La entrevista con Maura Delpero es el lunes 20, en el atardecer de José Ignacio. Ese mismo día recibió un nuevo premio en Italia (estuvo nominada al Globo de Oro a Mejor película de habla no inglesa y ganó el León de Plata, Gran Premio del Jurado, en el Festival de Berlín, entre otros premios), a Mejor película del año por el sindicato de los críticos italianos. Esa misma noche se proyectará Vermiglio en el festival.
En la charla con Galería habla sobre maternidad, la composición de la figura del patriarca, un hombre complejo y algo avanzado para ese tiempo, y el estoicismo de las mujeres, tan propio de esa generación que creció en Europa en los años 40.
La idea de Vermiglio surgió a partir de un sueño que tenía que ver con su padre. ¿Qué vio en ese sueño?
Fue un sueño muy fuerte que tuve en un momento triste, porque había fallecido hacía poco mi papá. Pero fue un sueño muy feliz, porque él estaba muy feliz. Y lo interesante del sueño es que él era un niño. Se parecía mucho a una foto que tenía de él; en esa época tenían solo como cinco fotos, entonces te quedaba mucho la imagen. (En el sueño) él estaba jugando con mis tías y mis tíos, sus hermanos, en la casa de Vermiglio, este pueblito de montaña, la casa de mi abuelo. Al principio fue una historia muy privada, de elaboración de duelos y también de curiosidad para seguir a estos niños. Es interesante ver y pensar en los adultos que conocés muy bien cuando eran niños. Te da una perspectiva muy diferente. Porque, obviamente, de nena siempre los veía como los grandes y de golpe se habían invertido los roles, porque es un poco lo que pasa cuando envejecen tus padres. En el último tiempo mi papá, que estaba enfermo, se había convertido un poco en niño. Entonces, empezás vos a ser un poco madre para tus padres. Y yo también iba a ser madre (tiene una hija de dos años), entonces se dio un cambio de vida, de esos radicales. Después, al escribir empecé a darme cuenta de que ahí había algo más. Empezaron a llegar muchas imágenes, tenía todo un mundo sensorial que tenía que ver con mi infancia. Muchísimos recuerdos. Como si esta muerte hubiese abierto una puerta de lo inconsciente.
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En la película muestra dos modelos de maternidad bien distintos. La madre de siete hijos, que vive para la casa, que vio morir a más de un bebé, y la madre joven, que es la mayor de esos hijos, y después de un revés logra salir adelante y emanciparse. ¿Hay una búsqueda de mostrar distintos modelos de maternidad?
Sí, pero es algo que me di cuenta a posteriori. Los críticos te lo hacen notar, la gente te dice: “Es la tercera película sobre maternidad”. Algo hay. Es interesante cómo los temas que te persiguen, los que te interesan, se esconden. Me di cuenta de que tiene que ver con mi infancia, con la complejidad de la maternidad de mi mamá. En un punto, después también lo abracé como tema político. Me pareció interesante poner la maternidad dentro de las películas y darle un lugar importante, porque la sensación que tengo como espectadora es que la maternidad no ha sido un tema muy central en las películas. Un poco porque vimos muchas películas dirigidas por hombres, con héroes hombres, entonces siempre había una novia que se quedaba embarazada, pero era algo lateral. A mí siempre me pareció un poco raro, porque es algo muy central. Todos estamos acá gracias a la maternidad. Y también, un poco edulcorado. Se ha contado siempre así como una vocación femenina hacia algo hermoso y que te desarrolla como mujer, y eso a mí me parecía que no correspondía para nada con lo que veía a mi alrededor antes de ser madre. Las charlas con colegas y con amigas eran siempre sobre la belleza de la maternidad, pero también sobre su complejidad, sobre lo duro, sobre lo desafiante, sobre lo revolucionario. Y había algo que no se estaba contando de esta contradicción. Me encuentro contando maternidades difíciles, que tienen una contradicción muy fuerte. Hay ahí una tensión que me interesa.
El jefe de familia es el maestro de ese pueblo de los Alpes italianos. Este personaje es autoritario, duro, pero con destellos de sensibilidad o consideración hacia las mujeres de la casa. ¿Cómo construyó a este personaje masculino?
