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Río de Janeiro (Gerardo Lissardy, corresponsal para América Latina). Vestido de jeans y una remera blanca con el mapa de Venezuela al frente, la bandera de su país en una mano y un ramo de margaritas en la otra, Leopoldo López se entregó a la Guardia Nacional Bolivariana el martes, rodeado por miles de seguidores que lo vieron partir detenido en una tanqueta por las calles de Caracas. Fue un momento dramático, en el cual el ex alcalde municipal de 42 años perdió su libertad para ser juzgado por una larga lista de acusaciones que él rechaza, incluidas las de “homicidio intencional calificado” y “terrorismo”. Pero en ese mismo instante, López se transformó en el principal líder de una repentina ola de protestas estudiantiles que supone un desafío inédito para el presidente Nicolás Maduro, cuyo gobierno lleva 10 meses.
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Ni las protestas estudiantiles ni el arresto de líderes opositores son algo nuevo en Venezuela desde que Hugo Chávez inició la “revolución bolivariana” que lo tuvo en el poder 14 años y que, tras su muerte en marzo, pasó a encabezar Maduro. Tampoco es nueva la polarización que vive el país, con marchas masivas de opositores y defensores del gobierno y hechos de violencia que en la última semana dejaron al menos cinco muertos, cientos de heridos y detenidos. Pero según analistas, lo novedoso de esta crisis además del surgimiento de un líder que llamó a retar al poder en las calles y fue preso, es un creciente hartazgo ciudadano con problemas como la falta de productos básicos, el alza de los precios (la inflación del año pasado fue de 56,2%) y la inseguridad que marca una de las mayores tasas de homicidio del mundo.
“Estas protestas se están dando, a diferencia de las otras, a partir de un profundo malestar económico, que en Venezuela no existía: se quejaban de Chávez, pero había plata y a la gente no le estaba yendo mal… La profundización del modelo socialista está fomentando la escasez, el control de cambios destruyó el aparato productivo y corrompió la gestión económica por completo, y están faltando productos esenciales como la leche, el papel higiénico, autopartes o medicinas. Y hay un tema con la delincuencia, que ya pasó la raya roja”, explicó el analista político venezolano Alonso Moleiro en diálogo con Búsqueda.
“¿Qué va a pasar?”, se preguntó. “No lo sé”.
“En la calle”.
La revuelta en Venezuela tuvo su origen en el estado de Táchira, al oeste del país, donde un grupo de estudiantes salió a las calles para reclamar mayor seguridad. Varios de ellos fueron arrestados, lo que provocó nuevas manifestaciones allí y en otras partes, con más enfrentamientos con la policía y detenidos. Así creció la bola de nieve hasta que el miércoles 12 hubo marchas masivas en Caracas y otras ciudades, con el apoyo de López y otros dirigentes políticos y sociales.
La marcha del denominado 12F transcurrió en forma pacífica, pero acabó en un baño de sangre. Cuando la multitud en la capital ya se dispersaba, se desataron enfrentamientos con la policía y hombres que transitaban en motos dispararon armas de fuego contra manifestantes. Dos estudiantes opositores y un partidario del gobierno murieron alcanzados por balas. Vídeos y fotos de los incidentes analizados por el diario venezolano “Últimas Noticias” sugieren que individuos vestidos de civil, junto a agentes de seguridad uniformados, abrieron fuego contra los manifestantes en el mismo lugar done cayeron dos de los tres muertos.
Pero el gobierno de Maduro acusó de inmediato a López de promover la violencia y causar las muertes, que atribuyó a un intento de golpe de Estado. Al día siguiente de la marcha, la Justicia emitió una orden de detención contra el político opositor. López ha llamado reiteradas veces a los venezolanos a protestar para lograr la dimisión de Maduro, pero ha insistido en que eso debe hacerse de forma pacífica y ha negado que tenga alguna vinculación con los episodios de violencia, que se desataron cuando él ya había dejado la marcha.
