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En la ciudad de Maldonado una familia abre su chacra al público, un pulmón verde rico en flora y fauna

Ubicada en plena ciudad de Maldonado, la Chacra Bonet ofrece su espacio para fiestas, eventos y alojamiento de verano

“¡Saaaaritaaaa!”, grita Valeria Bonet. Y al principio nadie contesta. “¡Saaaariiiii!”, insiste. Y entonces se la ve asomar su cabeza desde abajo del agua hacia la superficie. Ahí está ella: un carpincho hembra que forma parte de la familia Bonet y tiene su nombre, como Valeria y como Norma Silva, su madre. Al rato aparece Han —llamado así en honor a Han Solo, personaje de la saga de películas de Star Wars—, otro carpincho muy simpático que se acerca a centímetros de las visitas humanas que acaba de conocer.

A la tropa de carpinchos, integrada por unos 15 ejemplares, se suman ovejas, caballos, chanchos, un jabalí, un pavo real, conejos, peces, gallos y gallinas. El último grupo incluye algunas brahma, populares por ser las más grandes del mundo, y otra raza exótica que en lugar de las plumas tradicionales tiene algo que parece pelo.

Ubicada en el centro de la ciudad de Maldonado­, con su entrada principal por la calle Wilson Ferreira Aldunate, la Chacra Bonet ocupa una superficie de 11 hectáreas en total. Allí también vive Alfonso Bonet, esposo de Norma­ y padre de Valeria, e Ignacio, el segundo hijo del matrimonio. Norma y Alfonso tienen su casa, en la que antes vivió la familia completa, pero en la actualidad Valeria (39 años) y Diego (35) residen en casas de madera gemelas.

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“La casa es de todos”

Norma y Valeria aman a todos los animales. Pero la madre deja entrever que esos animales de pelo marrón áspero, de hocico corto y ancho, ojos pequeños y membranas natatorias en sus manos y patas, son quizás su mayor orgullo. “El roedor más grande del mundo es nuestro”, dice en tono patriótico. Este animal es originario de Sudamérica­ y está muy presente en Uruguay, Argentina y Brasil.

La familia de carpinchos de Chacra Bonet llegó a través de una familia conocida de ellos que, recorriendo un campo de un amigo, encontró a una hembra con una cimbra enganchada en el cuello y tres crías a su lado. Una de esas crías fue adoptada por Norma y su familia. Como le daba pena que el animal estuviera solo, empezó a buscar dónde adoptar otro. Dio con una reserva en Pan de Azúcar que vendía flora autóctona, ñandúes y carpinchos, y decidió adoptar uno de estos últimos: una hembra. Cuando crecieron, comenzaron a reproducirse.

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En la Chacra Bonet vive una familia de unos 15 carpinchos que se acercan a la gente en busca de mimos y hasta usan los sillones y las camas de la casa

En la Chacra Bonet vive una familia de unos 15 carpinchos que se acercan a la gente en busca de mimos y hasta usan los sillones y las camas de la casa

Todos los animales entran y salen de las casas al igual que los Bonet. Y no solo los que tradicionalmente son mascotas, como los perros y gatos. Entran y salen hasta los carpinchos y los caballos. No sería extraño, por ejemplo, ver a Sarita echada en un sillón o hasta en la cama, suplicando por mimos. “No hay límites, la casa es de todos. Han entrado los caballos al living”, cuenta Valeria. “Marilyn (una yegua de la chacra) entraba al living de la casa. Nació acá y era como un perro. Ella pensaba que era un perro, no un caballo. Siempre golpeaba con sus patas el piso para que le hiciéramos mimos o le diéramos algo de comer, hasta que un día partió el piso de layota”, agregó Norma. Ese piso se cambió por uno flotante para adaptarse a los comportamientos de los animales. Toda la casa está hoy adaptada a ellos, y ellos a la casa.

