Luego de una brillante trayectoria profesional que también le hizo jugar tres mundiales con la Celeste, siendo el mejor jugador de uno de ellos, Sudáfrica 2010, Diego Forlán, Cachavacha, debuta como tenista profesional este miércoles 13 de noviembre en el Uruguay Open, en el Carrasco Lawn Tennis. Es el mismo lugar donde hoy, a los 45 años, practica todos los días. Ya juega semiprofesionalmente: está en el puesto 113 del ranking de la Federación Internacional de Tenis (ITF, por la sigla en inglés) para mayores de 45, para la que ya ha disputado cinco torneos.
Sin embargo, quien ganara la Copa América 2011 con la selección y defendiera camisetas tan gloriosas como Independiente (Argentina), Manchester United (Inglaterra), Atlético de Madrid (España), Inter de Milán (Italia) y Peñarol, nunca dejó de jugar tenis, de forma recreativa, mientras era profesional del fútbol. "Lo hacía de manera recreativa y algunas veces como parte de mi entrenamiento ya que el tenis te da mucha reacción. Entonces íbamos con mi hermano, jugábamos un rato y sobre el final hacíamos trabajaos de reacción jugando al tenis", explica.
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Diego Forlán en la conferencia de prensa de presentación del Uruguay Open en Carrasco Lawn Tenis, torneo en el que el futbolista debutará en el tenis profesional
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A Forlán le resulta difícil comparar ambos deportes, tan distintos entre sí como pueda imaginarse. “Acá el tema individual, mental y psicológico es duro, no es nada fácil. Obviamente que un gol vale mucho más que un punto, porque necesitás tres más al menos para ganar un game. Yo antes era mucho más ansioso, intentaba cerrar todo con un winner y me decían que esperara una jugada más. En el fútbol yo no tenía una más, porque como delantero debía patear lo más rápido posible al hueco que me dejaba el arquero. Muchas veces regalo puntos porque me apuro y peco por costumbre”, dijo en una entrevista a ESPN.
Mientras espera ver qué le depara el destino y su talento (a él y a Coria, hermano menor de Guillermo Coria, hoy capitán argentino en la Copa Davis y exnúmero 3 del mundo), enfrentándose a jugadores de la mitad de su edad, Forlán se suma a una lista selecta de deportistas que, luego de alcanzar el éxito en lo suyo, se cambiaron de disciplina. Alerta spoiler: ninguno de ellos pudo lograr en su nueva actividad un éxito parecido al original. Pero a los 45 años (se retiró del fútbol en 2018, más o menos a la misma edad que lo hizo su padre) ya es claro que la competencia de Forlán es contra él mismo. Y más allá que quiera disfrutar, se trata de un tipo supercompetitivo.
"Disfrutar más que nada", responde Forlán cuando se le pregunta cuáles son sus planes tenísticos. "Para mí tener la oportunidad de debutar a los 45 años en un torneo profesional de tenis es un regalo y un privilegio, así que quiero disfrutarlo", concluye a Galería.
Michael Jordan probó con el béisbol
Quizá el más notorio de todos los casos. A los 30 años, el mejor basquetbolista del mundo, que ya comenzaba a ser considerado el mejor de todos los tiempos, se cambiaba a su deporte favorito cuando niño. Fue a mediados de 1993, cuando ya había ganado tres anillos de la NBA de forma consecutiva con los Chicago Bulls y había sufrido la muerte de su padre. Se quedó en la misma ciudad, jugando para los Birmingham Barons, el equipo de ligas menores de los White Sox de Chicago. Se dice que si hubiera tenido más turnos de bateo y si hubiera arrancado antes, quizá hubiera tenido más suerte. Pero lo cierto es que su performance en los campos diamantinos no fue nada del otro mundo. Sirvió apenas como argumento colateral de Space Jam (la película de Warner Bros. con Air Jordan y Bugs Bunny de 1996), a través del cual los monstars no lo reclutan para su equipo de básquetbol por ser beisbolista. En marzo de 1995 Jordan volvió a hacer lo que mejor sabe hacer y ganó otros tres títulos con los Bulls.
