Con un título que hace eco de los movimientos sociales por los derechos civiles, simbolizando la resistencia, la protesta y la visibilidad del arte callejero, la exposición presenta su diversidad y ofrece una experiencia inmersiva que conecta las expresiones contemporáneas urbanas con la herencia artística parisina. El Petit Palais recibe con esta exhibición al arte urbano por primera vez desde su fundación en 1990 y legitima así ese movimiento artístico.
Precio: entrada libre. Hasta cuándo se puede visitar: 19 de enero de 2025.
Le19M: Lesage, 100 años de moda y decoración
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Cuando se ingresa, no se ve nada. Es un cuarto chico, con un banco en el centro. Solo cuatro visitantes consiguen sentarse. Se prenden las pantallas, que van de piso a techo y cubren tres de cuatro paredes. Una versión digital del icónico sol dorado, creado por la casa francesa de bordados Maison Lesage para la casa de alta costura Schiaparelli, aparece en tamaño gigante girando sobre sí mismo. Lo acompaña una ficha técnica que detalla los materiales con los que se hizo (hilos metálicos dorados), su técnica de bordado, año y para qué colección de la casa se creó (otoño-invierno 1938-1939). Luego de su presentación técnica, le sigue una animación virtual de unos pocos segundos. El sol flota en medio de un océano y su brillo dorado tiñe toda la escena. La supuesta cámara recorre los detalles del bordado y da la sensación de que se viaja entre los hilos.
La exhibición Lesage, 100 años de moda y decoración comienza con este archivo digital de algunos de sus bordados más destacados, y logra inspirar al mostrar cómo puede dialogar algo tan ancestral y artesanal como lo es un bordado, con algo tecnológico y virtual como la inteligencia artificial regenerativa. Además del de Schiaparelli, se presentan y se recorren virtualmente bordados que la Maison Lesage creó para Chanel, Balenciaga e Yves Saint Laurent.
En la sala siguiente, la principal, se pueden ver creaciones reales de Maison Lesage y conocer el proceso de algunas de ellas, celebrando así un siglo de savoir-faire en el campo del bordado y el tejido de la maison. En una estructura larga e iluminada desde su interior (la sala es oscura con el propósito de cuidar los textiles que se exponen), se despliega el paso a paso de la creación de un saco bordado por Maison Lesage para Balenciaga en 1962. Comienza con la investigación, le sigue el dibujo de lo que se quiere crear, que luego se transfiere a un papel de calco y se perfora para que sirva de guía a la hora de bordar. Después de varias etapas más se llega al resultado final, que en este caso se encuentra en una vitrina de vidrio: se trata de un abrigo elegante, marrón chocolate, cubierto de flores moradas bordadas. La guía de la visita explica en profundidad el proceso y responde consultas del público.
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Otra guía se acerca a un grupo de visitantes que miran con atención un bordado colorido, de incontables lentejuelas turquesas y amarillas, que se exhibe dentro de un cuadro de vidrio sobre la pared. Informa que se trata de un bordado de Maison Lesage para Yves Saint Laurent, y que fue inspirado en los girasoles de Van Gogh.
Los vestidos que se exponen a lo largo de la muestra son dignos de observar con lupa por la cantidad de mostacillas bordadas y otros increíbles detalles. Son de Louis Vuitton, Schiaparelli, Jacquemus, Chanel y otras casas de alta costura con las que trabaja, o trabajó, Maison Lesage.
La Galerie du 19M (Le19M) reivindica los oficios artísticos de la moda y la decoración al proponer exhibiciones, talleres en conexión con estas (actualmente hay varios disponibles sobre bordado) y conferencias. Tiene un café, una librería, un jardín comunitario, varios espacios multiuso, y es el lugar de las oficinas y ateliers de 12 casas de moda y decoración (incluidos varios talleres de Maison Lesage). Ubicada en la frontera entre el distrito 19 de París y Aubervilliers, en el norte del Gran París (área metropolitana de la ciudad), Le19M inspira con su universo multidisciplinario y creativo.
Precio: entrada libre. Hasta cuándo se puede visitar: 5 de enero de 2025.
Fundación Azzedine Alaïa: Kuramata/Alaïa, liviandad en creación
Alrededor de 30 personas están sentadas en el piso de la sala de exposiciones, con cierta distancia unas de otras. Tienen cuadernos y lápices. Algunas están solas y otras en grupo, charlan mientras dibujan los vestidos que ven, exhibidos en la sala, 20 en total. Son estudiantes de diseño de moda. Los dos profesores están sentados en sillas y cada tanto reciben consultas de algunos de sus alumnos.