La madre de Valeria y Diego fue quien se encargó de pensar la casa, desde los planos hasta los materiales con los que se iba a construir, el mobiliario y los objetos de decoración. Para ello se sirvió de los conocimientos que adquirió en un curso de diseño de interiores que realizó en Punta del Este durante tres años. Buscó que fuera funcional, amplia, con tres dormitorios “tranquilos” que permitieran no solo dormir, sino “estar”, uno de ellos en suite.

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Eligió también darle a la casa una doble circulación. Una vez construida, “sobró techo”, recuerda Norma. Y como nada podía sobrar y todo tenía que cumplir una función, permitió que su padre construyera un entrepiso, que usó Valeria de niña para hacer pijamadas de hasta 13 invitadas.

La decoración de la casa está dominada por un estilo colonial, con objetos rústicos y de campo. “No podía tener cosas muy finas ni muy caras. Andan los gatos caminando por los muebles. Si tenés un jarrón caro y te lo tiran, te matás. A mí se me cae un jarrón y lo repongo, no pasa nada. Todo el tiempo se están rompiendo cosas, porque la casa es muy vivida”, dice Norma.

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Norma Silva y Alfonso Bonet construyeron una casa de campo rústica, cómoda y funcional en la que todos, humanos y animales, son bienvenidos

Norma Silva y Alfonso Bonet construyeron una casa de campo rústica, cómoda y funcional en la que todos, humanos y animales, son bienvenidos

Herencia familiar

La Chacra Bonet tiene más de 110 años. El abuelo de Alfonso era español, de Mallorca, y desde allí se vino a vivir a Uruguay. Con el dinero de una herencia familiar, él y un hermano compraron, cada uno, algunas hectáreas de campo. Su hermano eligió la zona de Pan de Azúcar y él ese punto de Maldonado, donde todo comenzó. Al principio, donde hoy está la Chacra Bonet había plantaciones de olivos y viñedos. El abuelo de Alfonso Bonet no vivía allí, pero cuando falleció y la herencia quedó en manos del padre de Alfonso, él sí decidió hacer de ese lugar su casa.

Alfonso y sus dos hermanas nacieron y crecieron en la chacra, y en la actualidad cada uno de ellos vive allí con su familia, en terrenos contiguos. Alfonso se casó con Norma hace 40 años. Durante un tiempo vivieron en el centro de la ciudad de Maldonado, pero él mantenía la chacra. Cinco años después de la boda comenzaron a construir su casa en el terreno de la chacra y luego se mudaron.

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“Cada árbol que ves acá lo plantamos Alfonso y yo. Así empezamos a marcar dónde iba a ser la casa”, recuerda Norma. Hay un bosque de pinos que apuntan al cielo. Hay arazá y mburucuyá. También hay membrillos silvestres, limoneros y ciruelos. Sus frutos se convierten en jaleas, mermeladas y dulces en la chacra.

Diego y Valeria pasaron de jugar en las veredas de Maldonado con sus barras de amigos a vivir en una casa de campo. “Era más solitaria la vida acá, no tenía a todos los amigos de siempre”, recuerda. Sin embargo, se hizo amigos de otros tipos y otras especies. Criaba ranitas de Darwin y cabalgaba sin montura.

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Modelo todoterreno

Valeria es modelo. Quien la conoce en algún desfile o evento, quien la ve en su faceta fashionista, influencer, fanática del skin care, quizás no pueda imaginarla en su otra faceta: la más “salvaje”. Siempre fue una amante de los animales. De niña, su caballo, Jimmy, relinchaba de mañana en la ventana de su cuarto, como para pasarla a buscar. Ella, en pijama, se trepaba en el lomo y salían a pasear. “Iba a donde él me llevaba. En general a lo de mi tía, y volvía. Y yo feliz porque andaba con animales”, recuerda.

Su faceta salvaje sigue muy presente. Se deja ver cuando sale de la casa de sus padres a recibir visitas descalza. Con la planta de sus pies pisa el pedregullo de la entrada, el pasto, lo que sea. Su loro la escucha o la ve pasar y la llama: “¡Valeee!”, en un grito que parece 100% humano. Todos los animales se le acercan. Ella los mima, o los animales a ella.

