Los unía la pasión por el agua. De alguna forma u otra, todos estaban relacionados con el mar. Teodoro Varela (34 años) navegaba desde chico y había integrado tripulaciones de distintos barcos. Él, junto con Francisco Méndez (37), fundaron una empresa de renta de barcos en Ibiza, España. Dominique Knüppel (31) hizo carrera olímpica en vela y participó en los Juegos Olímpicos de Tokio en 2020; integra tripulaciones profesionales de regata y tiene experiencia en escuelas de vela de diferentes puntos de Uruguay.
Varela, además, tenía ganas de hacer algún tipo de trabajo social en el que pudiera transmitir los conocimientos, pero también —y sobre todo— los valores náuticos, a personas de contextos vulnerables. Para concretar la idea, convocó a quienes compartían su misma pasión. Juntos, Varela, Méndez y Knüppel crearon Viento en Popa, una asociación civil que empezó a funcionar en enero de 2020.
La idea inicial era desarrollar varias escuelas de vela en diferentes puntos del país. Luego decidieron focalizarse en un solo lugar como punto de partida. Al plantearle su inquietud a la Intendencia de Maldonado, fueron ellos quienes les sugirieron que desarrollaran su proyecto en La Capuera, porque era ese el lugar que “sentían que tenía más necesidades y también más posibilidades náuticas”, contó Méndez a Galería.
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Mauricio Rodríguez
Durante todo un día, los fundadores de Viento en Popa recorrieron clubes náuticos para ver si tenían algún barco para donar, y así consiguieron los primeros equipamientos para la asociación civil que nacía. A medida que el proyecto iba creciendo, eran cada vez más los interesados que se acercaban a ofrecer barcos y otros insumos. La donación más grande y reciente llegó en enero pasado. Desde Francia, una escuela de vela que se enteró de su proyecto les envió varios materiales.
“Herramientas para la vida”
Ubicada en el departamento de Maldonado, La Capuera nació a orillas de la laguna del Sauce y muy cerca del mar. Hacia donde miren, sus habitantes encuentran agua. Viento en Popa llegó en enero de 2020 para explotar al máximo ese potencial y ayudar a los jóvenes no solo a aprender a nadar y navegar, sino también a aplicar los valores de la náutica en distintos ámbitos de sus vidas.
“La náutica tiene un montón de cosas a favor, en comparación con otros deportes. Por ejemplo, trabajar en la naturaleza y manejarse por sí solos o en equipos. No está a nuestro alcance ayudarlos siempre y brindarles la solución para todo, sino que tienen que ser muy resolutivos y aprender que la naturaleza es algo que puede reaccionar de cualquier manera, y ellos tienen que poder sobrevivir en ese entorno”, dijo Méndez.
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Knüppel coincidió en que lo que hace interesante a la náutica es el hecho de estar expuestos a situaciones que se salen del control humano. Lo que implica que quienes practican esos deportes tengan que tomar decisiones sobre la marcha, según el estado del viento y el oleaje del mar.
Cada persona va formando su propio perfil y así se definen los roles. No todos pueden ser capitanes de un barco. No todos pueden ser tripulantes. “Muchas veces se ve un cambio de actitud respecto a cuando están en tierra, sobre todo en los adolescentes. Se enfrentan a muchos miedos y a muchas situaciones en las que no tienen el control. Eso les genera herramientas para la vida”, dijo Knüppel. Agregó que otra habilidad importante que los jóvenes aprenden a través de la náutica es la de planificar y prever. No pueden salir a navegar sin antes armar el barco y hacerlo de la forma correcta, cuidar los materiales y seguir determinadas reglas.
En la actualidad, son entre 70 y 80 niños, adolescentes y jóvenes de entre ocho y 18 años los que asisten a Viento en Popa de manera regular. Además, cuenta con un programa de intercambios o visitas mediante el que recibe a jóvenes de otras asociaciones u organizaciones no gubernamentales durante todo el verano.
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Para participar en las actividades de Viento en Popa, los interesados no tienen más requisitos que estar insertos en el sistema educativo. Esto quiere decir: asistir a la escuela, liceo o UTU. A sus padres se les pide firmar un contrato de deslinde de responsabilidad y, a sus hijos, un compromiso de participación. No se requiere ningún tipo de experiencia en vela ni tampoco saber nadar o manejarse en medios acuáticos; y la inscripción es 100% gratuita.
Durante el verano, las clases se dividen en dos grupos: uno de niños de entre ocho y 13 años, y otro de adolescentes y jóvenes a partir de los 14 años. Se les enseña natación, remo en kayak y vela principalmente. Además, se ofrecen clases de surf y windsurf. Los encuentros son dos veces por semana en la laguna del Sauce y todos los miércoles en la playa de Ocean Park se brindan las clases de surf a aquellos interesados que hayan demostrado compromiso y responsabilidad.
