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    Uruguayos son más favorables a las empresas de lo que se imaginan

    Con una herencia de U$S 100.000, el 41% de los encuestados compraría una casa y el 25% abriría un emprendimiento propio, pero ese último porcentaje es “significativamente mayor que el observado entre los europeos (17%)”

    “Si pudiera elegir”, la mayoría absoluta de los uruguayos preferiría empezar su propia empresa (54%) antes que trabajar como empleado (38%); el 8% restante no se pronuncia (Búsqueda, 12 de setiembre, sobre datos de Cifra de julio). La nota señalaba que los resultados podían sorprender, “porque a menudo se habla de la falta de espíritu empresario en el país”, y nuestra preferencia por la empresa propia era similar a la encontrada en EEUU y claramente más alta que la de los europeos en 2012 (37%, según datos del Eurobarómetro). La nota sugería que es posible que la imagen de los uruguayos como poco emprendedores sea un resultado de las “condiciones objetivas” prevalecientes a la hora de fundar una empresa, más que de las preferencias o inclinaciones subjetivas de la población.

    Un análisis más abarcador, incorporando otros datos, sugiere que ese 54% de aspirantes a empresarios es una estimación algo exagerada de nuestra disposición subjetiva “real” a iniciar empresas. Pero también muestra que en circunstancias mejor especificadas las respuestas uruguayas siguen siendo claramente más pro empresas que la media europea. En suma: parece que nuestra actitud hacia la actividad empresaria es bastante más favorable que lo que se suele suponer (esto es, “se supone” que por comparación con los demás nos faltaría espíritu empresario). Incluso si nos comparamos con los europeos mucho más prósperos que viven en economías desarrolladas.

    ¿Usted qué haría si

    heredara dos millones

    de pesos?

    La pregunta anterior sobre la opción entre ser empleado o empezar la empresa propia está precedida por la condición “si pudiera elegir”, condición que puede ser interpretada de distintas maneras. Una situación imaginaria pero mucho más concreta puede aportar más claridad. Por ejemplo: “si de golpe recibiera una herencia de dos millones de pesos (aproximadamente cien mil dólares), ¿qué haría con el dinero?”. La gran mayoría de las empresas pequeñas exitosas fueron fundadas con menos dinero, de modo que esto traduce el “si pudiera elegir” a una cifra generosa, recibida incondicional e inesperadamente (un “regalo del cielo”). Con dos millones de pesos en la mano, “heredados de golpe”, ¿fundaríamos una empresa?

    Como se observa en el Cuadro 1, el 41% de los uruguayos compraría una casa con ese dinero. Esa es la primera opción, y también lo es para los europeos (33%). Entre los uruguayos solo un 6% ahorraría el dinero, pero entre los europeos ese porcentaje es mucho más alto, 27%. La casa y el ahorro son opciones por la seguridad y la cautela; casi la mitad de los uruguayos (47%) opta de esa manera; también lo hace una robusta mayoría absoluta de los europeos (el 60%). La gran diferencia entre europeos y uruguayos se encuentra en el ahorro: entre nosotros solo el 6% guardaría el dinero, pero entre los europeos lo haría el 27%. Esto tal vez refleje las experiencias y memorias colectivas de las últimas generaciones: los uruguayos (seguramente aún más los argentinos) han aprendido “por las malas” a desconfiar del ahorro en dinero, y prefieren, mucho más que los europeos, “la seguridad de los ladrillos” (comprar casa).

    La opción por abrir una empresa propia es la opción por la inversión y el riesgo. Solo un cuarto de los uruguayos (25%) la prefiere, pero ese cuarto es un porcentaje significativamente mayor que el observado entre los europeos (17%). También es mayor que el porcentaje correspondiente a los españoles (18%, apenas a un punto porcentual de la media europea). Esta última comparación es relevante porque se suele suponer que los españoles serían los europeos social y culturalmente más cercanos a los uruguayos. Comparadas con las europeas en general y las españolas en particular, las actitudes uruguayas son significativamente más favorables a las empresas (y a la inversión y al riesgo).

