Entre 1908 y 1910, Ortiz de Taranco había mandado construir en la manzana comprendida por las calles 25 de Mayo, 1º de Mayo, Solís y la plaza Zabala un lujoso palacete como vivienda familiar. Un proyecto que había estado a cargo de arquitectos franceses, los mismos que en los años posteriores se encargaron del interiorismo y estilo de la casa. Asesorados por ellos, los Ortiz de Taranco no escatimaron en gastos a la hora de decorar su nueva vivienda. Así, por ejemplo, la mayor parte del mobiliario lo compraron en Maison Krieger, la mejor casa de decoración de París, cuyos principales clientes también eran las casas reales. Las obras escultóricas y pictóricas las encargaron a artistas reconocidos. Y el tapiz del recibidor, donde se encuentra la escalera principal de mármol y bronce, a la fábrica española fundada en el siglo XVIII y que permanece abierta hasta el día de hoy.
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Era costumbre, en aquella época, que la fábrica tuviera acuerdos con distintos artistas reconocidos, quienes le cedían el derecho de replicar sus obras. Ejemplo de estos acuerdos fueron Diego Velázquez y Francisco de Goya. Tras varias consultas, Ortiz de Taranco se decidió por una réplica del cuadro de Velázquez, La rendición de Breda, el cual retrata a Justino de Nassau, de la casa Orange, entregando las llaves de la ciudad sitiada al aristócrata español Ambrosio de Spinola. Un hecho que acontece a principios del siglo XVII, cuando los Países Bajos luchaban por independizarse de España.
En ese momento la Fábrica Real de Tapices trabajaba solamente con lana y algodón. Sin embargo, a Ortiz de Taranco estos materiales no lo convencieron por el riesgo de ser apolillados; por eso solicitó que el suyo fuera confeccionado en seda, desafío al que la fábrica accedió por única vez en su historia. Esto la convierte en una pieza única no solo para Uruguay, sino para el mundo entero. “No hay otra pieza realizada por la Real Fábrica de Tapices en ese material. Eso hace que sea muy particular, con mucho valor histórico y patrimonial”, resaltó Villalba.
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Tras dos años de confección, el tapiz llegó a Uruguay en 1920 y durante más de dos décadas vistió la pared de uno de los principales espacios de trasiego del palacio. Desde su lugar de privilegio, vio crecer a varias generaciones de esta familia aristocrática montevideana, que en 1940 decidió poner el edificio a la venta, y fue adquirido tres años después por el Estado uruguayo. Las condiciones de la familia Ortiz de Taranco a la hora de venderlo fueron: que se conservara el mobiliario y objetos decorativos como una colección en su conjunto y que con el tiempo se constituyera allí el Museo de Artes Decorativas. Promesa que el Estado supo cumplir desde la década del 70.
Perdido y encontrado
No obstante, la adquisición del palacio por parte del Estado supuso que en la década del 40 se instalara allí el Ministerio de Instrucción Pública y el tapiz cayó en el olvido. Al respecto, Villalba señaló que si bien no se sabe con certeza, se estima que en el afán de adaptar los espacios a sus funciones de oficina pública, muchos de sus muebles y objetos decorativos fueron trasladados a otros lugares o incluso se guardaron en el depósito. Esa suerte corrió el tapiz, que durante décadas estuvo perdido, hasta que en 2015, el entonces director del museo, Fernando Loustanau, (recientemente fallecido) lo encontró en el depósito, doblado y en condiciones de deterioro importantes.
Como el tapiz se encontraba muy frágil y no se podía colgar, en aquel momento se resolvió extenderlo sobre el piso de lo que había sido el cuarto principal de la residencia Ortiz de Taranco y cercarlo con un cordón a su alrededor para que nadie lo pisara o se le acercara. Paralelamente, se inició una búsqueda de restauradores locales especializados en textil, pero como en Uruguay escasean este tipo de oficios, el resultado fue nulo.
“No hay otra pieza realizada por la Real Fábrica de Tapices en ese material. Eso hace que sea muy particular, con mucho valor histórico y patrimonial”, resaltó Villalba “No hay otra pieza realizada por la Real Fábrica de Tapices en ese material. Eso hace que sea muy particular, con mucho valor histórico y patrimonial”, resaltó Villalba
En ese estado de exhibición precaria se mantuvo el tapiz durante prácticamente dos años, hasta que en 2017, gracias al Sistema Nacional de Museos, se consiguió el apoyo para limpiarlo y hacerle una guarda de conservación (se enrolló de una forma determinada para que la fibra no se aplastara y se lo colocó sobre unos soportes para dejarlo suspendido). Así se mantuvo hasta el año pasado, cuando el Museo de Artes Decorativas logró lo que se creía imposible.
Un sueño
La falta de restauradores locales no desalentó al equipo del museo. Por el contrario, conscientes del valor patrimonial del objeto, comenzó a plantearse la posibilidad remota de enviarlo a restaurar a la Real Fábrica de Tapices de Madrid. Algo que de primera parecía inviable por los costos de traslados y restauración que seguramente implicaría. Sin embargo, nada de eso fue obstáculo para iniciar los contactos con la fábrica y constatar el interés de los técnicos de allá por restaurar esta pieza única confeccionada por la misma fábrica.
