Pero el hecho no solo supone un acontecimiento especial para González, ni siquiera únicamente para el IIBCE; lo es para todo el país, dado que este pequeño cérvido no solo nació por reproducción asistida y se encuentra en perfecto estado de salud, sino que además posee una combinación genética única, que podría ser el inicio de un proceso de conservación de una de las especies más emblemáticas del Uruguay, que redundaría también en la preservación de la biodiversidad.
El problema de la endogamia
La idea del proyecto surgió en 2016, cuando la directora del ECFA de Pan de Azúcar, Brenda Bond, planteó a González y al veterinario brasileño especialista en la misma especie José Mauricio Barbanti, del Núcleo de Pesquisa e Conservação de Cervídeos (Brasil), el problema de endogamia entre la población cérvida que estaba enfrentando la estación de cría de Maldonado. Un problema que, según explicó González a Galería, era previsible, dado que la población cérvida del ECFA hace 40 años que está en cautiverio y no tiene contacto con ningún otro ciervo que no nazca allí mismo.
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Susana González y equipo del ECFA inseminando a la progenitora del venado Clemente
Esto lleva a que se reproduzcan entre parientes y que los problemas de sanidad y las malformaciones genéticas sean muy comunes. Es que, como señaló el IIBCE en un comunicado con motivo del nacimiento de Clemente, “para tener buena salud, la diversidad también es necesaria a nivel genético”. De hecho, la población cérvida del ECFA de Pan de Azúcar proviene de los 10 venados de campo que en los años 80 su fundador y naturalista, Tabaré González, trajo de Salto, preocupado por su conservación en el este del país.
Ante el problema presentado por Bond, Barbanti planteó “la idea medio loca” de ir por la reproducción asistida. Lo que en aquel momento pareció “una utopía”, con el paso de los años fue tomando forma, hasta que en 2018 la propia González se animó a plantear el proyecto al MVOT, obteniendo el visto bueno de las autoridades. En el convenio firmado por las tres entidades anteriormente mencionadas, el ministerio se comprometía a financiar el proyecto mediante tres desembolsos previstos en determinadas fechas.
Así fue que en enero de 2020 el MVOT realizó el primer pago y el proyecto comenzó a andar. Sin embargo, la irrupción de la pandemia, en marzo del mismo año, obligó a posponer el cronograma pautado y a reprogramarlo. A esto se sumó, ese mismo mes, el cambio de gobierno y de autoridades en el MVOT. Cuando pasada la pandemia, González solicitó el segundo desembolso, desde la cartera se le informó que no había interés en el proyecto, por lo que no se continuaría con la financiación.
Ante esta situación, la bióloga presentó el proyecto en WFN con el objetivo de conseguir el apoyo económico necesario para poder avanzar. “No era tan fácil vender el proyecto, en el sentido de que ellos vieran al venado como una especie que vale la pena conservar. Por decirte algo, está el caso de los gorilas de África, que se están muriendo porque los cazan, o de los elefantes que los matan por el marfil. Un venado de campo frente a esos problemas no resulta tan atractivo”. Sin embargo, aún así el proyecto obtuvo los fondos necesarios para continuar.
Clemente y un futuro esperanzador
El martes 20 de mayo, González visitó el ECFA de Pan de Azúcar con el objetivo de observar el estado de las nueve hembras de venado de campo, que casi ocho meses antes habían sido inseminadas, y verificar si estaban preñadas. La literatura establece para la especie siete meses y medio de gestación, y para los profesionales que trabajan en esto, no hay otra forma de confirmar la preñez más allá de la observación.
La bióloga las observó y si bien notó que algunas estaban un poco más gordas de lo habitual, descartó la posibilidad de que fueran a tener crías, debido al tiempo que había pasado desde la inseminación. “Me fui y dejé escrito: ‘No tuvimos éxito’. Había perdido la esperanza”, comentó. Por eso, cuando tres días después recibió la noticia del nacimiento de la primera cría, la sorpresa y alegría fue mucho mayor.
