Sin embargo, la experta señaló que, a su criterio, una de las consecuencias más importantes que dejó la pandemia es su contribución a la visualización de la salud mental como pata fundamental de la salud integral y como un asunto importante en el bienestar de la sociedad. “Eso que hoy está en el intercambio social, en el discurso de los tomadores de decisión y de los diseñadores de políticas públicas, de los profesionales de los servicios de salud y de las familias, en general, creo que es fruto de la pandemia. Previo a ella, cuando se hablaba de salud mental, la discusión se centraba en los problemas mentales severos, pero no en términos de bienestar emocional”, indicó.
A modo de ejemplo, resaltó que en la campaña electoral del año pasado la salud mental fue un tema que estuvo en la agenda, cuando en campañas anteriores ni se la mencionaba. “Hoy, hablar de salud mental conecta, porque la gente conecta con una diversidad de situaciones que tienen que ver con cómo las personas transitamos nuestros vínculos, nuestras relaciones, de las más íntimas a las más sociales. En esas relaciones hay una dimensión de bienestar emocional que es fundamental para el desarrollo de las personas y de las sociedades, para la convivencia”.
Pero la concientización sobre la importancia de la salud mental no fue un fenómeno circunscripto a Uruguay, sino que se dio en todo el mundo. Cuando a principios de 2022 un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) arrojó que la prevalencia de la ansiedad y la depresión aumentó un 25% en el primer año de la pandemia, el propio director general del organismo, Tedros Adhanom Ghebreyesus, alertó: “La información que tenemos ahora sobre el impacto del Covid-19 en la salud mental es solo la punta del iceberg. Esta es una llamada de atención a todos los países para que presten más atención a la salud mental y hagan un mejor trabajo de apoyo a la salud mental de sus poblaciones”.
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Adrián Echevarriaga
Actualmente, en el entendido de la salud mental como parte esencial del bienestar psicoemocional de la persona, muchas investigaciones están enfocadas en estudiar los efectos de la pandemia en aquellos grupos que se consideran los más afectados de la sociedad, en términos de género, nivel socioeconómico y generacional. Ellos son: las mujeres, los sectores económicamente más vulnerables, los adultos mayores sin redes de sostén y los adolescentes.
La mujeres y los psicofármacos
López manifestó que actualmente hay algunas evidencias que demuestran que las mujeres, sobre todo en contexto de aislamiento social sostenido y con medidas restrictivas de movilidad, padecieron afectaciones importantes en términos de bienestar emocional. Muchas investigaciones sugieren que esto se debe a la sobrecarga y a la exigencia que les supuso el tiempo de aislamiento: homeoffice, atención y educación de los hijos, tareas del hogar y de cuidado, entre otros. De hecho, algunos indicadores están arrojando que durante y luego de la pandemia se incrementó el consumo de psicofármacos en mujeres, así como el uso de la meditación para controlar la ansiedad.
La experta manifestó que si bien en el mundo dos tercios de los psicofármacos los consumen las mujeres por prescripción médica o por autoprescripción, la pandemia podría haber aumentado estas cifras y la brecha con el consumo en hombres. De hecho, recientemente en España una investigación de la Universidad del País Vasco reveló que el consumo de antidepresivos entre las jóvenes de 15 a 19 años muestra una tendencia ascendente, que se ha intensificado desde la pandemia. La cifra se eleva a 24,1%, que prácticamente duplica al de los hombres de la misma edad (15,3%). A su vez, en Costa Rica un estudio del Instituto de Drogas de 2023 indicó que entre 2018 y 2021 las mujeres representaron el 59,9% del consumo total de psicofármacos en el país, atribuyendo estos números a los desórdenes de salud mental provocados por la pandemia y a las discriminaciones por género.
