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El (des)amor por Montevideo: edificios nuevos vs. patrimonio
Las casas y los edificios hablan de nuestra herencia, de nuestro origen, de nuestra cultura. Trabajemos para que Montevideo no termine transformándose en una gran Estación Central.
Caminando por las calles de Montevideo, generalmente miramos hacia abajo para ver dónde pisamos —porque, entre desniveles y suciedad de perros, podemos terminar en el piso u oliendo muy mal— o hacia adelante, mirando comercios, buscando un número de calle, viendo la gente y los autos pasar. Pero muy pocas veces miramos hacia arriba. Difícilmente alzamos la vista para contemplar los edificios, admirar viejas arquitecturas, pensar en cómo habrá sido vivir en épocas pasadas. Tampoco es necesario mirar siempre para arriba. Hay casas al nivel de los ojos que merecen ser observadas, apreciadas. Hablan de un estilo, de la intención de un arquitecto al que le fue encomendada esa obra. Las casas y los edificios hablan de otras épocas, de cómo vivieron nuestros padres, madres, abuelos, abuelas, bisabuelos, tatarabuelos. Hablan de nuestra herencia, de nuestro origen, de nuestra cultura.
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Y es verdad que lo que se construye hoy habla de este presente que en el futuro será el pasado, y hablará de esta época como la que vivieron los antepasados de las siguientes generaciones. Y por eso también tiene un valor. Pero es imposible construir una sociedad derrumbando todo lo anterior, sin tener un pasado, una memoria. Está claro que no seríamos quienes somos hoy sin la historia que traemos detrás. Entonces, démosle valor a lo que tiene valor.
De esto se viene ocupando hace muchos años Alfredo Ghierra. Él estudió Arquitectura y Bellas Artes, también cine, trabaja la técnica del dibujo con grafo y tinta, pero también la fotografía, el arte digital, la animación, el ensamblaje de objetos y la pintura al óleo. En 2010 creó el personaje Ghierra Intendente, una performance artística con visos políticos apartidarios, en el que artistas, arquitectos y diseñadores se articulan para pensar y proyectar la ciudad. Este gran proyecto curatorial viene siendo una bandera con la que llama a la reflexión sobre el valor que les estamos dando a la arquitectura de Montevideo y al cuidado de la ciudad.
En este sentido, el año pasado Ghierra expuso en la fotogalería del Parque Rodó del Centro de Fotografía un impresionante trabajo en el que presentaba una foto de una esquina o un edificio de Montevideo en el pasado y una foto tomada exactamente desde el mismo punto en la actualidad. El resultado: desolador. La pérdida de belleza resultaba espeluznante. Entre el público que la vio, el comentario era casi unánime: qué tristeza. Las fotos del pasado mostraban un Montevideo casi imaginario, con casas de arquitecturas bellas, detalles increíbles, usos de los espacios públicos con provecho y cuidado. Una ciudad esplendorosa, construida con cariño. Las fotos del presente daban a entender el atropello del desarrollo, que pasa por encima sin preguntar ni pensar cómo hacerlo para que sea más lindo, olvidando aquel cariño. Pero ¿quién no quiere vivir en una ciudad bella?
El apego al cuidado del patrimonio edilicio que no tenemos como sociedad es una cuestión cultural que se puede empezar a cambiar desde las políticas públicas. ¿Qué valor les puede dar un niño a los edificios antiguos si cuando va por la calle ve que están todos destruidos, abandonados o siendo demolidos? El apego al cuidado del patrimonio edilicio que no tenemos como sociedad es una cuestión cultural que se puede empezar a cambiar desde las políticas públicas. ¿Qué valor les puede dar un niño a los edificios antiguos si cuando va por la calle ve que están todos destruidos, abandonados o siendo demolidos?
Ahora Ghierra dio un paso más en la dirección que se marcó tiempo atrás y estrena Montevideo inolvidable, un documental sobre la demolición a mansalva de casas y edificios antiguos para construir allí torres de decenas de apartamentos de escaso metraje. Es verdad, muchos estaban en pésimas condiciones, muy venidos a menos, producto también de esa desidia.
“No se trata solamente de carencias en el terreno legal que incentiven la restauración de las arquitecturas del pasado, siendo esta una causa fundamental del deterioro de gran parte de la ciudad, sino también de una cierta ceguera del sistema político para identificar el problema como un asunto importante a resolver y no solo como un tema superfluo que interesa a unas pocas personas. Un gran porcentaje de los montevideanos habita el patrimonio, pero no tiene ni condiciones económicas, conocimiento técnico ni ayuda estatal para hacerse cargo de su manutención”, dice Ghierra en la entrevista que nuestra colaboradora en temas de arquitectura, Gabriela Pallares, le realizó para esta edición de la revista.
Y agrega: “Estamos asistiendo a una situación en la cual la sociedad toda está haciendo un esfuerzo fiscal considerable (100 millones de dólares al año) para solventar las exoneraciones fiscales de una industria (la construcción) que no resuelve el problema de la vivienda y que es a la vez responsable de la desaparición de nuestra memoria construida. ¡De locos!”.
El apego al cuidado del patrimonio edilicio que no tenemos como sociedad es una cuestión cultural que se puede empezar a cambiar desde las políticas públicas. ¿Qué valor les puede dar un niño a los edificios antiguos si cuando va por la calle ve que están todos destruidos, abandonados o siendo demolidos? ¿Cómo puede entender que lo que se está dejando morir es patrimonio? Pues nada de eso parece ser así a simple vista. Solo hace falta pasar por la vieja estación de AFE para ver a plena luz del día la negligencia, apatía y hasta ignorancia del Estado sobre el valor de una joya como esa. Trabajemos para que Montevideo no termine transformándose en una gran Estación Central.