Eran ya casi las tres de la tarde del helado martes 8, el horario en que comenzaba la función, pero las personas seguían entrando a la sala principal del Teatro Solís. Los acomodadores pedían a los espectadores que por favor no dejaran asientos vacíos entre butaca y butaca. El lleno era total, algunos niños agitaban globos allá en lo alto, desde los palcos, y aunque había algarabía, no se escuchaban gritos desacatados.
Antes de comenzar el espectáculo, la locutora agradeció especialmente que estuvieran allí los niños de Ecilda Paullier, del departamento de San José, que viajaron con el objetivo expreso de ver a Los músicos de Bremen, una aventura musical, imponente show con despliegue escénico de música y baile, basado en el cuento del mismo nombre escrito por los hermanos Grimm.
El relato clásico del burro, el perro, el gato y el gallo que han perdido la ilusión y el encanto de vivir y son despreciados por sus dueños por estar viejos, se actualiza en esta puesta con una versión bien local, que es un goce visual muy entretenido y parejo en cuanto a la calidad de sus ingredientes. Son más de 40 artistas sobre el escenario, que actúan, cantan, hacen acrobacias aéreas, circo y malabares.
La riqueza de la propuesta hace que se recorran géneros que por lo general suelen apreciarse por separado, como sucede con el ballet, el hip hop, el rock y el tango, con un libreto matizado de chistes e ingeniosidades varias que incluye guiñadas para los adultos, que disfrutarán al igual que los chicos. Todos van a Bremen en compañía de estos animales tan simpáticos como buenos cantantes.
La idea original y la producción estuvieron a cargo de Carolina Escajal, con la dirección general de Jimena Márquez y Maximiliano Xicart. En Los músicos de Bremen se aprecia una gran apuesta por el vestuario en su originalidad (con toques de artesanía y textiles), colorido y luminosidad (lentejuelas, telas brillantes), y por los telones, diseñados y realizados por Sebastián Barcelona. De gran calidad y calidez estética, son como cuadros de fondo con casitas, cielos intensos y lunas enormes que realzan lo que va sucediendo en la obra. Para que todo esto luzca como es debido, la iluminación, a cargo de Laura Leifert y Sebastián Marrero, es clave.
La dirección musical es de Pablo Machado y la directora de arte y vestuario es Paula Villalba. De gran trayectoria en el teatro uruguayo, Villalba ha trabajado siempre con el director Roberto Suárez y ganó varios premios Florencio, además de otros reconocimientos. Para conseguir que los actores luzcan como animales, además del vestuario, se empleó un maquillaje muy efectivo, diseñado por Silvina Sodano y Cecilia Villarino.
A medida que se cuenta la historia en escena, cada animal va presentando diferentes números musicales, con una coreografía general que estuvo a cargo de Santiago Duarte.
Otro punto fuerte de Los músicos de Bremen son las actuaciones. El que comanda al grupo improvisado de viajeros es el burro, interpretado por Carlos Rompani, a quien se suman el perro (Javi Martínez Barzi), la gata (Natalia Bolani) y el gallo de Jimena Vázquez. Además, actúan Lucía Bonnefón como la Reina colgante y duquesa, Guillermo Capo como pirata, duque y mozo y los juglares, interpretados por Rodrigo Inthamoussú y Lucas Pintos, quienes hacen participar a los niños de la platea, que terminan gritando desaforados decenas de palabras en algunos momentos de la obra. Además, hay una banda de música completa e integrada por 12 instrumentos: teclados, acordeón, guitarra, batería, percusión, bajo, violín, viola, flauta traversa, violoncello, trompeta y trombón.
A punto de partida del encuentro, los animales deben afrontar juntos tanto adversidades como agradables momentos. Estos cuatro seres tan disímiles en su naturaleza logran, a pesar de todo, recuperar el entusiasmo y el sabor de la vida. En el medio hay peleas con final feliz, una historia de amor, un baile callejero, una extraña danza marina, una rica comida y muchas cosas más que se potencian al ser vividas entre nuevos amigos. El nivel de humor se eleva sensiblemente cuando interviene el gallo rockero, “Elvis, la pelvis”, un personaje muy bien logrado en cuanto al vestuario y a la personificación, apelando a los movimientos sincopados tan típicos del ave de gallinero.
A las escenas de canto solista, como la de la gata, muy fina y vestida de rosa, que entona un tango en la voz de Bolani —que en los últimos años trabajó con este género—, se suman coreografías grupales bien dinámicas y coordinadas.
El cuento original de los hermanos Grimm relata que los animales, cuando tienen hambre, deciden espantar a unos bandidos para comer su comida, y para ahuyentarlos arman una torre subiéndose uno encima del otro. Así forman una figura grotesca y gritan, al unísono, consiguiendo que los malhechores escapen. El camino a Bremen, la ciudad adonde quieren llegar porque acoge bien a los músicos, es recreado de manera diferente en Los músicos de Bremen.
Al lado del Ayuntamiento de Bremen, en 1953, se colocó una estatua con la “torre” de animales y, según cuenta la leyenda, si se frotan las patas delanteras del burro, se cumplen los deseos de la persona que allí se detiene. De este modo arranca este musical: cuando se tocan las patas del animal, comienza a desplegarse todo un mundo de fantasía.
“En cualquier parte se puede encontrar algo mejor que la muerte”, escribieron los hermanos Grimm. Un poco menos oscuros, Los músicos de Bremen uruguayos invitan a que todos sean más “jirafosos”, lo que en lenguaje absurdo equivale a decir más divertidos.
Jacob y Wilhelm Grimm fueron dos escritores alemanes. Alcanzaron la fama debido a sus cuentos de hadas y a sus investigaciones sobre el lenguaje. Publicaron la recopilación de relatos “Cuentos de la infancia y del hogar”, un “Diccionario alemán”, un volumen de “Leyendas alemanas”, una “Gramática alemana” y una “Mitología alemana”. Entre sus cuentos más populares se encuentran los clásicos que han escuchado los niños de todas las épocas: “Caperucita Roja”, “La Bella Durmiente”, “Hansel y Gretel”, “Blancanieves”, “Pulgarcito” y tantos otros.
Con el paso de las décadas, los escritos de los hermanos Grimm se consolidaron como un pozo brillante de agua creativa que estos realizadores uruguayos han sabido aprovechar de una manera genial. La obra permanecerá unos días más luego de las vacaciones de invierno.
“Los músicos de Bremen, una aventura musical”. Teatro Solís, de martes a sábados en dos funciones, a las 15 y 17 h, y los domingos a las 15. Localidades: $ 300, en venta en boletería y en Red UTS.
