N° 2060 - 20 al 26 de Febrero de 2020
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáDeben ser días muy intensos para el futuro presidente Luis Lacalle Pou. Seguro que mientras su agenda acumula reuniones y sus horas transcurren entre nombres a elegir, acciones a priorizar e instrucciones a repartir, su mente procura, al menos por un rato, ir un poco más allá y pensar en grande. Hace más de 20 años que está soñando con el 1º de marzo que se avecina y los 60 meses que le seguirán. Ese día empieza el desafío más importante de su vida, en el que para quedar en la historia no sirve transcurrir, solo vale trascender.
Quizá por eso recurre a El príncipe de Nicolás Maquiavelo, comentado por Napoleón Bonaparte. Lo tiene en su escritorio, al alcance de la mano, según informó el miércoles 12 El Observador. Un gobierno de nuevo signo político después de 15 años, una coalición de cinco partidos, un Parlamento dividido, una economía casi estancada y una inseguridad creciente son motivos más que suficientes para procurar aprender algo de los clásicos. Y Maquiavelo, por más que cuenta con mala fama en ciertos ámbitos, tiene muchas respuestas para algunas de las disyuntivas que deben aquejar al futuro presidente.
Vale, en esta oportunidad, detenerse en uno solo de esos desafíos históricos que deberá afrontar Lacalle Pou. Se llama coalición multicolor y de su fortaleza o su muerte temprana dependen, en gran medida, el éxito o el fracaso del próximo gobierno. Esto es porque con las mayorías necesarias casi todo es posible, pero sin ellas el objetivo pasa a ser sobrevivir.
Sostiene Maquiavelo: “Nótese bien que no hay cosa más ardua de manejar, ni que se lleve a cabo con más peligro, ni cuyo acierto sea más dudoso, que obrar como jefe para dictar estatutos nuevos, pues tienes por enemigos activísimos a cuantos sacaron provecho de los estatutos antiguos, y aun los que pueden sacarlo de los recién establecidos, suelen defenderlos con tibieza suma, tibieza que dimana en gran parte de la escasa confianza que los hombres ponen en las innovaciones, por buenas que parezcan, hasta que no hayan pasado por el tamiz de la experiencia sólida”.
Así lo dejó escrito hace más de 500 años y parece una reflexión hecha a medida para Lacalle Pou. Me consta que algunos de sus “enemigos activísimos” frente a la creación de “estatutos nuevos” como para poder gobernar con tranquilidad, también son aliados. Ante ellos, lo mejor parece ser llamar de una buena vez a las cosas por su nombre.
Uruguay tiene un nuevo sistema bipartidista y llegó la hora de asumir esa realidad. Lacalle Pou lo sabe y los últimos años se dedicó a construir, ladrillo por ladrillo, un muro para unir a los integrantes de lo que hoy es la coalición multicolor. Pero esa construcción es todavía muy pequeña y débil, comparada con la de sus rivales.
Por eso, la tarea del futuro presidente debería ser formalizar lo más posible la alianza con la que cogobernará. Esos son los “estatutos nuevos” a los que tendrá que dar vida, con la ayuda de la vicepresidenta Beatriz Argimón desde el Parlamento, y con la de algunos de sus socios.
El mejor ejemplo lo tienen en la vereda opuesta. El Frente Amplio también es una sumatoria de partidos muy distintos entre sí. La única diferencia es que decidieron hace casi 50 años juntarse en un solo espacio y para eso crearon una serie de organismos y reglas de juego que todos respetan. Así pudieron mantener el Poder Ejecutivo durante 15 años, jugando a ser gobierno y oposición al mismo tiempo.
La que se abre el 1º de marzo es la oportunidad histórica para que la coalición multicolor haga lo mismo. Quizá debería dejar de llamarse de esa forma y adoptar el nombre de frente multicolor o nueva alianza o cualquier otro que sus principales dirigentes evalúen apropiado para agruparse luego de acordar una serie de estatutos básicos. Lacalle Pou ha dado señales de querer liderar ese proceso. La última es haber logrado que Laura Raffo sea la candidata única de toda la coalición multicolor para la Intendencia de Montevideo.
Pero no la tendrá nada fácil. Surgirán muchas voces en contra, que destacarán las diferencias históricas, la importancia de la independencia, aquello de “juntos pero no mezclados” y otros asuntos por el estilo, que no resisten el menor análisis. ¿O acaso el Partido Socialista no es independiente del Partido Comunista? ¿O los tupamaros perdieron su relato histórico por estar en un mismo frente con el Partido Demócrata Cristiano? Al contrario, lo que hicieron todos esos grupos de izquierda fue potenciarse. No cambiaron su ideología fundacional; la siguen defendiendo. Solo que todos suman sus votos para el mismo fin.
Además, ese sentido de pertenencia a un frente común es lo que les dio la fortaleza como para no fracturarse desde el gobierno, por más enfrentados que estuvieran. Jugaron a la perfección a ocupar la mayor parte del espectro ideológico, asumiendo algunos el rol de opositores y otros de oficialistas, pero luego votando todos juntos en el Parlamento los asuntos fundamentales.
Y es probable que haya más diferencias entre un comunista y un votante del ministro de Economía, Danilo Astori, que entre un colorado y un blanco. Además, los integrantes de la coalición multicolor, dirigentes y votantes, han demostrado en las últimas elecciones que ya tienen ese espíritu de cuerpo necesario para dar el paso. Lo único que falta es que lo formalicen.
Para eso es necesario que, además de reconocer a un primer líder que naturalmente debería ser Lacalle Pou desde la presidencia, los demás jefes de las distintas facciones políticas dejen de lado los egos personales y piensen más en el bosque que en el árbol. Eso sí que es difícil en la política uruguaya. Pero lo que deberían entender es que si no lo logran, en cinco años van a volver a perder con el Frente Amplio, que hace tiempo entendió que la unión hace la fuerza. Y no tiene problema en recurrir a Maquiavelo o al que sea como para mantenerla.