Sr. Director:
Sr. Director:
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáVigilar y castigar: el umbral del INAU.
“Digo no cuando dicen sí en coro unísono.
Quiero descubrir y revelar el lado oscuro,
aquel que fue barrido por infame y degradante.
Digo no cuando dicen sí,
no tengo otro compromiso”
Jorge Amado
Finalmente, el Dr. Javier Salsamendi y el psicólogo Jorge Ferrando firmaron la sanción a nuestro semanario. La desestimación al recurso jerárquico fue considerada por el área legal de esa institución como “extemporáneo”.
Luego de notificarme en la sede del INAU en Colonia del Sacramento y volviendo a Carmelo se me vino a la memoria el legado del maestro Daniel Prieto Castillo cuando en sus cursos sobre comunicación y educación hablaba de que trabajar de por vida con la existencia ajena nos acerca a los umbrales de las personas. Todo ser humano tiene siempre un umbral, dado por su historia personal, su forma de ser, su personalidad, sus maneras de enfrentar inquietudes y desafíos.
El umbral —sostiene Prieto Castillo— es ingresar a esa vida. Y la pregunta que debemos hacernos es: ¿hasta dónde traspongo el umbral? Detrás de esa puerta o ventana humana están las formas de amar, de recordar, soñar, incluso de temer. Es la esencia de cada persona, su vida con luces y sombras.
Cada periodista puede elegir entre comprometerse con esos seres o mirar fríamente desde la vereda de enfrente. No es tarea sencilla. A veces podemos equivocarnos. La sanción del INAU nos indica que fuimos demasiado adentro de esa historia y que, según su visión institucional, les causamos un daño a esos niños. Pero hay algo que nunca podrá conocer esa autoridad pública y fue la intencionalidad del periodista. La que yo conozco. El trabajo realizado. La contención y el cuidado que tuvimos con esa información y con todas las que vinieron después. Y el INAU no lo conoce porque jamás nos dio la posibilidad de sentarnos a dialogar sobre aquella nota. Sin embargo, han reconocido públicamente sin sonrojarse que con otros medios sí lo hacen y los aperciben sin sancionarlos. Detalles curiosos de gestionar vidas y hechos sin tener en cuenta la igualdad, el respeto, el diálogo y la tolerancia.
Ya he cuestionado públicamente la sanción impuesta por el INAU, la que honestamente considero un acto de censura. Puedo incluso escribir varias hojas y mostrar diversas pruebas que comprometerían a las autoridades del INAU que no actúan con la misma lupa con todos los medios de comunicación de nuestro país. Si a alguien le interesa, sabe dónde encontrarme y puedo mostrarle publicaciones con fotos, incluyendo menores de edad y su nombre en casos dramáticos, incluso algunas de ellas patrocinadas por el propio INAU, donde identifican barrios de ciudades del interior, estigmatizando territorios locales con problemas vinculados a la niñez, tema este que el propio director Jorge Ferrando argumentó en radio El Espectador como un elemento que no se puede realizar. Pero creo que todo esto sería reiterativo y previsible ante la situación que causa una sanción, la que uno considera profundamente injusta. Por eso es importante reconocer esos equilibrios que existen en el periodista del interior del país. Y conocer la línea editorial de respeto del periódico a través de sus años de vida, más precisamente desde 1899.
El día que llegó a nuestra redacción la señora cuya denuncia pública condujo a la sanción, sentí al leerla que estábamos compartiendo una historia, no invadiendo. Porque no entramos en preguntas innecesarias o morbosas; la escuchamos con respeto y nos pusimos en su piel. En la piel de los que no tienen voz. Que no pueden acceder muchas veces a una buena defensa. Que no tienen incluso cosas mínimas.
No publicar aquella voz quebrada por la indiferencia del Estado hubiera sido un acto de cobardía intelectual. Es fácil hablar de las cosas que todos hablan. Difícil es el compromiso. Dice Prieto Castillo: “Se ejerce violencia cuando no se dan oportunidades de expresión, cuando el umbral es algo cerrado desde afuera y solo abierto para invadir, pero no para dejar salir nada”.
Tenemos aquí solo dos caminos: el primero, el de la responsabilidad de asumir el periodismo como una profesión de contenido social; el otro, simplemente transcribir lo que la voz oficial nos informa desde la corrección política, la disciplina institucional que aconseja arbitrariamente lo que se puede decir y lo que hay que callar. La cultura oficialista produce un relato único porque de esa manera cómoda no vamos a generar contradicciones, preguntas, dudas y menos cuestionamientos.
Profesión delicada la de periodista, donde fuerzas invisibles intentan trazar tu camino a veces con regalos y otras con el peso del poder. Por eso, el lector inteligente sabe que en estas acciones no hay ingenuidades. Todo tiene un porqué. No existen las casualidades. Y eso, lo delicado de nuestro trabajo, lo hace maravilloso.
Hoy aquí, mañana no sé en cuál otro lugar, pero seguiré escribiendo sobre las historias que nos cuenta la gente. De las que a algunos les gustan y te felicitan en la calle y de las otras, las que nos muestran una realidad que muchas veces no conviene mostrar del gobierno de turno o incluso algunos amigos te sugieren no escribir, porque no es el momento o la gente no está preparada para recibir una información. Qué pena es la mediocridad.
Asumir el rol de periodismo comprometido es adentrarse en todos los temas, sin pedir permisos y a eso, en todas las épocas, siempre se le ha llamado ser una persona “políticamente incorrecta” para el sistema dominante.
Sin embargo, esta cruel sanción a “El Municipio”, en mi interior, la considero —por añadidura— un reconocimiento a muchos de nuestros trabajos de investigación periodística, a reportajes realizados donde hemos escrito sobre asuntos importantes para nuestra comunidad que han removido contradicciones en las conciencias de los hombres “comprometidos”. Les hemos colocado un espejo. Y no hay maquillaje que pueda esconder el dolor y la indignación de una familia vulnerada.
Encarar temas que movilizan intereses oscuros, que inquietan espíritus poderosos, que nos ponen de cara a los problemas reales, nos trae problemas. Este es uno más de los tantos casos que parecen causar antipatías a las autoridades de turno.
Todo esto es producto de encender esa luz en un lugar oscuro, donde pocos intentan levantar la llave del compromiso ciudadano.
Se trata, señores, de algo simple: de querer saber.
De querer comprender.
Elio García
CI 3.042.269-2
Carmelo (Colonia)