Hasta ahora, de los grupos poblacionales más afectados, los adolescentes han sido los más estudiados y sobre quienes se conocen más datos. Esto se relaciona con que la pandemia trastocó una de las etapas más cruciales de su vida, donde el desarrollo cognitivo, emocional, cerebral y social son fundamentales para su futuro. “Es como estar en un momento donde debe desarrollarse cierta musculatura, pero cierra el gimnasio”, expresó a Galería Roberto Balaguer, psicólogo y magíster en Educación, que en el año 2020 publicó el libro Convivir en tiempos difíciles, en el que junto con el psiquiatra Ariel Gold y la magíster en Psicoterapia Cognitiva Lorena Estefanell analizan los primeros efectos de la pandemia.
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Álvaro Salas
Adolescentes tristes y desesperados
En setiembre de 2023, el Informe Panel de Juventudes (Encuesta Nacional de Adolescencia y Juventud), realizado por el Instituto Nacional de la Juventud, reveló que la cantidad de adolescentes y jóvenes que en 2022 se sentían “tristes y desesperados” se triplicó respecto a la etapa previa a la pandemia. Mientras que en 2018 solo el 8,6% de los adolescentes entre 12 y 15 años se sentían así y por eso habían dejado de “hacer sus actividades cotidianas”; en 2022, cuando los mismos jóvenes fueron consultados, esta vez con 16 y 19 años, ese sentimiento había crecido al 23,4% de ellos.
El estudio también da cuenta de que, mientras en 2018 el 4,4% confesó haber “considerado seriamente la posibilidad de quitarse la vida”, en 2022 el guarismo había aumentado a 12%. En tanto, consultados si en los últimos 12 meses se habían autoinfligido alguna lesión, en 2018 las respuestas afirmativas eran 4,9% y en 2022, 7,6%.
A esto se suma el hecho de que el suicidio es la principal causa de muerte en adolescentes de entre 15 y 19 años, con una tasa de 16,4 por cada 100.000 habitantes, según datos del Ministerio de Salud Pública correspondientes al año 2021.
Al respecto, Balaguer señaló que la pandemia “desnudó” muchas cosas, entre ellas, dificultades o trastornos que de otra manera quizás no hubieran aflorado o lo hubieran hecho de forma “más fluida y menos complicada”. Manifestó que, al ser la adolescencia una etapa crucial para socializar con pares y afrontar cambios (por ejemplo, pasaje de escuela a liceo, primeras salidas nocturnas, cumpleaños de 15), en muchos casos, como eso no se pudo concretar o hacer con normalidad, terminó provocando desconfianza en las relaciones, problemas para vincularse y de autoestima. “No se pudo desarrollar la musculatura como estaba previsto. Sin dudas, eso deja huellas”.
A esto se suma la adicción a las pantallas y a las redes sociales ocasionada por el uso excesivo (pero muchas veces necesario) que se hizo de ellas durante la pandemia. “Muchos de los chiquilines que sufrieron en lo vincular quedaron muy pegados al mundo digital, en detrimento de los vínculos personales”. La mayoría de las veces estos jóvenes no manifiestan interés en relacionarse directamente con los demás ni en hacer actividades al aire libre o compartir, e incluso han visto afectada su rutina diaria.
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Adrián Echeverriaga
En Uruguay, según los datos recogidos por el segundo estudio nacional sobre niñas, niños y adolescentes en el entorno digital, denominado Kids Online Uruguay, que se llevó a cabo en 2022, 29% de los adolescentes dijo haber bajado las notas debido al uso excesivo de nuevas tecnologías, la misma cantidad señaló haber tenido problemas con sus amigos y familias por esa razón y un 26% dejó de comer o de dormir.
Más allá de esto, y siguiendo la tendencia mundial, entre los jóvenes y adolescentes uruguayos la salud mental también se ha convertido en un tema central de diálogo y discusión. De esto da cuenta un estudio de la consultora Nómade dado a conocer el año pasado. Según la investigación, los jóvenes son conscientes de las afecciones mentales, sus síntomas, el aparente aumento de estos problemas debido a la pandemia y los posibles tratamientos y las medicaciones.
