El productor agrícola no deja de mirar de reojo cómo evoluciona el precio de la soja en el mercado internacional de Chicago y, al mismo tiempo, se rasca la cabeza buscando una alternativa al problema que se le presenta con la calidad de la semilla que tiene para plantar en la próxima zafra, de la cual dependerá en gran medida la cantidad de grano que cosechará.
Las empresas semilleras también admiten la pérdida de calidad de esos productos y ponen el foco de atención en la problemática regional, ya que los proveedores de países vecinos afrontan una situación similar.
En Argentina los productores reavivaron su interés por los granos, debido a la reducción de los impuestos a las exportaciones, y en Brasil el área sojera no para de crecer, por lo que en los próximos meses pasará a ser clave la provisión de semillas. Y si el valor de la oleaginosa pega un salto en Chicago puede que falten semillas en el mercado uruguayo.
Casi la mitad del mercado de soja se abastece de semilla de uso propio y los productores están preocupados porque la calidad no es buena, debido al exceso de humedad en la última zafra. Entonces, en una coyuntura de números desajustados con relación a los costos de producción y la volatilidad del precio de esa oleaginosa, ese factor tiende a generar incertidumbre respecto a la disponibilidad de semillas para plantar en la próxima siembra sojera.
Las empresas proveedoras de esos productos también reconocen esa situación. “En los semilleros tuvimos un golpe con las calidades” y en zonas de la región de donde se suministran las semillas también se registraron problemas de calidad “bastante serios”, con lo cual el escenario se ve complicado, dijo a Campo el líder comercial de Monsanto Uruguay, Marcos Carrera.
Ese técnico acotó que todavía no hay una demanda confirmada de semillas que pueda indicar la dimensión de ese factor y que hoy existe una sensación de mercado consistente sobre ese tema.
Pero eso no es suficiente para pensar que si la empresa trae el triple de semillas va a colocar toda esa cantidad y tal vez pueda no dar abasto. Hasta ahora pasa por una especulación, opinó.
Carrera explicó que los factores detractores del área a sembrar pasan por la disponibilidad de semilla, el financiamiento para la próxima siembra, que se puso más duro que en otros años, y los precios de la soja.
El “endurecimiento” de las condiciones de financiación, tanto bancaria como de proveedores, es una “característica” del mercado agrícola actual, enfatizó. Reconoció que eso puede incidir en la superficie final a ser plantada por los productores.
Los diferentes actores ponen una mayor atención respecto a las condiciones que puedan dar seguridad de retorno de los eventuales créditos o de la entrega de insumos a cobrar, eso en un contexto de volatilidad del precio de la soja, entre otros factores.
Hubo que refinanciar algunas deudas, reconoció una fuente del sector bancario.
Uno de los factores a favor del cultivo de soja es que no hay otras alternativas en el negocio agropecuario que convenzan al productor de dejar esa actividad, según empresarios del sector.
Pero ese tipo de comentarios, con más o menos argumentos de peso, son habituales en el mercado local. Los comercializadores de ganado repiten una y otra vez que la ganadería es lo único que siempre dio seguridad al productor uruguayo, mientras entre consultores agrícolas suena una voz reivindicadora de los granos como sinónimo de rentabilidad.
“Problemón”
Más allá de eso, en la agricultura hay coincidencia en que no se puede esperar un salto en el área de siembra. “Quedará igual” que el año pasado, terminan reconociendo la mayoría de los actores del sector. El millón de hectáreas de soja plantada parece ser el común denominador entre los productores.
Eso ocurre luego de varios años de expansión, al pasar de 20.000 hectáreas en los primeros años de la década de 2000 a más de un millón entre 2009 y 2011, según datos de la Dirección de Estadísticas Agropecuarias del Ministerio de Ganadería.
Con el paso de los años ese fuerte crecimiento de la actividad agrícola, principalmente en zonas que tradicionalmente estaban dedicadas a otras producciones, como la ganadería, trajo aparejado nuevos desafíos para el agro local.
Este año uno de los temas que se presentan como una novedad y que puede traer más que un dolor de cabeza para los productores es la aparición de malezas que perjudican a los cultivos. Ese fue uno de los asuntos analizados en la jornada de actualización técnica organizada por la empresa Monsanto, el miércoles 3 en Mercedes, departamento de Soriano.
Se trata específicamente de la semilla de la maleza Amaranthus, que vino con maquinaria agrícola importada de Estados Unidos, y fue detectada por técnicos y productores en la cabecera de las chacras, dijeron varios agrónomos consultados por Campo.
Algo que alarma a los agricultores es que la tasa de reproducción de la semilla de esa maleza “es altísima, está en unas 400.000 semillas por planta”, dijo Carrera. Por lo que “rápidamente se convierte en un problemón” para los productores, advirtieron.
Entre lams principales recomendaciones formuladas por técnicos argentinos en la jornada de Monsanto, en Mercedes, figura la importancia de que los productores puedan extraer de raíz las malezas o, en caso contrario, en un plazo de tres años ese problema será incontrolable, dijeron.
“Ahora estamos en el año uno”, indicaron.
Otra medida complementaria ante esa situación es hacer un manejo alternado de productos activos (agroquímicos) para controlar la expansión de las malezas, consideraron.
Para algunos técnicos agrícolas el campo uruguayo está requiriendo un cambio del manejo agronómico en las chacras, a diferencia de lo que tradicionalmente se hacía en estos casos.
Los productores asistentes a la conferencia de Monsanto y a otras actividades similares que se dieron en estos días, como el simposio de Syngenta, en Colonia, o la jornada Crea (Fucrea), intentan captar la mayor cantidad de información posible e intercambiar datos y opiniones con sus pares para definir qué harán en la próxima siembra, que arrancará entre octubre y noviembre. El tiempo dirá qué factores pesaron más que otros a la hora de pasar raya y medir la cosecha, que llegará por marzo o abril del próximo año.