Tiene una inspiración directa en mi abuelo, que era el maestro del pueblo, y que era efectivamente un personaje muy contradictorio; por ende, lo encontré muy cinematográfico. Tenía esta doble faceta de pertenecer completamente a esa sociedad rural y, a la vez, tener algo que nunca se entendió bien de dónde venía —porque tampoco era una familia rica—, que era una curiosidad muy fuerte: se rebuscaba para que le llegaran discos y libros desde la ciudad, algo que era difícil porque era un lugar aisladísimo. Era una curiosidad real, intelectual y que intentaba llevar a la escuela. Tenía esta pedagogía muy moderna. Era, sí, un patriarca, mientras mi abuela no salía de la cocina y no paraba de tener hijos, él estaba fumando y todo eso. Era un privilegiado que decidía los destinos de todo el mundo. No era un feminista avanzado, pero es interesante ver cómo vio que una mujer podía estudiar, y fue ella y no el hijo mayor la que fue a estudiar (a la ciudad). Estaba esta cosa de estar muy interesado en la honestidad y después hacer diferencia entre los hijos y las hijas. Todas estas contradicciones me parecían superricas. Por eso también elegí a un actor profesional. Porque en la película hay no profesionales que traen mucho de la cultura local, pero para ese personaje sentí desde el principio que necesitaba un profesional para trabajar todos estos matices.
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Maura elpero con su marido, el actor argentino Santiago Fondevila Sancet, que también actúa en Vermiglio
Mauricio Rodríguez
Un puntal importante es la relación de las hermanas, aunque tienen diferentes edades. Las charlas de las tres apretadas en una misma cama dicen mucho de ese vínculo tan universal. ¿Es un tributo al vínculo de hermanas?
Sí, es un tributo. Y es un poco este mundo comunitario. Siento que la película cuenta a través de Lucia (la protagonista), pero también de todas las figuras femeninas, las hermanas, este pasaje entre lo comunitario y lo individual, en lo que nos hemos convertido. Del pueblo a la ciudad, de lo rural a lo industrial, todo esto está. Lucia empieza como una chica del pueblo y termina como una mujer que podríamos ser nosotras, que va a trabajar sola a la ciudad, que tiene que decirle chau a su bebé, y a la vez más libre, porque si se hubiese quedado en el pueblo hubiese sido la “manchada”, como le dice la tía.
Me conmueven las vidas ordinarias de personas ordinarias que viven situaciones quizás un poco extraordinarias y que resisten, sobre todo mujeres. Me conmueven las vidas ordinarias de personas ordinarias que viven situaciones quizás un poco extraordinarias y que resisten, sobre todo mujeres.
Me gustaba mucho contar sobre las (charlas nocturnas en las) camas, porque es un mundo en que las chicas empiezan a tener deseos que su madre ni se permite tener. La madre es una máquina de reproducción, pero las chicas ya empiezan a tener deseos de autodeterminación, pero es algo que se puede confesar solo en la oscuridad de la noche, en esa intimidad bajo las sábanas. Es la generación del medio, la que empezó a sentir y a la vez no se podía. Entonces la hermana del medio termina con un destino que era muy de la época, como monja. Esa elección tiene que ver con que la espiritualidad en su vida es su única amiga y también con que ese cuarto es el único lugar de posibilidad de libertad. Paradójicamente, un lugar de encierro, de claustro para nosotros, para ella es un lugar de libertad, donde puede fumar, donde puede estudiar. Es como esa generación en que empezaban a querer ser libres y no podían, pero había algo palpitando ahí y que sale en estas charlas nocturnas.
La resiliencia es un término que se usa más recientemente, pero sus personajes son una muestra vívida de resiliencia y de estoicismo. ¿Era más estoica la gente en esos tiempos?
Sí. Me conmueven las vidas ordinarias de personas ordinarias que viven situaciones quizás un poco extraordinarias y que resisten, sobre todo mujeres. También tiene que ver con el tiempo, con la guerra, cuando transcurre la película. Si miramos un poco al otro lado del mundo, esta resistencia, esta resiliencia en la guerra, se cuenta poco; se cuenta siempre la guerra más espectacular, pero hay gente ahora, en este momento, en 2025, que está luchando ahí, resiliente, para cuidar a sus hijos de una guerra.