La Fundación Azzedine Alaïa fue creada en 2018, un año después de la muerte del icónico diseñador tunecino Azzedine Alaïa, por Christophe Von Weyhe (su pareja) y Carla Sozzani (galerista y su amiga cercana). Ocupa la casa y taller donde el diseñador vivió y trabajó en París.
Con la misión de preservar y promover el legado de Alaïa, y de exhibir obras de arte que coleccionó por más de cincuenta años, la fundación propone exposiciones del archivo de colecciones del diseñador, en diálogo con obras de distintas disciplinas artísticas.
Ubicada en pleno Le Marais, barrio conocido por su propuesta artística y por el público fashionista que atrae, la Fundación Azzedine Alaïa es un ejemplo de cómo la moda, el arte, la museología y la cultura pueden ser parte del mismo universo.
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Esculturas de acrílico de varios metros, algunas rojas, otras negras o de metal, posan sobre tarimas al lado de vestidos de Alaïa en una sala alargada y de techo de vidrio. Curada por Carla Sozzani y Olivier Saillard, Kuratama/Alaïa, liviandad en creación propone un recorrido por el diálogo, basado en los materiales, la técnica o las formas, que se da entre el trabajo del diseñador industrial japonés Shiro Kuramata (obras que Alaïa coleccionaba) y el diseñador tunecino.
El brillo metálico de un vestido de lurex dialoga con la malla metálica de una silla, mientras que una estantería de acrílico translúcido acompaña a un vestido de vendajes, y una lámpara rígida posa al lado de un vestido blanco de gran estructura.
La muestra destaca así la afinidad creativa que compartieron estos dos diseñadores durante la década de los años 80. Kuramata, famoso por sus muebles transparentes y etéreos, encontró en Alaïa, cuyo trabajo se caracteriza por los atuendos sastreros, las transparencias refinadas y los diseños ligeros, un espíritu afín. Ambos comparten una estética minimalista: el primero difumina las líneas y el segundo busca lograr costuras invisibles.
Precio: desde 3 euros (unos 130 pesos uruguayos). Hasta cuándo se puede visitar: 1 de diciembre de 2025.
Jeu de Paume: Tina Barney, lazos de familia
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“Estaba pensando en los gestos y en la forma en que las personas se sitúan cerca unas de otras en la costa este (de Estados Unidos), en comparación con la costa oeste (de Estados Unidos), y en cómo se puede identificar de dónde viene alguien según la forma en que se sitúa o se comporta, lo que lleva puesto y cómo lo lleva puesto. Esta imagen tiene mucho que ver con eso. Corté las cabezas de las personas porque no quería que fuera un retrato. Quería que el espectador se centrara en aquellas cosas que me resultaban interesantes”. Así describe Tina Barney, fotógrafa estadounidense nacida en 1945, una de sus fotografías expuestas en la Galería Nacional Jeu de Paume. El texto se lee al costado de la foto, en la que se ve a dos hombres de traje, conversando, cada uno con un trago en la mano y evidentemente parados con dos posturas distintas. Esa mirada sensible y detallista caracteriza la fotografía de Barney, conocida por centrarse en los hábitos culturales dentro de los entornos domésticos.
La primera sala de la muestra está dedicada al tema de la familia, uno que la fotógrafa aborda como un complejo juego de relaciones en constante cambio entre personas y generaciones. Le interesan los roles sociales que cada miembro de una familia debe desempeñar en ella y las cuestiones de filiación, hermandad, autoridad y transmisión que la pueden atravesar. Hay un grupo de seis personas frente a un retrato familiar, de padre, madre, hijo e hija, en la que la adolescente lleva un vestido blanco y agarra una serpiente mientras mira a la cámara con cara de aburrida.
En la sala de exposiciones, un grupo de visitantes espera a la distancia a que otras terminen de apreciar la foto de Barney y les toque su turno. Otra fotografía frente a la que varias personas se aglomeran para ver en detalle es el retrato del famoso galerista Leo Castelli, su esposa Barbara Bertozzi y su gato, en 1998. Y la escena de gente esperando acercarse se repite en varias obras expuestas en gran tamaño, lo que provoca un impacto visual en cada una.