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Michael Jordan, beisbolista intrascendente
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Paolo Maldini antecedió a Forlán
Fue uno de los mejores defensores italianos de los últimos tiempos, histórico capitán y caudillo del mejor Milan de la historia y protagonista en más de mil partidos de fútbol. Se retiró en 2009, un mes antes de cumplir 41 años, luego de 24 temporadas en los rossoneros y cuatro mundiales con los azzurri. Se puede decir que es un antecesor de Diego Forlán, ya que a los 49 debutó en la Aspria Tennis Cup, un torneo que forma parte de la serie de challengers de la ATP (Asociación del Tenis Profesional). Lo hizo en formato dobles (como lo hará Forlán), con quien era su entrenador, Stefano Landonio. Ojalá al uruguayo le vaya distinto que a Maldini: lo del tano fue debut y despedida, cayó derrotado 6-1, 6-1, y si bien le llegaron muchas invitaciones a seguir jugando (su nombre era sin dudas convocante), no quiso repetir.
Usain Bolt corriendo tras la pelota
El jamaiquino tenía fama, fortuna y prestigio. Como atleta había logrado 11 títulos mundiales y ocho olímpicos, además de ostentar tres récords mundiales en su haber en 100 y 200 metros llanos, además de la posta cuatro por cien. Pero Lightning Bolt era fanático del fútbol (definitivamente, hay algo en Jamaica con el fóbal: Bob Marley también era enfermo por él) y a los 32 años quiso traspolar una parte de su tremendo éxito al más popular de los deportes en el mundo. Con el ego por la estratósfera, dijo que no quería jugar en “una liga pequeña”, luego de entrenar algunas veces con el Borussia Dortmund de Alemania. Pero nadie que no fuera él pensó que era más que un chiveo: en 2018 jugó en Central Coast Mariners de Australia y al año siguiente defendió al Strømsgodset IF de Noruega (y no, no lo iba a fichar el Barcelona ni Peñarol). Metió algunos goles, se sacó las ganas, tuvo un rapto de lucidez y realismo y se retiró.
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Usain Bolt corre por la punta, con mucho menos fortuna que en las pistas
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Rio Ferdinand a las piñas
Defensa central histórico del Manchester United y la selección inglesa, brilló cuando los red devils cotizaban alto en bolsa, en la década de 2000 y principios de la siguiente. En 2015, a los 36 años, tempranamente viudo, cambió radicalmente de físico y de vida. Aumentó 11 kilos y para 2017 ya había intentado incursionar en el boxeo profesional, en la categoría supermediano. Sin embargo, pese a que se entrenó a conciencia y a que contrató a los mejores asistentes técnicos que el dinero podía pagar, la Federación Británica se negó a darle la licencia. En rigor, se puso los guantes solo para las fotos; y si alguna vez peleó, no tuvo mayor validez.
Eric Heiden pasó del hielo a las pistas
Desconocido por estos lares, este norteamericano es una leyenda del patinaje sobre hielo. Su cumbre fue haber ganado cinco medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Invierno de Lake Placid en 1980. Nunca nadie, ni antes ni después, logró semejante proeza. Sin embargo, en ese mismo año, cuando solo tenía 22, se cambió a su deporte favorito: el ciclismo. El nombre que arrastraba desde que era patinador le acercó sponsors y oportunidades. No fue un bluf; de hecho, ganó el campeonato nacional en ruta y participó en el Tour de Francia en 1986 y el Giro de Italia en 1985. Estuvo lejos de los primeros puestos, pero que se lo haya habilitado a competir significaba algo. Hoy trabaja como médico traumatólogo y deportivo.