    “Darse gustos” (viajar, comprar un auto, otros gustos) es la opción del 14% de los uruguayos y el 13% de los europeos, porcentajes casi iguales. Finalmente, el 8% de los uruguayos (y el 5% de los europeos) prefieren dejar de trabajar o trabajar menos. Las dos preferencias sumadas (“darse gustos” y dejar de trabajar o trabajar menos) expresan las opciones por el esparcimiento y el consumo: 22% entre nosotros, 18% entre los europeos.

    ¿Este “pro empresismo”

    es consistente con

    nuestro amor por el

    empleo público?

    Se podría objetar: ¿cómo puede ser que seamos más pro empresas que los europeos (o españoles) si entre nosotros 45.800 personas se presentaron a un llamado para ocupar 40 cargos en la Cámara de Diputados (Búsqueda, 19 de setiembre de 2013)? Que sepamos, esos extremos no ocurren en España ni en Europa. Aquí tallan las “circunstancias objetivas”. En primer lugar, porque al menos para estas cosas los uruguayos somos racionales y estamos muy bien informados. Sabemos que en esos cargos se gana más, se tienen más y mejores beneficios sociales (y que, en conjunto y en promedio, se trabaja menos) que en otras ocupaciones con requisitos de ingreso similares; en suma, somos racionales. En segundo lugar, aunque probablemente estemos menos informados al respecto, la carga impositiva es, grosso modo, “del primer mundo”, pero los servicios públicos y la burocracia (incluyendo la que es necesario navegar para abrir una empresa) no lo son. Otra vez: somos prudentes y racionales.

    La aceptación del riesgo

    Los uruguayos más dispuestos a aceptar el riesgo son los más jóvenes (los que aún no cumplieron los 30 años), y los menos dispuestos son los abuelos, los que ya cumplieron los 60 (Cuadro 2). Los ingresos ordenan las actitudes hacia el riesgo de manera perfecta: entre los menos favorecidos solo el 21% opta por fundar una empresa, porcentaje que sube sistemáticamente hasta el 35% correspondiente a los ingresos medio-altos y altos. Los de mayores ingresos son los menos preocupados por la seguridad (comprarían casa o ahorrarían en menor proporción que los demás). Los más inclinados al esparcimiento y al consumo son los más veteranos (razonablemente: por definición, su horizonte temporal es mucho más limitado) y los menos educados.

    Las inclinaciones de aquellos que en términos generales “si pudieran elegir” abrirían su propia empresa (más de la mitad del total) flaquean cuando se les pregunta qué harían con los dos millones de pesos (Cuadro 3). Entre ellos solo el 36% abriría su empresa; por alguna razón (por ejemplo, porque cien mil dólares no es suficiente, o porque no hay certezas, o porque el clima para los negocios no es bueno), la mayoría (41%) opta por la seguridad: comprar casa, ahorrar (y un 18% adicional optaría por trabajar menos y/o consumir más). Los que son o fueron empleados (y ahora están jubilados) son los que más se inclinan por la seguridad (entre ellos el 50% compraría casa o ahorraría).

    Finalmente: los estereotipos políticos tampoco funcionan de acuerdo a lo que se podría imaginar. Aunque las diferencias según voto son modestas, los más pro empresa (en el sentido preciso examinado aquí) son los votantes del Frente Amplio, seguidos de cerca por blancos y colorados. Los frentistas son también los que optan menos por la seguridad. Esto puede estar asociado, al menos en parte, al promedio de edad de los distintos grupos de votantes (algo más bajo entre los frentistas) que entre los demás votantes. Pero la conclusión es clara: en estas materias los uruguayos en general (y los frentistas en particular) estamos actitudinalmente más cercanos a las empresas que lo que solemos pensar. Los frentistas, en particular, son los que estarían más cerca de José Mujica, el chacarero florista, que de los funcionarios públicos.