Esta es la primera muestra retrospectiva que se hace en Europa de la Tina Barney y abarca más de 40 años de carrera, quien, desde finales de los 70 hasta los 90, se abocó a fotografiar a su familia durante los veranos en Nueva York y Nueva Inglaterra, a veces incluyéndose a sí misma en el encuadre. También se dedicó a la fotografía editorial con retratos a celebridades y modelos, y varios trabajos de ese período se exponen en la muestra.
Aunque las imágenes de Tina Barney pueden parecer fotos espontáneas, muchas están cuidadosamente escenificadas. La fotógrafa crea así complejas composiciones que dialogan con la pintura clásica. Barney ha influenciado el trabajo de otros artistas, como la cineasta Sofia Coppola, quien ha compartido en varias ocasiones su admiración por su trabajo.
Precio: desde 7,50 euros (unos 330 pesos uruguayos).Hasta cuándo se puede visitar: 19 de enero de 2025.
Museo de Luxemburgo: Tarsila do Amaral, pintando el Brasil moderno
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De colores vivos, temáticas indígenas y populares y de formas curvas —aunque por momentos explorando el cubismo—, la obra de Tarsila do Amaral (1886-1973) es reconocible al segundo. Observar sus piezas en uno de los museos más clásicos de París —ciudad donde, muy de a poco, el arte latinoamericano comienza a tener representación en grandes instituciones— impacta y reconforta. Figura central del modernismo brasileño, residió en París durante los años 20, y la muestra Tarsila do Amaral, pintando el Brasil moderno que propone el Museo de Luxemburgo es un homenaje a su carrera.
El Jardín de Luxemburgo no solo es uno de los pulmones verdes de París, sino que también es casa de una escuela de jardinería y apicultura, un espacio de conciertos gratuitos y al aire libre, y de un museo que ofrece exposiciones temporales, en su mayoría de pintura, durante todo el año. Gestionado hoy por el Grand Palais, fue inaugurado en 1750 y fue el primer museo francés abierto al público. Cuenta la historia que recibía visitantes de todo el mundo para ver las obras de Rubens, Leonardo da Vinci, Rafael, Veronés, Tiziano, Poussin, Rembrandt y varios más (obras que hoy se encuentran en el Louvre).
Figura em Azul recibe a los visitantes de la muestra con un azul y naranja vibrantes. Hay alrededor de 10 personas en la sala principal, y se escucha desde la sala contigua la conversación de más personas. El óleo sobre lienzo, que pertenece a una colección privada (según se lee en el texto que lo acompaña), cuelga frente a la entrada y se ve en él, sobre un fondo azul, a una mujer de labios rojos y peinado elegante, delante de un naranjo.
A pocos metros, en una pared cercana, cuelga otro óleo sobre lienzo. Este pertenece al Museo Nacional de Bellas Artes de Río de Janeiro y se trata de un autorretrato que la artista brasileña realizó mientras asistía al estudio de André Lhote, en París, en 1923. En él, Tarsila mira al frente con su pelo atado en un moño. Lleva un abrigo rojo, extravagante y de gran escote. “Recuerdo a Tarsila en el teatro Trocadéro, con una capa escarlata, forrada de raso blanco. En París, donde la gente viste discretamente, la vanidad de Tarsila causó sensación. Nos quedamos en éxtasis contemplando la obra maestra de Tarsila, que es su personalidad. Tarsila se viste de arte”, se lee en el texto que acompaña la obra, extraído de un artículo de prensa de aquella época.
Durante su residencia en la capital francesa, la artista paulina puso su universo iconográfico a prueba del cubismo y del primitivismo, antes de iniciar, en San Pablo, el movimiento “antropofágico”, propugnando la “devoración” por parte de los brasileños de culturas extranjeras y colonizadoras, como forma tanto de asimilación como de resistencia.
“Colmando la falta de reconocimiento de la artista en Europa y presentando algunos aspectos nuevos de su obra, esta retrospectiva nos invita al corazón del Brasil moderno y sus divisiones entre tradición y vanguardia, centros y periferias, culturas académicas y populares”, dice el texto curatorial de la exhibición, que luego viajará al Museo de Guggenheim de Bilbao. Se trata de la primera exhibición retrospectiva completa de la artista brasileña en Francia, con más de 150 obras expuestas: desde pinturas políticamente comprometidas hasta composiciones poéticas, pasando por la geometría abstracta, y constantemente bailando entre las tradiciones populares brasileñas y el modernismo.
Precio: desde 11,50 euros (aproximadamente 500 pesos uruguayos). Hasta cuándo se puede visitar: hasta el 2 de febrero del 2025.