Pero sí, también tiene que ver con el espacio-tiempo; ese tiempo de las montañas que era un tiempo muy duro. Es una familia grande, y hay que darles de comer a los hijos en un mundo de necesidad; es un mundo que nos cuesta dimensionar. Durante la investigación me fui con una de mis tías a esta casa de montaña, donde no hay calefacción. Mi tía ya tenía casi 90 en ese momento y me dijo: “No pasa nada, tenemos cubiertas (mantas)”. Yo no pude pegar un ojo, estuve toda la noche muerta de frío, al lado de esta mujer de casi 90 años roncando. Y yo pensaba: “Ella nació acá, vivió la guerra, sufrió el frío, tiene otro cuerpo”. Era un mundo mucho más duro.
Los niños tienen bastante protagonismo en la película y mucho diálogo, sobre todo uno chiquito, de unos cinco años. En su película anterior, Hogar, también. ¿Qué rol juegan los niños en Vermiglio?
Ese niño es mi papá. Fui yo a buscar niños lo más alejados posible de la contemporaneidad. Muchos directores de casting te aconsejan no elegir niños tan chiquitos. La verdad es que me hago la vida difícil, pero estas preguntas (las que hacen los niños en la película), hechas de esta forma, están bien en la boca de un niño de esa edad; son como yo las escribí, como las imaginé, dichas por niñas y niños con esos ojos grandes. Es dificilísimo trabajar con niños, obviamente hay que respetar mucho sus tiempos, que son cortísimos. Todo el equipo está pendiente de ellos, de sus necesidades, del hecho de que a mitad del take se van a hacer pis, todo lo contrario de una máquina de rodaje. Pero cuando están ahí no perciben la cámara, viven esa situación de verdad, realmente quieren escuchar la historia del oso (una que ese niño le pide a su hermano mayor que le vuelva a contar). Para mí eso no tiene precio.
En ambas películas aparece también la religión, retratada de diferentes maneras. ¿Tiene que ver con alguna vivencia personal?
Mis amigos me dicen “¡Maura, una monja! ¡Es una peli!” (ríe). Hay algo que me fascina de las elecciones radicales, algo que no entiendo: ¿cómo elegiste eso? Y lo que no entiendo también me atrae. Después estuve pensando y me di cuenta también de que probablemente tiene que ver de vuelta con mi infancia, porque pasé mucho tiempo con una de estas tías, que hubiese querido ser monja y no pudo porque le enchufaban siempre a los hermanitos. Era entrar en su casa y estaba una radio que se llama Radio María de Italia, y siempre estaba el rezo del rosario, un sonido constante; me llevaba a la misa, el olor al incienso. Hay algo muy fuerte que estuvo en mi infancia y que evidentemente vuelve.
Hogar estaba hablada en español argentino, y Vermiglio en el dialecto del pueblo, no en italiano. ¿La lengua condiciona el contenido?
Me pidieron hacer esta película en italiano con mucha… Te lo digo así, directo: si la hubiese hecho en italiano, hubiese tenido más plata, más financiación. La gente tiene miedo a las películas en dialecto, tiene miedo a las películas con subtítulos. Y yo me resistí a la tentación: me hubiese gustado tener más plata para filmar, porque es más tiempo, básicamente, pero mi formación no me permite ser tan filológicamente incorrecta. (Vermiglio) es un lugar donde ahora, en 2025, no hablan italiano. ¿Qué voy a poner en 1945? ¿Que hablan un italiano de libro, de televisión? No da, no es la verdad histórica, no es la verdad emocional. Esta gente expresa sus emociones en dialecto. Si es en 1944 en un pueblo como Vermiglio, es dialecto, punto, no se discute. Y si cuento a una chica de un barrio del Gran Buenos Aires, no va a hablar como una chica cheta de Pellegrini. ¿Por qué tendría que hacerla hablar como quiero yo? Es el material el que manda.
¿Tiene expectativas de que la película quede nominada al Oscar? ¿Es un anhelo? (al cierre de esta nota no se habían anunciado las candidaturas pero la película estaba entre las 15 preseleccionadas para Mejor película internacional)
¡Obvio, obvio! No es una prioridad, pero obviamente es una forma de hacer las películas visibles. Como justamente yo hago películas que de por sí no llaman la atención, porque no elijo grandes estrellas, no elijo atajos, después necesito que algo fuera llame la atención sobre la película. Entonces está buenísimo que haya premios, que haya festivales importantes, que haya eventos grandes como los Oscar para llamar la atención sobre películas que resisten un poco. Son ocasiones de exposición de algo que ha sido hecho con mucho orgullo.