Sin embargo, esta mayor conciencia sobre la importancia de la salud mental parece ser perfectamente compatible, por ejemplo, con la negativa de relacionarse con sus pares o no querer disfrutar de actividades al aire libre. Alejandra Arias, profesora adjunta del Instituto de Psicología de la Salud de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República, que se ha especializado en niños y adolescentes, explicó que muchas veces, aunque sean conscientes de la relevancia del bienestar emocional, no obran en consecuencia porque no tienen las herramientas para sobreponerse o porque se ven imposibilitados por sus propios trastornos o dificultades.
El informe de Nómade también revela que a partir de los 15 años los jóvenes comienzan a manifestar a sus padres la necesidad de iniciar un proceso terapéutico. Los motivos de consulta más frecuentes son depresión, ansiedad, desatención, agresividad y problemas intrafamiliares. Al respecto, Arias subrayó que, aunque no existen cifras oficiales del incremento de solicitud de consultas con profesionales de la salud por parte de jóvenes y adolescentes, en el día a día el aumento se hace notorio. “Antes, en los servicios de salud había listas de espera, ahora las listas de espera están detonadas. Son mucho mayores que antes de la pandemia”.
Para Balaguer, una de las consecuencias más notorias y positivas que dejó la pandemia es el teletrabajo. Si bien en su momento la organización de las familias pudo ser caótica y fuente de mucho estrés, con el transcurso del tiempo y ya pasado el período de aislamiento, el teletrabajo hizo que “la presencialidad quedara en un plano más justo con lo que aporta”.
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Adrián Echeverriaga
El aislamiento forzoso llevó a que se “comenzara a valorar la presencialidad no como algo dado, sino como algo que en determinados momentos se requiere, pero en otros no es necesario”. Esto, que en su momento necesitó de un acostumbramiento, permitió en muchos casos utilizar el tiempo de forma más eficaz. No obstante, el psicólogo reconoció que muchas veces juega en contra de la generación de equipos y vínculos. Por esta razón, manifestó que el modelo híbrido suele ser el ideal cuando se trata de adultos.
Analizando el ámbito familiar, el experto considera que la convivencia forzada “hizo que los vínculos se llevaran al extremo, dejando al desnudo los que funcionaban y los que tenían falencias”. En este sentido, si bien parece lógico pensar que durante estos años el número de divorcios y separaciones habrá aumentado, esos datos no se conocen, dado que en Uruguay hace más de 20 años que no se publican, dijo a Galería Wanda Cabella, demógrafa experta en familias y uniones conyugales.
Por otra parte, los datos del Censo 2023 dan cuenta de un descenso continuo de la natalidad desde 2020 (35.874 nacimientos) hasta 2023 (31.385), alcanzando este último año la cifra más baja de nacimientos desde 1900, por lo que se puede pensar que la pandemia afectó el deseo ser padres, aunque no debe haber sido el único factor.
Más allá de esto, Balaguer resaltó el otro lado de la moneda. Para otros la experiencia “fue una ganancia, en el sentido de hacerse preguntas que quizás antes no se hacían, en cuanto a calidad de vida, distribución del tiempo y diferenciar entre lo importante y lo superfluo”. Incluso, tal como señala en su libro, para muchas familias significó “un reconocerse”, puesto que alejados del vértigo de la rutina diaria, por ejemplo, padres e hijos pudieron convivir más horas y compartir diversas actividades. “Por lo tanto, se profundizaron muchos vínculos”.
Sin embargo, consultado sobre si la pandemia nos dejó la lección de carpe diem, el experto manifestó sus dudas. “Es verdad que la pandemia resituó las cosas. Se barajó y se dio de nuevo para aquel que pudo tomarlo. Pero, como yo decía en aquel momento, mi gran miedo era que nos olvidáramos, porque las personas somos olvidadizas y nos acostumbramos fácil. Creo que pasó mucho de eso. Nos olvidamos. Dejó un efecto residual en lo laboral, pero en otros aspectos la vorágine nos volvió a ganar”.