No se trataba de la primera vez que se realizaba el procedimiento, pero hasta entonces todos los intentos habían sido fallidos. Esta vez, el nacimiento de Clemente enciende la esperanza de que pueda haber más crías de las otras hembras inseminadas. No obstante, González señaló que el tiempo de espera alcanza hasta esta semana. Si para entonces no nacen, es porque la inseminación no dio resultado.
El protocolo implementado fue diseñado específicamente para esta especie y supuso la captura de ejemplares silvestres de Salto para la recolección de semen, su posterior traslado e inseminación en Maldonado, manteniendo siempre un enfoque no invasivo y respetuoso, que además tiene potencial de ser replicado en otros cérvidos amenazados.
El comunicado del IIBCE también señala que la inseminación artificial permite introducir mayor diversidad genética y asegurar que las nuevas generaciones de venados sean saludables y capaces de reproducirse, tanto dentro del ECFA como en otras áreas. Por eso, el nacimiento de Clemente es “un paso firme hacia un futuro esperanzador para el venado de campo”.
“Cuando se empiezan a cruzar entre parientes, hay muchas chances de que los genes que están en estado recesivo, que por lo general son los más dañinos, se expresen. Es ahí cuando aparecen las malformaciones, los problemas congénitos, de esterilidad y más. Eso afecta el crecimiento poblacional, porque si nace con algún defecto, no se va a poder reproducir o se va a morir”, explicó González, quien aseguró que en el ECFA de Pan de Azúcar se han registrado muchos casos de estos. A modo de ejemplo, mencionó el caso de una hembra que al intentar hacerle la inseminación, se dieron cuenta de que no tenía vagina.
Manejo agropecuario amigable con la naturaleza
Actualmente en Uruguay, la población de venado de campo se encuentra distribuida en tres departamentos: Maldonado, Rocha y Salto. En Maldonado hay solamente 180 ejemplares, que son los que viven en cautiverio en la ECFA. En Rocha y Salto se encuentran libres en establecimientos agropecuarios, donde los propietarios les permiten estar, dado que los venados se alimentan de pastizales, compiten con el ganado y, además, pueden causar daño en algunas plantaciones. En el primer departamento hay unos 300 ejemplares y en el segundo suman aproximadamente 2.000.
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Marcelo Casacuberta
“Es muy poco. Una especie con esos números se extingue”, señaló González, y recordó que antiguamente había venados de campo en todo el país. “Cuando (Charles) Darwin vino a Uruguay hace 190 años, vio venados en el Cerro de Montevideo, hoy no hay ninguno”. La bióloga manifestó que entre las causas de este fenómeno no solo se encuentran la urbanización, la endogamia y la caza, un delito que tiene la mayor multa (mil unidades reajustables y el decomiso de armas y vehículos), sino que también se suma el mal manejo agropecuario.
La experta aseguró que son pocos los propietarios que hacen en sus predios un manejo amigable de la naturaleza y permiten la vida del venado de campo. De hecho, en Salto, las estancias que aceptan venado no llegan a 50, mientras que en Rocha son solamente 10. Sin embargo, las ventajas de tener estos animales en los establecimientos agropecuarios son mayores que las desventajas. “Los venados comen pastizales, pero comen mucho menos que las ovejas, por ejemplo. Además, eligen muy bien lo que comen y al comer dispersan las semillas de las especies buenas, mejorando el pastizal”. Por eso, no solo se dice que donde hay venados hay buenos campos, sino que además está comprobado que estos ayudan a mantener el sistema de campo natural y colaboran a que el ganado crezca mejor.
Por todo esto, el nacimiento de Clemente marca un hito no solo en la carrera profesional de González o en la historia del IIBCE, sino también para la ciencia en general. A su vez, supone un paso importante y esperanzador para la perpetuación del venado de campo en Uruguay y, por lo tanto, para la conservación de la biodiversidad del mundo entero.