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Mujeres en el Parlamento, el debe de la democracia uruguaya

El 15 de febrero, 38 mujeres asumieron sus bancas en el Parlamento, cifra que no llega a constituir un tercio de los cargos legislativos; los números a escala internacional dejan a Uruguay, una de las pocas democracias plenas, como uno de los países del mundo peor posicionado en este sentido

Uruguay es una de las pocas democracias plenas del mundo, pionero del sufragio femenino en América Latina a principios del siglo XX, y de los primeros en la región en aprobar una Ley sobre Salud Sexual y Reproductiva y un Sistema Nacional de Cuidados en el siglo XXI. En este siglo, promulgó también una ley de violencia de género y ha logrado avances en lo que refiere a licencias maternales y paternales. Tiene, además, buenos indicadores en la incorporación de la mujer al mercado de trabajo y en la brecha educativa entre mujeres y hombres. Todos estos, ítems a partir de los cuales los países miden, en la actualidad, los avances en la situación de la mujer.

Uruguay es todo eso, pero también es uno de los países de la región y del mundo que menos representación de mujeres tiene en cargos políticos, ya sea parlamentarios o ejecutivos. La última elección nacional y la asunción de los cargos legislativos el pasado 15 de febrero volvieron a dejar en evidencia esta realidad, más allá del incremento en el porcentaje de mujeres electas.

Los resultados de octubre de 2024 dejaron 38 mujeres electas entre las dos cámaras, incluyendo a la vicepresidenta. Esta misma cantidad de mujeres asumió su banca el sábado 15 de febrero, aunque todavía resta que la vicepresidenta, Carolina Cosse, asuma su cargo como presidenta del Senado. Además, vale aclarar que entre las mujeres que tomaron su banca el pasado sábado está Fernanda Sfeir, que lo hizo en calidad de suplente, ya que el cargo corresponde al diputado electo por el Partido Nacional Pablo Abdala, que actualmente se desempeña como viceministro del Interior. Este asumirá su banca, al igual que Cosse, el 1 de marzo. De esta manera, el nuevo Parlamento contaría con 38 mujeres, aunque terminarán siendo menos, ya que algunas de ellas asumirán cargos en el Ejecutivo y dejarán la banca a su suplente.

Si se tiene en cuenta la cantidad de mujeres electas (sin restar las que luego pasarán a ocupar­ cargos ministeriales), se puede decir que el nuevo Parlamento contará con 10 mujeres más que en el período pasado. Verónica Pérez­, doctora en Ciencia Política, dijo a Galería­ que estos números confirman que desde el primer Parlamento posdictadura, en el que no hubo ninguna mujer electa como titular, hasta hoy, ha habido “un crecimiento sistemático­” de la representación de las mujeres en el legislativo uruguayo. De hecho, su colega Niki Johnson, también doctora en Ciencia Política, resaltó que la pasada elección registró el mayor ingreso de mujeres al Parlamento en el período posdictadura, así como el mayor aumento de un período a otro. De 2014 a 2019, por ejemplo, el incremento fue de tan solo dos mujeres.

Sin embargo, nada de esto sirve a Uruguay para escapar de ese “lugar horrible” en el que se encuentra a escala mundial. “Sigue estando lejos de la paridad y ni siquiera estamos llegando a tener un tercio (de representación femenina en el Parlamento). Es más, ni siquiera llegamos al 30%”, señaló Johnson. El porcentaje actual es 28,6% (30% en Diputados y 26,6% en el Senado­). Pérez coincidió y explicó que “el crecimiento sistemático” que se registra en la época posdictadura no quiere decir que el incremento “no sea lento, comparado con otros países de América Latina y del mundo”.

Cuotas, paridad y machismo

Para la senadora electa del Frente Amplio y doctora en Ciencia Política, integrante del Centro Interdisciplinario­ de Estudios Feministas de la Universidad de la República, Constanza Moreira­, la baja representatividad de las mujeres en la política uruguaya se explica por la ausencia de “leyes exigentes”. De hecho, para combatir esta realidad, Uruguay cuenta únicamente con la “ley de cuotas”, que se aprobó por primera vez, y por un solo período, en 2009, y que luego se reformuló en 2014 para que se aplicara siempre. Dicha ley establece que cada tres lugares en las listas al Parlamento, dos deben destinarse a un sexo y el tercero, al otro. Sin embargo, en la práctica, en el armado de listas son las mujeres las que salen perjudicadas, porque se les termina asignando el tercer lugar.

“La ‘ley de cuotas’ ya hizo lo que tenía que hacer, ahora hay que ir por la ley de paridad, pero falta voluntad política”, dijo Moreira. La vicepresidenta actual, Beatriz Argimón, coincidió. “Evidentemente, la ‘ley de cuotas’ ya cumplió un ciclo. Para llegar a lo que implica mejorar nuestra calidad democrática me parece indispensable, por un período, que exista una ley de paridad y después ver si se precisa otro período”, dijo a Galería.

