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    Usuarios de cigarrillos electrónicos piden regulación mientras aumenta consumo en jóvenes

    Estudios internacionales muestran un descenso sostenido del consumo de tabaco, mientras aumenta el uso de estos dispositivos

    En Uruguay, al igual que en más de 30 países, la comercialización, importación y la publicidad de cigarrillos electrónicos –también conocidos como “vapes”– está prohibida desde 2009. Sin embargo, eso no impide que estos productos lleguen a manos de los consumidores a través de un gran mercado negro y, por tanto, sin ningún control sanitario.

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    Es en ese contexto, que la Asociación de Vapeadores del Uruguay (Asovape), creada a mediados de 2022, reclama que se regule el uso y la distribución de este tipo de vaporizadores líquidos. Mientras tanto, desde la academia ven con preocupación su masificación y aseguran que, además de generar graves daños a la salud, son una puerta de entrada al tabaquismo.

    “Las cifras de consumo experimental de cigarrillos electrónicos en jóvenes escolarizados de entre 13 y 15 años en Uruguay es del 22,2%”, alertó el doctor Mauricio Minacapilli, asistente de clínica médica de la Unidad de Tabaquismo del Hospital de Clínicas en diálogo con Búsqueda. Los datos surgen de la Encuesta Mundial sobre Tabaco en Jóvenes, realizada en 2019 y presentada por el Ministerio de Salud Pública en 2023.

    Según indica el documento, el consumo habitual de cigarrillos electrónicos en esa misma población (durante los últimos 30 días) asciende al 9,9% del total, “sin diferencias significativas con el consumo actual de tabaco” (que alcanza un 10,4%). Incluso, señala que en las mujeres la irrupción de los dispositivos electrónicos “es mayor y hasta exclusiva”, es decir que no utilizan otro tipo de productos con tabaco.

    Uno de los principales problemas para la medicina, además, es que los cigarrillos electrónicos son productos que llaman especialmente la atención de niños y adolescentes, debido entre otras cosas a la adición de aromas atractivos. “Son, sin duda, una puerta de entrada para nuevos consumidores de productos de nicotina”, opinó Minacapilli. Esto se debe, comentó, a que “tienen una muy baja percepción del riesgo”, son vistos y vendidos como una alternativa “menos dañina”, más fáciles de inhalar que los cigarrillos convencionales, y bajo la idea de que “no producen los efectos aversivos que generan los primeros contactos con el tabaco”.

    “Pero la mayoría de los dispositivos contienen nicotina, lo que hace que sea una puerta de entrada al consumo de tabaco o terminan teniendo consumo dual”, insistió.

    Mientras el consumo experimental de cigarrillos electrónicos se ubicaba en 8% en 2014, en 7,5% en 2015 y 4,5% en 2017, en 2019 ocurrió un boom. El experto atribuyó el incremento a la disponibilidad, al marketing “que escapa” a los mercados regulados, difundido a través de redes sociales, influencers y streamers, y a la aparición de estos dispositivos en series y películas. En segundo lugar, a la falta de fiscalización respecto a su comercialización.

    “Las personas se sorprenden cuando les dicen que los cigarrillos electrónicos no son legales, porque se venden en un montón de comercios, ferias, puestos ambulantes y a través de redes sociales”, señaló.

    Efectos en la salud

    Diversos estudios dan cuenta de un descenso sostenido del consumo de tabaco a nivel mundial, al tiempo que año a año aumenta el uso de cigarrillos electrónicos, dijo el médico. Al tratarse de una tecnología reciente (cercana a las dos décadas), aún son objeto de debate las consecuencias a largo plazo del uso de cigarrillos electrónicos. De otros hay evidencia y para Minacapilli los efectos se pueden dividir en cardiovasculares y respiratorios, y son “frecuentes y preocupantes”.

    Afirmó que diversos modelos experimentales documentaron una mayor frecuencia de problemas cardiovasculares –como un aumento de la lesión de la pared interior de los vasos sanguíneos– en personas que consumen vapes. Respecto a los efectos respiratorios sostuvo que “existe mucha evidencia”, también en modelos experimentales, acerca de que estos dispositivos aumentan las lesiones pulmonares, incluso con la aparición de EVALI (Vaping Associated Lung Injury) una enfermedad asociada directamente al vapeo. “Se trata de una inflamación muy grave que ha causado muchas muertes en el mundo”, dijo.

    Minacapilli sostiene que, si bien los cigarrillos electrónicos pueden conllevar un menor riesgo que los convencionales, el riesgo es igualmente “muy alto”.

    Por su parte, el presidente de Asovape, Washington Miraballes, dijo a Búsqueda que estiman que en Uruguay hay más de 10.000 usuarios de vapes, lo que se evidencia, por ejemplo, en el aumento de la cantidad de miembros en los grupos de redes sociales vinculados a este fenómeno. En su opinión, la evidencia muestra que las prohibiciones “no funcionan” y que los cigarrillos electrónicos “no generan mayores daños a futuro”.

    “El vapeo está en Uruguay hace años, está creciendo y va a seguir existiendo porque hay usuarios a los que les ha dado resultado. Además, los usuarios tienen derecho a consumir nicotina de una forma más segura que con el cigarro convencional”, señaló.

    Para Miraballes, los cigarrillos electrónicos han ganado popularidad como una alternativa eficiente para dejar de fumar, por lo que cuestiona la falta de regulación de este sistema de administración de nicotina, que podría ser similar a la que rige a los chicles o parches.

    “No decimos que sea inocuo ni pretendemos hacer propaganda del vapeo. Lo que pretendemos es que se regularice el mercado y que los usuarios puedan acceder a productos de buena calidad regulados. Que sepamos qué consumimos, porque hoy eso queda a confianza de quien vende”, criticó. Dijo además que “nadie quiere participar de los mercados ilícitos”, pero es la única alternativa que tienen. Por otro lado, Miraballes señaló que “es un mito” que el vapeo sea un paso previo al tabaquismo, ya que se trata de cosas “totalmente distintas”.

    “Una persona que vapea no vuelve más al cigarrillo convencional”, aseguró.

    Sin embargo, reconoció como un problema el aumento del consumo de estos dispositivos electrónicos entre los jóvenes, quienes lo toman como moda y terminan desarrollando una dependencia a la nicotina. “Con una regulación se podría generar una mayor concientización sobre los riesgos, así como se hicieron campañas contra el cigarrillo convencional”, señaló. La idea de estos dispositivos, agregó Miraballes, es que sean dirigidos únicamente a los adultos que ya fuman.

    Pero este argumento, para Minacapilli, responde a una “estrategia de la industria” tabacalera para captar nuevos consumidores. Además, dijo que regularizar “no es el camino”, sino que debe hacerse un esfuerzo mundial para impedir su fabricación, que además daña el medio ambiente.