N° 1936 - 21 al 27 de Setiembre de 2017
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa renuncia de Sendic liberó al Frente Amplio de una pesada mochila que cargó sobre sus espaldas durante meses. Alivió tensiones internas. Pero la resolución política negociada el sábado 9 por el Plenario Nacional fue apenas una fórmula para salir del paso. Un procedimiento que privilegia, una vez más, la unidad que preserva posiciones de poder respecto a los principios y la ética que se proclaman.
El Plenario no solo evitó avalar explícitamente el pronunciamiento del Tribunal de Conducta Política, que consideró “inaceptable” el “proceder” de Sendic “en la utilización de dineros públicos”, sino que dejó sin sanción la inconducta señalada. Se dio por satisfecho con la renuncia.
La frutilla que coronó la torta la puso Tabaré Vázquez el lunes 11 cuando sostuvo que Sendic “ha cumplido a cabalidad, con seriedad y con responsabilidad, la función que le dio el pueblo uruguayo al elegirlo como vicepresidente. Ha trabajado con honestidad, con capacidad y compromiso hacia el programa de gobierno de su fuerza política. Quiero reconocer también la valentía, el compromiso, la responsabilidad que asumió al presentar su renuncia…”.
De no creer. Elogio que solo se explica por la necesidad de hacer creer que aquí no ha pasado nada. Por la necesidad de retener en el redil a los legisladores aún fieles a Sendic que en las últimas semanas amenazaron con dejar sin mayorías al oficialismo en el Parlamento. Elogio que solo se pueden tragar una militancia acrítica, los distraídos y los desinformados. Porque muchos frentistas hace tiempo que dejaron atrás la edad de la inocencia.
Aunque tendrá que remar contra la corriente, Sendic ya anunció que volverá al ruedo y desde ya se jacta de haber renunciado para preservar su “dignidad”. De no creer. En todo caso será para que no se le siga enrostrando un título inexistente y el uso abusivo de la tarjeta corporativa en compras sobre las que no supo dar explicaciones satisfactorias.
En realidad, lo del título y el uso de la tarjeta es nada al lado de la cuestionada gestión en Ancap, cuyas finanzas debieron ser auxiliadas por el Ministerio de Economía con una capitalización de US$ 800 millones. “Un simple asiento contable”, según la expresión cómplice con que en su momento el expresidente Mujica procuró arropar a su ahijado Sendic. “Asiento contable” que, valga la precisión, los contribuyentes estamos pagando y seguiremos pagando por un buen tiempo más.
La “salomónica” solución que una vez más la mayoría que conforman el MPP y el Partido Comunista terminó imponiendo confirma la ambigüedad que suele caracterizar —y sintetizar— la transa de las diferencias internas.
Una transa que genera desencanto de cientos y miles de votantes que, para emplear una reciente expresión del politólogo Oscar Bottinelli( Voces, 7/9), “acumularon expectativas mágicas” en el FA. No es el único que llega a esa conclusión.
En un artículo titulado La unidad triunfa sobre la ética otra vez, difundido en la página web de Uypress, Jorge W. Legaspi, crítico militante frenteamplista, llamó las cosas por su nombre. Sostuvo que si bien creía que los frenteamplistas comunes no se verían representados por “los funcionarios funcionales” que integran el Plenario Nacional — “esa estructura cada vez más alejada de la realidad, y cegada por el único objetivo de permanecer, gobernar, y dilapidar las esperanzas de decenas y centenas de miles de uruguayos, volvería a defraudar las expectativas”—, “la realidad superó ampliamente a la ficción”.
“Este Frente Amplio —añadió—, cada vez más alejado de los principios éticos que marcaron su creación, subordina dichos principios a la unidad imprescindible para seguir soñando con la permanencia. No discute programa, no discute política, todo lo analiza a través del lente de la unidad, ficticia, pero que le asegura, ‘según creen’, encaminarse hacia el cuarto período de gobierno”. Una vez más, concluye, “la unidad triunfó sobre la ética”. ¿Hasta cuándo?, se pregunta.
Desde “la izquierda” se suele atribuir a “la derecha” una actitud pragmática, posibilista, que todo lo subordina a la obtención y preservación del poder. Pragmatismo que contrapone al principismo, al idealismo, que considera valores de “la izquierda”.
Legaspi sostiene con razón que esta subordinación de la ética a la unidad, ese posibilismo, no es un hecho nuevo en la interna de la coalición.
Los jugos gástricos que produce la cercanía del poder comenzaron a activarse cuando en la elección de 1994 el FA pasó a ser el tercio menor del electorado y quedó a un paso de alcanzar el gobierno. Proceso que fue acentuándose y quedó de manifiesto cuando tras la crisis del 2002 las encuestas comenzaron a registrar el favoritismo del FA y muchos de sus dirigentes sentían el triunfo al alcance de la mano.
A fines del 2003, el Congreso frenteamplista que debía aprobar el programa de gobierno para la campaña presidencial de Vázquez del año siguiente discutía qué hacer con la ley de caducidad, con los fondos previsionales (AFAP), y con la deuda externa. Como tantas otras veces sobre diversas cuestiones, el Congreso aprobó formulaciones “principistas”, muchas de ellas ambiguas, de modo que en la campaña electoral cada sector de la coalición pudiera interpretar a su manera ante los suyos. Y que, a la vez, no atara demasiado al presidente si, como ocurrió, el FA alcanzaba al gobierno.
El Congreso presenció una apasionada controversia entre quienes querían incluir en el programa la anulación de la ley de caducidad y quienes por razones “estratégicas” no querían hacerlo. El debate enfrentó a dos referentes de grupos involucrados en la lucha armada en años 70: Hugo Cores, principal dirigente del PVP y secretario político de Tabaré Vázquez, y el fundador del MLN Eleuterio Fernández Huidobro.
Al fundamentar por la anulación de la ley de caducidad, Cores sostuvo que Uruguay era “el paraíso de la impunidad” y se preguntó si los militares torturadores “son intocables”. Prestamente, Fernández Huidobro le salió al cruce invocando razones de estrategia política.
Consideró que aprobar la propuesta de Cores era una “torpeza electoral” porque es “darle en bandeja (…) a la derecha (…) este argumento para que lo use como tema central en contra nuestra en la campaña electoral. (…) A todo se puede renunciar menos a la victoria, compañeros. (…) Y la victoria está ahí”.
El Congreso finalmente refrendó la estrategia pragmática, posibilista, defendida por Fernández Huidobro. Una ley sancionada en octubre de 2011, que Fernández Huidobro dijo votar por “disciplina partidaria”, restableció la persecución de los delitos de “lesa humanidad” cometidos por el “terrorismo de Estado”.
Los tiempos de principismo, de actitudes éticas, tiempos de “acumulación de expectativas mágicas”, son hoy un recuerdo lejano para muchos frenteamplistas. No es algo nuevo, aunque quizás algunos recién lo estén incorporando.
La política despierta dudas y plantea conflictos. Cada uno debe resolver en su fuero íntimo qué cuota de ética y de principismo supedita al pragmatismo, al posibilismo. Así ha sido siempre.