De hecho, en 2024 el Parlamento discutió un proyecto de ley de paridad propuesto por la entonces senadora nacionalista Gloria Rodríguez. El proyecto proponía un sistema paritario de orden alternado (por pares) y secuencial de mujeres y varones en cada lista al Poder Legislativo, tanto de titulares como de suplentes. De esta manera, cada lista se conformaría por la misma cantidad de hombres y de mujeres, dispuestos en pares. También pretendía consagrar la paridad en los cargos departamentales, municipales, en la dirección de los partidos políticos y en el Parlamento del Mercosur. Sin embargo, por tratarse de un asunto electoral, el proyecto requería mayoría especial de dos tercios para recibir la media sanción en cada una de las cámaras, y en el Senado no llegó a ese número. Votaron a favor la bancada del Frente Amplio, las senadoras Rodríguez y Carmen Sanguinetti y la vicepresidenta Beatriz Argimón, obteniendo 15 votos, cuando se necesitaban 21.

Para Pérez, esta “mayoría calificada” que se requiere para aprobar la ley de paridad y, en su momento, la ‘ley de cuotas’, es una de las grandes diferencias que tiene Uruguay con otros países de la región, y lo que en parte explica la lentitud en el incremento de la representatividad femenina. “El problema es un tema de reglas. México tiene un Parlamento paritario porque tiene reglas que permiten la paridad (mayoría absoluta) y Uruguay no lo tiene. También es cierto que el contexto del sistema de partidos mexicano o argentino es diferente al sistema de partidos uruguayo, donde el Parlamento es un lugar mucho más apreciado y de mayor prestigio en la carrera política. Eso hace que haya más competitividad y que quienes tienen que salir para que entren mujeres no quieran hacerlo”.

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Otro motivo que lleva a este enlentecimiento con respecto a los países de la región es que la mayoría de estos aprobaron la ley de cuotas en la década del 90, cuando Uruguay lo hizo recién en 2009. Un ejemplo claro y cercano es el de Argentina, el primero en aprobar esta ley en 1991 y donde hace más de 15 años el Parlamento tiene una composición de 40-60. Otros ejemplos son Bolivia y Costa Rica, países en los que el Poder Legislativo tiene composiciones paritarias. “Todos esos países utilizan ley de cuotas o de paridad mucho más temprano que Uruguay, eso ha generado un ejercicio que ha presionado a una composición más balanceada”, apuntó Pérez.

Para Argimón, el gran obstáculo en Uruguay son las estructuras partidarias. Estas “no suelen proyectar imágenes de mujeres en forma de liderazgo, por lo menos hasta ahora. Eso hace que abrumadoramente el ciudadano vea a los varones participando activamente de la política partidaria y, por lo tanto, considere que son quienes están al mando del poder político del país. Tiene mucho que ver con pensar el poder duro político en términos masculinos y a la mujer política mayormente asociada a áreas sociales”, comentó.

Más allá de esto, tanto Johnson como Pérez­ coincidieron en que ante esta realidad no se puede desprender que Uruguay sea un país más machista que el resto de América Latina, dado que en muchos otros aspectos es de los que más contempla los derechos de las mujeres. “No sería razonable sostener que la sociedad uruguaya o el sistema político uruguayo es más machista que el boliviano, por ejemplo. Uruguay tiene valores muy igualitarios”, resaltó Pérez. “Para mí, no es la cultura ni el país, es el mundo de la política y las cosas que le permiten ser así, como los dos tercios requeridos en ambas cámaras para aprobar la ley de paridad. Son cuestiones donde todavía hay una resistencia masculina brutal: el no querer compartir el poder. En la campaña pasada hablé con mujeres políticas que me decían: ‘Me dijeron que podría ir en este lugar, pero luego tendría que renunciar’”.

Las fallas del sistema electoral

Argimón lamentó que, a pesar de “los avances y las sucesivas campañas, Uruguay aún está lejos de lo que se espera de una de las democracias plenas del mundo”. “Evidentemente, la ‘ley de cuotas’, las denuncias y planteos de las mujeres políticas han tenido un resultado muy lento para lo que es la idiosincrasia del país. Un país donde la sociedad parece ir más allá de lo que las propias estructuras partidarias consideran en la proyección de las mujeres”, afirmó.

Para Johnson, parte de ese lento crecimiento de la presencia femenina en la política uruguaya tiene que ver también con algunas fallas que tiene el sistema electoral uruguayo. Entre ellos, mencionó el hecho de que una persona se pueda candidatear a más de un cargo en una elección. “Me parece que es poco transparente y una forma de asegurar que el que quiere postularse al Senado, pero no está seguro de llegar, se cubra postulándose también a Diputados. Esas cosas me parecen nocivas”.