Viento en Popa cuenta con dos profesores principales, una coordinadora y otra profesora específica para vela. Todos ellos son contratados y cobran un sueldo. Pero, además, en la asociación se capacita a jóvenes que asisten hace varios años, si así lo desean, para ser profesores o asistentes en clases de niños de forma voluntaria. “Los más grandes les transmiten los conocimientos a los que recién llegan”, explicó Knüppel.
De forma periódica, la asociación civil que funciona en La Capuera realiza jornadas abiertas a las familias y amigos de quienes asisten durante todo el año, con el objetivo de darse a conocer, promover su actividad e invitar a más niños, adolescentes y jóvenes a sumarse. El sábado 22 de febrero, quienes organizaron una jornada deportiva en la laguna fueron los vecinos de La Capuera. Viento en Popa participó como asociación invitada con clases de vela y remo abiertas al público.
“La idea de estas jornadas es mostrarle al barrio que todos pueden acceder a esto, que es un programa para todo el que quiera acercarse y aprender. Porque está muy presente el miedo a meterse al agua, el desconocimiento de la laguna, el no saber nadar”, comentó Méndez.
“Líderes positivos”
Knüppel y Méndez celebran los cambios de actitud que ven en los niños, adolescentes y jóvenes que participan en Viento en Popa desde hace tiempo. Además de los casos de aquellos que llegan a ser profesores voluntarios, muchos encuentran en la actividad náutica un propósito u objetivo de vida. “Ellos son conscientes de que pueden ayudar a otros y constantemente lo hacen. Hay chicos que planteaban suicidarse y de repente encuentran un motivo de vida. Hay chicos que se encarrilan y les va bien en el liceo o empiezan a cambiar sus actitudes en la casa, en el barrio y demás. Pasan a ser líderes positivos”, dijo Méndez.
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Knüppel mencionó un cambio que se dio entre los chicos que participaron en la asociación durante su primer año de funcionamiento. Recordó que al principio reinaban los miedos al agua. La mayoría no sabía nadar y entraba a la laguna o al agua del mar con cierto temor. Pasaron los meses y, sobre fin de año, se dio un episodio en el que una pareja se encontraba pescando en la laguna del Sauce arriba de un kayak, al mismo tiempo que se desarrollaba una de las clases de Viento en Popa. De pronto, ese kayak se dio vuelta y la pareja cayó al agua. Los jóvenes no dudaron en poner en pausa su clase para acercarse a asistirlos. Los ayudaron y pudieron sacarlos del agua.
“Ese tipo de cosas pasan a diario. Que una persona que hasta hace unos meses no sabía nadar ni manejar un barco ahora tenga la posibilidad de hacerlo, y que tome la decisión de ayudar motu proprio, para mí es un montón”, celebró Knüppel.
Para conseguir donaciones de equipamientos para sus clases y recursos económicos, Viento en Popa recurre a sus vías de comunicación, como su cuenta de Instagram o el teléfono 098 422 409. Disponen de una modalidad de suscripción fija en la que, a través de un link de Mercado Pago, quienes deseen colaborar pueden aportar un monto fijo mensual. Se sugieren tres cantidades: 250, 500 y 1.000 pesos, pero se acepta cualquier otra cifra.
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Además, a partir del verano pasado comenzaron a organizar cócteles al atardecer en un parador ubicado en la playa de Ocean Park. Los asistentes pagan un precio de entrada y disfrutan de tragos y bocadillos servidos por los mismos jóvenes de La Capuera que asisten a las clases de la asociación civil. Esta iniciativa no solo busca recaudar, sino también informar acerca de sus actividades y casos de éxito. Todos los alumnos participan en el armado, organización, cocina y servicios. En ocasiones, a este tipo de eventos asistieron autoridades departamentales e incluso el entonces presidente Luis Lacalle Pou.
Según Knüppel, en la actualidad la necesidad predominante para Viento en Popa es el presupuesto para costear sus gastos fijos de funcionamiento. En particular, la contratación de los profesores. “Este año fue el primer año en el que pudimos contratar profes de verdad y no trabajar solo con voluntarios. El cambio en las clases fue notorio. Los chicos venían y decían: ‘¡Fue el mejor verano de todos!’”, contó.
“Hoy en día es más eso lo que nos podría ayudar. Tener un ingreso fijo y saber que todos los meses vamos a poder estar contratando profes para seguir con las clases. Porque al final el material humano es tan importante como el material físico”, agregó.