida; más bien se la ve disfrutar del juego: “Todas las feministas pop contra una. Todos los machirulos contra una. Todo (casi) el estamento literario (siempre tan mendigo de popularidad y tan mezquino) contra una. Pero el Diego conmigo. Muerto y todo”, se despachaba en otro posteo el 26 de octubre. No se termina de entender bien lo que quiere decir, pero que tiene punch, no cabe duda

No es la primera vez que Sanín se refiere en forma problemática a las demandas de las personas trans. De hecho, esta autora (que estudió Filosofía y Letras en la Universidad de los Andes en Bogotá y tiene un doctorado en Literatura Española y Portuguesa de la Universidad de Yale) hace años que viene cuestionando públicamente algunos de los planteos de la comunidad trans, por lo que varias personas la han señalado como transfóbica o lo que se conoce como TERF (Feminista Radical Trans-Excluyente).

El 30 de octubre, Sanín redobló la apuesta con un video de una hora y trece minutos en YouTube, en el que argumentaba su postura. Llama la atención que recién a la hora y seis minutos de grabación (siete minutos antes de terminar), menciona: “El otro día yo dije que la imposición del activismo trans era fascista, creo que me pasé al decir eso”. Y aunque más vale tarde que nunca, quizás podría haber empezado por ahí. Porque decir, así como así, que las demandas de una de las comunidades más vulneradas de la población son fascistas, es cuando menos complicado. Y si escribo sobre esta autora, de la que nunca leí un libro, es porque sé que su postura es la de una gran parte de la población.

“¿Por qué el poder está tan del lado del transactivismo, tanto el poder corporativo como muchos de los poderes nacionales de occidente?”, se pregunta Sanín en el video. Parecería que no estuviera hablando de una población que ha estado históricamente excluida (a escala global) de las oportunidades de empleo, de los sistemas educativos, de la atención de salud. De una población sobre la que se ejerce una violencia brutal (principalmente contra las mujeres), de vidas que finalizan a edades muy tempranas, cuyos asesinatos muchas veces no son aclarados y terminan sin ningún procesamiento. De personas con mucho más riesgo de vivir en la pobreza o de no tener hogar.

Afirmar que “el poder está del lado del activismo trans”, es también desconocer el sorprendente aumento de legislación contra personas transgénero que se ha visto recientemente en muchos países occidentales (desde Estados Unidos hasta Hungría, por ejemplo) impulsado principalmente por la desinformación y el estigma. Leyes que van desde la prohibición de que jóvenes transgénero practiquen deportes con sus compañeros y usen baños y vestuarios de acuerdo con su identidad de género, hasta leyes que buscan eliminar por completo las palabras gay o trans al interior de las escuelas, como informa recientemente un reporte de la Human Rights Campaign Foundation.

Sanín dice que “respeta y admira” a las personas trans, pero que no puede llamar a alguien “mujer” solamente por cómo esta persona se siente. Pero eso no es respeto, es estigma. Porque como dice una de las respuestas a su tuit sobre el fascismo: “Llamar a una persona como quiere ser llamada es decencia humana básica. A Ud. no es que no le dé la cabeza para pensar, lo que no le da es el corazón”.