“Yo creo que el sistema electoral y la democracia uruguaya deberían mirarse profundamente. Así como funcionan hoy, funcionan para garantizar que estas cúpulas sigan estando (en el poder), lo que tampoco es algo muy democrático”, advirtió Niki Johnson, doctora en Ciencia Política. “Yo creo que el sistema electoral y la democracia uruguaya deberían mirarse profundamente. Así como funcionan hoy, funcionan para garantizar que estas cúpulas sigan estando (en el poder), lo que tampoco es algo muy democrático”, advirtió Niki Johnson, doctora en Ciencia Política.

Por otro lado, señaló a la reelección parlamentaria ilimitada como algo “antidemocrático”. “Para que sea realmente derecho de todos y todas, no solo el votar sino también el ser electos, tiene que haber rotación. Cuando no hay límites, terminamos teniendo legisladores ocupando bancas en el Parlamento desde el 85”. A su entender, prohibir la reelección ilimitada “daría un aire nuevo a la política uruguaya” y evitaría caer en disputas “muy personalistas”.

Johnson indicó, además, que esto último también está ligado a la fraccionalización o la cantidad de listas de votación que caracteriza a las elecciones uruguayas. Desde que se aprobó la reforma constitucional, en las tres primeras elecciones (1999, 2004 y 2009), la cantidad de hojas de votación rondaba aproximadamente las 500. En 2014 ascendieron a 650, mientras que en 2019 ya eran casi 1.000 hojas de votación. En tanto, en esta elección fueron más de 1.600. “Un disparate para el tamaño del país. ¡Son más de 20.000 candidatos para 120 cargos!”, argumentó.

Pero esa no es la única debilidad que provoca la fraccionalización. Esta también aumenta la posibilidad de que las listas que consiguen llegar al Parlamento ganen solo una banca. “En definitiva, son elecciones personalistas disfrazadas, porque aunque hay una lista, el que compite es solo uno. Y, por lo general, tiende a ser hombre”.

Para Johnson, el sistema de suplencias existente es otra falla del sistema, ya que además de ser “incomprensible” cómo funciona, el ciudadano termina votando por candidatos al Parlamento que luego no asumen y terminan dejando su banca a otra persona. Muchos de estos casos se dan con mujeres, que dejan su lugar a un hombre. “Yo creo que el sistema electoral y la democracia uruguaya deberían mirarse profundamente. Así como funcionan hoy, funcionan para garantizar que estas cúpulas sigan estando (en el poder), lo que tampoco es algo muy democrático”, advirtió.

La paridad del FA y el caso Raffo

Más allá de las fallas que presenta el sistema electoral uruguayo, ambas expertas destacaron que el aumento de la representatividad de las mujeres en el Parlamento se debe más que nada a que el Frente Amplio aplica voluntariamente la paridad en sus listas. “Es el resultado, uno, de la paridad y, segundo, de que dentro del Frente Amplio hay un sector dominante, el MPP, que fue el que ganó más bancas, más que en las elecciones anteriores, y esto también aumenta la cantidad de mujeres”, dijo Johnson. Al haber muchas bancas concentradas en una lista, se incrementa la posibilidad de que entren más mujeres al Parlamento. Si esas bancas se dividieran entre muchas listas, las chances para las mujeres serían inferiores.

En tanto, Pérez señaló que mientras en la bancada electa del Frente Amplio las mujeres representan el 40%, en la del Partido Nacional son el 18,5% y en el Partido Colorado tan solo el 13%. En este sentido, Johnson­ manifestó que para el Frente Amplio y el Partido­ Nacional, se trata de las tasas más altas de representación femenina conseguidas en el período posdictadura. No obstante, señaló que casos como el de Laura Raffo dejan en evidencia que en las filas blancas “siguen siendo los hombres los dueños de la política y de las listas”. “La no elección de Raffo como candidata a vice, el episodio de la 71, donde iba a ser la primera encabezando la lista y la dejaron afuera, y la muy buena votación que tuvo la lista 40, a la que se sumó, pero aún así no llegó al Parlamento, son muestras de ello”.

Consultada al respecto, Argimón insistió con el obstáculo que suponen las estructuras partidarias, en las que “el poder de decisión es muy fuerte”. Señaló que, por esta razón, se hace cada vez más necesario “empezar a trabajar fuertemente para que se visualice a las mujeres como actrices políticas de primera. Hay una predisposición cultural a entender o sentir que en determinados lugares es mejor que haya hombres”. No obstante, resaltó que el gobierno de Luis Lacalle Pou innovó al tener la primera vicepresidenta mujer electa y la primera ministra de Economía, además de una ministra de Industria y una presidenta en Antel y otra en UTE, dos de las empresas públicas más importantes. “Todo eso lleva a ver mujeres también al frente de empresas públicas, al frente de lugares y ministerios distintos, que ayudan al fenómeno del cambio cultural”.