“Vivir acá me hizo bastante 4 × 4, porque me adapto a todo. Voy a la ciudad y voy a los eventos, me hago la linda. Llego a casa, agarro un bicho, me subo al caballo, me embarro”, dice Valeria entre risas. “Pero está buenísimo poder ser un poquito de todo”, añade.

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De puertas abiertas

Cuando Valeria y Diego comenzaron a ir al jardín de infantes, empezaron los paseos preescolares. A esas edades, siempre es un atractivo visitar lugares donde haya animales. Se juntaron entonces el deseo del jardín al que asistían los hermanos Bonet con el espíritu anfitrión de Norma, y la chacra abrió sus puertas a visitas anuales cada vez más numerosas.

En ese entonces, los cumpleaños más tradicionales en Maldonado incluían disfraces, algún juego, castillos inflables en algunos casos. Para Norma, era siempre lo mismo. Ella quería que los niños tuvieran contacto con la naturaleza, pero con una naturaleza libre, no la del zoológico.

A través de una amiga de su cuñada, surgió la posibilidad de ofrecer la Chacra Bonet para un cumpleaños infantil, al que asistieron 80 niños. Ese fue el primero, en el año 2000. Ante el éxito de la experiencia, decidieron oficializar la idea. Hicieron folletos que repartían a los padres en los colegios. Valeria, que tenía 15 años, hacía de animadora de los niños, junto con algunas amigas.

En la actualidad, la chacra se sigue ofreciendo para cumpleaños infantiles y de adultos. Cuenta con un salón de eventos en el que también se festejan casamientos, fiestas de 15 y brindis de cierre de año de diversas organizaciones.

Durante la pandemia de Covid-19, los eventos multitudinarios ya no podían suceder. Ante la necesidad de reinventarse, Norma y Valeria crearon las tardes de campo: visitas para grupos reducidos que incluían el contacto con animales, cabalgatas, paseos en jeep, tirolesa, merienda y fogón. Por supuesto, la idea perduró más allá de la pandemia y, de cuando en cuando, todavía ofrecen esta opción para quienes buscan algo diferente en Maldonado.

Casi al mismo tiempo que surgieron las tardes de campo, Valeria decidió abrir al público su propia casa. De espíritu viajero, la modelo e influencer se había ido a Chile y, entonces, decidió alquilar su casa a través de AirBnb. Desde 2019, cada verano recibe inquilinos. Muchas veces a los mismos, que vuelven año tras año.

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La modelo e influencer Valeria Bonet alquila su casa en la chacra, de dos plantas, un dormitorio y dos terrazas, todos los veranos mediante AirBnb

La modelo e influencer Valeria Bonet alquila su casa en la chacra, de dos plantas, un dormitorio y dos terrazas, todos los veranos mediante AirBnb

La casa está ubicada en medio del bosque de pinos. Tiene dos plantas, un dormitorio con cama de dos plazas, un baño, una cocina completa y dos terrazas. Cuenta con lavarropas, WiFi­ y Netflix. La publicación de AirBnb advierte que “el alojamiento podría incluir la compañía de algún animal curioso y amigable”.

Norma no sabe qué será del futuro del lugar cuando los Bonet ya no estén. Sueña con que se convierta en un “Central Park” o una reserva ecológica y al mismo tiempo anhela que los animales no pierdan su hábitat. Y no solo los animales que viven allí, que son parte de la familia, sino también las tantas aves que pasan de visita. Mientras las nombra, muestra un álbum de fotos en su celular: viudas blancas, cardenales, zorzales. Algún chajá de vez en cuando, cigüeñas, distintos tipos de garzas, mirasoles, caranchos, buitres, bandurrias.

“Bueno, no te aburro más”, dice Norma, queriendo guardar su celular por compromiso. Pero le gana su amor explosivo por los animales y el orgullo por lo que construyó. Y sigue: “Mirá, este es otro pajarito, este es un carpintero…”.