Gabriel Batistuta a caballo
El santafesino fue uno de los orgullos del fútbol argentino durante la sinuosa década de 1990 y principios de este siglo, cuando prometía siempre más de lo que finalmente cumplía. Goleador como muy pocos en el fútbol italiano, cuando el calcio era el torneo más competitivo en el mundo, número puesto durante tres mundiales, su exitosa carrera en el fútbol duró hasta 2005. En 2009 comenzó a dedicarse a otra gran pasión argentina, aunque bastante más elitista: el polo. Es un deporte a caballo donde los argentinos son los indiscutibles mejores del mundo. En ese mismo año, su equipo, Loro Piana, integrado por jugadores de muy distinto hándicap —por caso, Adolfo Cambiasso era un 10; el Bati, 0— ganó la copa Stella Artois en los campos de Palermo, algo así como el Wimbledon del polo.
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Gabriel Batistuta se pasó al polo
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Vicente Pernía entre dos pasiones argentinas
Omnipresente en las viejas revistas El Gráfico de los años 70, el Tano Pernía era un rústico defensor del Boca Juniors multicampeón de esos tiempos. Más vinculado a la fuerza que a la destreza, era constantemente reclamado por sus fans para la selección argentina, algo a lo que su técnico de entonces, César Menotti, se opuso constantemente. Tenía una segunda pasión que era el automovilismo, quizá el segundo deporte más popular en Argentina. A él se dedicó de lleno una vez retirado, en 1982 y a los 33 años, y —a diferencia de muchos de sus colegas en esto de cambiar de deporte— no lo hizo nada mal. De hecho, ganó cinco carreras y fue subcampeón del torneo de Turismo Carretera en 1997, siendo apenas superado por un referente como Juan María Traverso. Su hijo Mariano Pernía también fue un futbolista de bastante destaque (cuya trayectoria incluyó un breve pasaje por Nacional) que también se pasó al automovilismo.
Bixente Lizarazu encontró cómo canalizar energías en el jiu jitsu
Notable marcador lateral nacido en los territorios de ultramar franceses, ganó todo lo que un futbolista puede pensar ya sea con su selección o con el Bayern Munich alemán. Mucho menos conocido que sus compañeros en Les Bleus Zinedine Zidane, Marcel Desailly o Thierry Henry, su solvencia lo hacía un número fijo. Una vez retirado en 2006, dijo que precisaba practicar otro deporte para “canalizar” energías o “descomprimirse” luego de tantos años dedicados al fútbol. Estamos hablando de un tipo que de niño además de correr detrás de una pelota practicaba pelota vasca y tenis. Ya retirado probó primero con el esquí, pero fue con el jiu jitsu brasileño donde encontró su nuevo lugar en el mundo. No lo hizo mal: en 2009 se coronó campeón europeo senior en este arte marcial.
Andriy Shevchenko cambió las 18 yardas por los 18 hoyos
El implacable goleador que nació siendo soviético debutó ucraniano y se transformó en un clase A en el Milan de Italia, ha tenido una vida de película. Ya de niño fue uno de los sobrevivientes de Chernóbil, de grande se transformó en el mayor anotador del Derby della Madonnina y en modelo de Armani. Y luego de retirarse en 2012 se dedicó al golf profesional. Es muy común que los deportistas de élite, una vez consagrados, se carguen unos palos al hombro como hobby; pero el ucraniano se lo tomó en serio, al punto de lograr un subcampeonato en su país (que está muy lejos de ser una potencia en esta disciplina). Tanto le gustan los palos y la pelotita que su casamiento en 2004 fue en un campo de golf de Washington D. C. (su esposa es una exmodelo estadounidense).
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Víctor Galíndez y las ironías de la vida y la muerte
Este mediopesado es uno de los grandes nombres del boxeo argentino, dos veces campeón mundial, guapo como muy pocos y protagonista de una de las victorias más dramáticas de la historia, cuando en 1976 noqueó al estadounidense Ritchie Kates en los segundos finales estando casi ciego por las piñas recibidas. Luego de una carrera espectacular, donde su nombre solo fue opacado en su país porque tuvo la mala suerte de ser contemporáneo de Carlos Monzón, decidió dedicarse al automovilismo. Lo hizo convencido, ya que, como confesó una vez, tenía miedo de morirse en un ring. El 26 de octubre de 1980 debutaba como copiloto en un circuito bonaerense, su auto se averió y cuando volvía a boxes fue atropellado por otro vehículo. Murió en el acto, a los 31 años.