Resulta paradójico que en el siglo XXI, en un mundo cada vez más inclusivo, la participación de las mujeres en la política sea uno de los grandes desafíos de una de las democracias más plenas a escala global. ¿Encontrará Uruguay los caminos propicios para avanzar en representación femenina en la nueva legislatura? La mayor presencia parlamentaria del Frente Amplio alimenta la esperanza de Johnson. Sin embargo, el panorama no parece tan optimista para Pérez. “El tema es negociar con los otros partidos para llegar a los dos tercios. Me parece que va a ser difícil de conseguir”. Los próximos años lo dirán.

Mujeres que renuncian por hombres

Entre las mujeres parlamentarias electas que renuncian a su cargo (no por haber sido designadas a otro cargo por el Poder Ejecutivo) se encuentra la senadora nacionalista Graciela Bianchi, quien figuraba en la lista al Senado y también en la de Diputados de Aire Fresco. Al ser electa en ambas cámaras, renunció a su cargo en Diputados y en su lugar ingresó Juan José Olaizola. Se trata de una práctica reiterada de Bianchi, que ya lo hizo en legislaturas anteriores. María Fajardo es otra legisladora nacionalista que fue electa en ambas cámaras por Alianza País. En este caso, renunció al Senado, donde la sustituyó Carlos Camy, y asumió en Diputados.

En el Partido Colorado, la diputada electa por Vamos Uruguay Rosario Palleiro renunció a su banca y en su lugar asumió su suplente, Adrián Juri. En tanto, en el Frente Amplio hay dos casos dentro de las filas del MPP. Uno es el caso de Cristina Lustemberg, que fue electa senadora por el MPP y por la Vertiente Artiguista, sector en el cual fue cabeza de lista. Más allá de que finalmente fue designada ministra de Salud Pública, Lustemberg resolvió asumir en el Parlamento como senadora del MPP y dejar la banca de la Vertiente Artiguista a Edgardo Ortuño (quien también terminará renunciando para asumir la titularidad del Ministerio de Ambiente).

Un caso más ambiguo es el de Cecilia Cairo, que al ser electa en ambas cámaras por el MPP asumió en Diputados y renunció a su banca en el Senado, y no se puede especificar quién asume en su lugar por el sistema mixto de suplencias del MPP. Más allá de esto, al haber sido designada ministra de Vivienda, también renunciará a la Cámara Baja y su lugar lo ocupará un varón, Joaquín Sequeira.

La foto de tapa

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Producción y dirección creativa: Sofía Miranda Montero

Foto: Adrián Echeverriaga

De izquierda a derecha, de arriba hacia abajo:

Magela Rinaldi, diputada por el Frente Amplio (Durazno)

Tatiana Antúnez, diputada por el Frente Amplio (Montevideo)

Sandra Nedov, diputada por el Frente Amplio (Montevideo)

Nibia Reisch, diputada por el Partido Colorado (Colonia)

Graciela Bianchi, senadora por el Partido Nacional

Yisela Araújo, diputada por el Frente Amplio (Cerro Largo)

Ana Olivera, diputada por el Frente Amplio (Montevideo)

Sandra Lazo, senadora por el Frente Amplio

Susana Camarán, diputada por el Frente Amplio (Montevideo)

Julieta Sierra, diputada por el Frente Amplio (Montevideo)

Estela Pereyra, diputada por el Frente Amplio (Montevideo)

Margarita Libschitz, diputada por el Frente Amplio (Canelones)

Ana Laura Melo, diputada por el Frente Amplio (Flores)

Patricia Kramer, senadora por el Frente Amplio

Silvia Nane, senadora por el Frente Amplio

Carolina Cosse, vicepresidenta electa, presidenta de la Cámara de Senadores y la Asamblea General a partir del 1 de marzo

María Inés Obaldía, diputada por el Frente Amplio (Montevideo)

Constanza Moreira, senadora por el Frente Amplio

Sol Maneiro, diputada por el Frente Amplio (Montevideo)

Graciela Barrera, diputada por el Frente Amplio (Montevideo)

Graciela Echenique, diputada por el Partido Nacional (Cerro Largo)

Inés Cortés, diputada por el Frente Amplio (Canelones)

Paula de Armas, diputada por el Partido Colorado (Canelones)

Mercedes Long, diputada por el Partido Nacional (Río Negro)

Fernanda Auersperg, diputada por el Partido Nacional (Montevideo)

Mónica Pereira, diputada por el Partido Nacional (Treinta y Tres)

Adriana Peña, diputada por el Partido Nacional (Lavalleja)

Silvana Pérez Bonavita, diputada por Cabildo Abierto (Montevideo)

Elianne Castro, diputada por el Partido Colorado (Montevideo)