De todos modos, el ex alcalde del municipio caraqueño de Chacao se entregó públicamente a las autoridades el martes, como había anunciado, durante la mayor marcha opositora de los últimos días. “Mi encarcelamiento vale para el despertar de un pueblo”, sostuvo previamente bajo una estatua de José Martí. “Esta salida tiene que ser pacífica, dentro de la Constitución, pero también tiene que ser en la calle”, agregó. En un video grabado antes de su arresto y divulgado después, llamó a los manifestantes a continuar luchando.
Maduro anunció el mismo martes, en una manifestación convocada a su favor, que López era llevado a una cárcel afuera de Caracas por Diosdado Cabello, militar y presidente de la Asamblea Nacional, “para que responda ante la Justicia, para que ustedes vean lo que hace una revolución para garantizar la paz”. Ayer miércoles, en medio de nuevas protestas, una jueza cambió repentinamente el lugar de la primera audiencia de López, del Palacio de Justicia a la cárcel militar de Ramo Verde. Dijo que era para protegerlo, pero el cambio fue criticado por la defensa.
“Símbolo”.
López está lejos de ser una cara nueva en la política venezolana. En 2002, tras el intento de golpe de Estado contra Chávez, fue acusado junto al también actual líder opositor Henrique Capriles de haber intentado invadir la Embajada de Cuba. Cinco años después ambos recibieron un perdón presidencial. Pero en 2008 López fue inhabilitado para ejercer cargos electivos, tras ser acusado de irregularidades presuntamente cometidas como alcalde. La Corte Interamericana de Derechos Humanos rechazó ese fallo, pero la inhabilitación se mantuvo.
No obstante, su figura se mantuvo como un referente de la oposición y cobró una gran notoriedad tras el arresto de esta semana. “Es la simbología de todas las protestas, que no eran por él ni eran de él, pero que hoy lo toman como símbolo. Obviamente eso lo catapulta como el líder del momento”, señaló Luis Vicente León, presidente de la encuestadora venezolana Datanálisis, en declaraciones a Búsqueda.
De hecho, el caso de López ya trascendió las fronteras venezolanas. Estados Unidos cuestionó su detención y la organización Human Rights Watch afirmó en un comunicado que “el arresto de Leopoldo López es una violación atroz de uno de los más básicos principios del debido proceso: no se puede encarcelar a alguien sin pruebas que lo vinculen con un delito”. Otros han denunciado abusos y torturas contra detenidos en las protestas y presiones contra la prensa, mediante el arresto de periodistas que cubrían las marchas y la salida del aire del canal colombiano de cable NTN24, por “transmitir en vivo un intento de golpe de Estado”.
Pero los hechos de los últimos días también parecen haber causado fisuras en la oposición venezolana. Capriles, un excandidato presidencial que hasta hace unas semanas era el principal referente contra Maduro, ha cuestionado la estrategia de las movilizaciones callejeras para provocar la salida del gobierno. “Hay sectores que van a terminar generando más frustración en la gente”, sostuvo. “Una cosa es la protesta pacífica y otra el ‘vete ya’”.
El analista Moleiro indicó que aunque haya diferencias evidentes entre López y Capriles, la oposición podría beneficiarse de tener dos líderes si a la hora de ir a las urnas mantiene la unidad de las últimas elecciones, cuando el primero apoyó la candidatura del segundo. Por lo pronto, la popularidad de Capriles parece haber perdido apoyo mientras la de López se fortalecía, pero qué pasará en los próximos meses es una incógnita.
León sugirió incluso que el gobierno también podría intentar aprovechar la crisis. “Hubiera podido desinflar esto con negociación y diálogo, que no lo hubo”, sostuvo. “Al final es tan rara la forma como el gobierno lo ha manejado, que podría ser que quiera mantener una situación que le permita radicalizarse políticamente y mantener las divisiones internas de la oposición, desplazando deliberadamente al líder natural que es Henrique Capriles, por Leopoldo López”.