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En este mundo globalizado se dictan tendencias que se siguen casi que por mandato, especialmente en los temas vinculados al diseño. Esa especie de dictámenes marcan el espíritu del momento, y está bien que así sea. Cada tiempo, cada época tuvo sus modas, sus usos y costumbres. Pero una buena manera de sumarse a la ola es que esas elecciones no anulen la personalidad; que podamos llevar eso que se usa pero a nuestro modo. Y si nuestro modo se aleja bastante de lo que indica la moda, bienvenido sea, mejor aún. Estaremos así defendiendo nuestra identidad, y eso significa libertad.
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Cansados ya de la uniformidad de estéticas y de las bellezas homogéneas, para esta edición especial de interiorismo —que va por su 13er año— intentamos escaparles un poco a las modas imperantes, a lo que vemos todo el tiempo en Instagram y Pinterest, y salimos a buscar cómo son las casas reales, cómo viven aquellos que le ponen ganas y cariño a sus ambientes siguiendo sus propias reglas.
A medida que fuimos recopilando material observamos que, como una reacción a la hegemonía monocromática de los neutros que viene ya dominando hace un tiempo, eliminando cualquier factor sorpresa y llevándonos a los límites del tedio, reaparece el color para romper con la monotonía.
Pero, sobre todo, encontramos que la mejor manera de tener una casa con alma es precisamente darle identidad, y eso solo se logra haciendo caso omiso de lo que marca la moda, de las opiniones ajenas.
Empezamos el recorrido de estas páginas con una muestra de lo que trae en su interior el libro Los excéntricos, de las argentinas Victoria Schiopetto y Mariana Rapoport, quienes en la nota cuentan su travesía por casas de Argentina, Paraguay y Uruguay en busca de esos personajes que tienen la cualidad de despojarse de restricciones y prejuicios para salirse de lo común y crear entornos que revelan sus pasiones y obsesiones, al tiempo que suman características culturales de los lugares donde se insertan. En su viaje por Uruguay, estuvieron en Colonia, Montevideo, Punta Ballena, Manantiales, Pueblo Garzón y Cabo Polonio.
Estos lugares que hablan de sus dueños son ejemplos de que en estos casos se necesita más ideas que dinero y una fuerte dosis de audacia. El trabajo, que es una delicia de libro, busca “reflejar esas personalidades y cómo logran crear sus entornos sin copiar a nadie, sin que les importe el qué dirán, sin regirse por reglas de uso de nada, solo por su intuición, talento y libertad creativa”, como dice Rapaport en la nota. Escuchar la voz interior, de eso se trata.
Las páginas de esta edición incluyen ejemplos de hogares de personas vinculadas al mundo del diseño que han incorporado esta premisa a sus vidas. Lejos del excentricismo, y más cerca de las casas bellas de gente común, mostramos el interior de un reciclaje en Parque Rodó y de una casa en Carrasco.
En cuanto a la visión de los profesionales del rubro interiorismo, los proyectos que eligieron presentar en esta edición hablan fuerte y claro del color como recurso para romper con el agotado diseño regido por el beige, el blanco y el gris. Puede ser en un mueble de cocina, un placard, una alfombra, un sillón, una obra de arte. Lo podemos ver en un apartamento frente al mar de Punta Ballena, en el dormitorio infantil de una casa en Carrasco o en el living comedor de un apartamento sobre la rambla de Punta Carretas.
Este paseo visual trae también un poco de lo que sucede en la arquitectura, como el regreso del brutalismo (aquella corriente de los edificios feos) y su proyección hacia el diseño de interiores, y algo de lo que se construye en Europa a través del nuevo hotel de Christian Louboutin en Portugal, un despliegue de personalidad excéntrica y creativa si la hay pero con lujo.
Sean bienvenidos entonces a una nueva edición de GaleríaInteriorismo, uno de los números que más disfrutamos producir durante el año. Y bienvenidos todos aquellos que se animan a crear sus propios mundos sin concesiones.