Nº 2233 - 13 al 19 de Julio de 2023
Nº 2233 - 13 al 19 de Julio de 2023
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáPuede ir en contra de tu religión. Probablemente vaya en contra de tu religión. Puede ir en contra de tus ideas científicas, de tu visión política, de tu modo de vida o de lo que deseás para tu familia. Tanto da. Las identidades de las personas son lo que son, más allá de lo que piensen las demás.
Ser una persona trans implica sufrir discriminación en casi todos los ámbitos de la vida: en los entornos familiares, educativos, laborales, en los de esparcimiento. La sociedad está siempre lista para hacerle saber al mundo que hay algo mal en esa identidad, que no es adecuada, que no es natural, que resulta imposible.
“Y dale con la matraca de decirles hombres a las mujeres disfrazadas de hombre!”, comenta un usuario de Twitter ante una noticia en un informativo local. El titular dice: “Hombre trans perdió embarazo en el baño de un juzgado”. La tentación a reaccionar es mucha y el comentario es fácil: “Los hombres no se embarazan!!!”, o “Entonces es una mujer. Me importa un corno como se identifique”. En la lógica polarizada de la sociedad actual, la indignación brota de los teclados como manantial que nunca se seca. “Hombre embarazado??????????????????????? Agenda 2030 a full!!!”.
Así, parecería que todo se resume a un tema de bandos: si un medio de prensa escribe “hombre embarazado”, debe ser porque son comunistas, o porque están a favor de “la ideología de género”, o, en un giro de conspiración frente a todo, porque defienden la “agenda 2030”. El ejercicio de respetar la identidad de otra persona más allá de las creencias propias, parece no ser parte de la rutina diaria para la mayoría de la gente.
Pocos son los comentarios que se detienen a pensar en la realidad de la que habla la noticia. La de un hombre trans de 26 años, que estaba en el juzgado de la calle Juan Carlos Gómez, en Montevideo, porque había sido detenido por rapiña. Antes de la audiencia, pidió para ir al baño porque se sentía mal, y así, solo y sin que nadie se diera cuenta de su embarazo, tuvo un parto prematuro. Cuando entraron, los oficiales encontraron un feto de 5 meses, sin vida, en la papelera, y el hombre al lado. Todo esto sucedió el domingo 10 de julio.
A menos de una semana de ocurridos los hechos, la fiscal de Homicidios de 2° turno Mirta Morales, imputó al joven por homicidio especialmente agravado (por el vínculo) y se dispuso prisión preventiva por 180 días como medida cautelar. Desconozco los resultados de las pericias, pero imagino que habrán presentado algún indicio de asfixia en el feto.
No puedo imaginar cómo será parir sin asistencia en el baño de un juzgado, justo antes de tener una audiencia y después de haber cometido una rapiña, pero pienso que el miedo y el desconocimiento deben ser enormes.
Pienso también en un caso que fue publicado en 2019 por la revista New England Journal of Medicine, en que un hombre trans de 32 años llega a la urgencia de un Hospital en Michigan (Estados Unidos) con fuertes dolores abdominales. Al llegar, el hombre explicó al personal de salud que durante mucho tiempo se había tratado con testosterona y también con remedios para la hipertensión, pero que había tenido que dejar ambos medicamentos porque había perdido su seguro de salud. Si bien la atención que recibió el paciente no fue negligente, de inmediato se activó un protocolo de atención para un “hombre con dolor abdominal”. Así, el personal de salud demoró en identificar que el abdomen hinchado del hombre indicaba un embarazo: cuando lograron darse cuenta del diagnóstico, vieron que su estado evidenciaba “posible ruptura de la membrana, hipertensión en un embarazo avanzado y la posibilidad de que estuviera a punto de dar a luz, con ruptura de placenta”. Por la situación de alto riesgo, consideraron necesario realizar una cesárea: fue recién ahí que confirmaron que el corazón no latía, y que el hombre había dado a luz “a un bebé fallecido”.
Como explicaba la autora principal del informe, la doctora Daphna Stroumsa (de la Universidad de Michigan en Ann Arbor), más allá del caso en sí, lo sucedido “es un ejemplo de lo que sucede con las personas transgénero que interactúan con el sistema de salud”, porque clasificar a las personas de forma binaria deja por fuera a quienes no encajan en las categorías “hombre o mujer”, e impide considerar las necesidades específicas de atención que requiere un hombre trans. Nic Rider, especialista en salud de personas transgénero de la Universidad de Minnesota, señalaba además que la capacitación del personal de salud no es suficiente, y que “hay prejuicios implícitos que necesitan abordarse”.
Recordar este caso me deja pensando que la situación de ese hombre dando a luz en el juzgado es todavía más compleja de lo que parece. Me pregunto si la imputación por homicidio especialmente agravado habrá tomado en consideración las características específicas de un hombre trans en esa situación. Ojalá la justicia logre tener en cuenta todas estas dimensiones y haga su mejor esfuerzo por eliminar “prejuicios y sesgos implícitos”, antes de tomar una decisión.