A esto se sumó en 2023 el interés manifiesto de la Comisión de Patrimonio de apoyar el proceso de restauración y hacerse cargo de la inversión, a cambio de que el museo se encargara de todas las gestiones necesarias. “No hay un precedente de esto, no hay un bien patrimonial del Estado de estas dimensiones que haya salido del país para restaurarse. Se trata de una pieza que para viajar tenía que estar acondicionada de determinada manera. No es un cuadro, una obra pictórica que por más que sea grande, con una caja determinada, con todas las aislaciones que tiene que tener, va bien y puede ir en un avión normal. En este caso, era un textil enorme, que tenía que viajar enrollado y suspendido, para no comprimir la fibra. Entonces primero tuvimos que asesorarnos, diseñar ese dispositivo de suspensión, mandarlo construir y empezar a contactar a las empresas que pudieran hacerse cargo del traslado”, contó Villalba.
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Así fue que a principios de 2024 el tapiz partió rumbo a Madrid en un avión de carga, que hizo escala en Fráncfort, desde donde se continuó el viaje en camión hasta la capital española. En total, el traslado demoró una semana y en todo momento el tapiz viajó suspendido.
Al llegar a Madrid, los técnicos de la fábrica se encontraron con “un panorama mucho más complejo del que habían previsto” a través de las imágenes e informes que se les había enviado desde Uruguay. Resultó que en la década del 80 el tapiz había “tenido una intervención muy poco feliz” en Buenos Aires, en la que le habían pegado un forro por el lado trasero. “Nos pusimos a investigar y funcionarios que trabajaron muchos años acá nos contaron que cuando la pieza llegó de Buenos Aires, la volvieron a colgar en su lugar y en el mismo momento se fisuró. Entonces, el mayor daño que tenía la pieza era esa intervención, un daño mayor incluso que el del paso del tiempo y la decoloración por la radiación”, explicó Villalba.
“Si la fábrica hiciera hoy un tapiz de esas dimensiones, el costo sería de más de 200.000 euros. Pero cuando nos preguntan por el valor económico de una pieza así, es difícil asignarle uno, porque no sería el verdadero valor de la obra. El verdadero valor es histórico y patrimonial” “Si la fábrica hiciera hoy un tapiz de esas dimensiones, el costo sería de más de 200.000 euros. Pero cuando nos preguntan por el valor económico de una pieza así, es difícil asignarle uno, porque no sería el verdadero valor de la obra. El verdadero valor es histórico y patrimonial”
Esto implicó a los técnicos un trabajo extra, ya que debían extraer el pegamento del lado trasero. Luego de varios intentos, pruebas y consultas a distintos museos de Europa, lograron dar con una solución que lograba retirar el pegamento sin estropear el textil. “Sin embargo, se dan cuenta de que no se disuelve en todos lados, por lo que en algunos fragmentos del tapiz debieron retirar el pegamento con bisturí. Por eso, la restauración en vez de llevar tres meses, como nos habían dicho, terminó llevando casi un año. Además, ellos trabajan 100% con técnicas manuales, siguen trabajando con las mismas técnicas que cuando empezaron hace siglos. Es un trabajo muy artesanal, lo que garantiza el resultado”.
Ya con el proceso de restauración avanzado, el equipo del museo comenzó a trabajar en el diseño del soporte para poder exhibir el tapiz, ya que de ninguna manera podía volver a colgarse. Para eso recibieron asesoramiento de la fábrica de tapices y nuevamente el apoyo de la Comisión de Patrimonio.
Valor histórico y patrimonial
A finales de enero, el tapiz restaurado llegó a Uruguay y fue montado en un dispositivo inclinado al ras del piso. El martes 25 de febrero Villalba y su equipo lo presentaron al público.
La pieza, que va a quedar exhibida como parte de la colección del museo, se encuentra ubicada en una sala especialmente seleccionada, teniendo en cuenta las dimensiones y la poca luz solar. “Si bien tenemos protección UV en todos los vidrios, siempre un porcentaje de radiación pasa y el tapiz debe recibir la menor cantidad de luz solar directa”. La directora del museo señaló también que, para evitar que quede expuesto permanentemente a la luz artificial, se diseñó un sistema de iluminación con sensor, que se activa ante el movimiento. “Hemos tomado todas las medidas para conservarlo y exhibirlo de la mejor manera posible, teniendo en cuenta también los espacios del museo, lo cual es todo un desafío. El edificio fue concebido como casa de familia, no como museo”.
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Por otra parte, la institución tiene previsto realizar en los próximos meses un ciclo de actividades, visitas guiadas y charlas sobre diferentes temas vinculados al tapiz. La agenda incluye en junio una charla con la restauradora de la Real Fábrica de Tapices que estuvo a cargo del proceso. “La idea es contar toda la experiencia, compartir todo el aprendizaje, porque los museos también tenemos que transmitir. Nos gusta mucho trabajar con el detrás de escena, mostrar todo ese trabajo que hay detrás de cada exhibición, que no se ve a simple vista pero que hace que todo funcione”, afirmó Villalba, muy orgullosa con lo logrado.
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El tapiz ocupa prácticamente toda la sala en la que se exhibe dentro del Museo de Artes Decorativas, ubicado en el Palacio Taranco.
Adrián Echevarriaga
Aunque prefirió no dar números de la inversión que supuso el proceso de restauración y el traslado, sí indicó que para el museo era “impensable” afrontar el costo, dado que la cifra estipulada excedía el presupuesto anual del museo. “Para hacerlo, hubiéramos tenido que cerrar el museo (por un par de años). Por suerte, la Comisión de Patrimonio entendió la importancia de la pieza y a través de ellos pudimos hacerlo”.
La directora, por otra parte, resaltó que al tapiz restaurado no se puede poner un precio. “Si la fábrica hiciera hoy un tapiz de esas dimensiones, el costo sería de más de 200.000 euros. Pero cuando nos preguntan por el valor económico de una pieza así, es difícil asignarle uno, porque no sería el verdadero valor de la obra. El verdadero valor es histórico y patrimonial”, remató.