Es filántropa, activista y escritora. Esta última faceta es la que ha dado que hablar recientemente. Resulta que, mientras se preparaba para interpretar a la terapeuta sexual Jean Milburn, madre de Otis, el protagonista de Sex Education, leyó por primera vez el libro Mi jardín secreto, de Nancy Friday, que ya reunía fantasías sexuales de mujeres en 1973. Quería saber qué tanto había cambiado esa realidad en más de 50 años, entonces decidió abrirse un blog al que tituló Querida Gillian. A través de ese medio invitaría a todas las mujeres del mundo a enviar sus cartas. Llegaron más de 1.000, de personas de todas partes del globo. Más jóvenes, más veteranas, casadas, solteras, en relaciones cerradas, abiertas, heterosexuales, homosexuales, bisexuales, trans. El libro recoge 174 de esas cartas y devela que, incluso después de décadas de avances en derechos, quienes escriben dejan traslucir una vergüenza que muchos entenderían anacrónica.
Los Anderson se volvieron a mudar, esta vez a Grand Rapids, Michigan, Estados Unidos. Allí, Gillian asistió a la escuela. Pero no a una escuela promedio, sino a una para superdotados, llamada City High-Middle School. Al principio, no la pasó del todo bien. Y no porque no fuera inteligente o no estuviera a la altura, sino porque sus compañeros de clase se burlaban de su acento británico. Así, su pronunciación se fue transformando y hasta hoy tiene la capacidad de hablar como una perfecta americana o como una auténtica británica, según dónde se encuentre o qué papel tenga que interpretar.
La niña
De niña, quería ser arqueóloga o bióloga marina. Le fascinaba investigar a los animales y se pasaba tiempo desenterrando gusanos y cortándolos en trocitos, según repitió en entrevistas a medios norteamericanos. Sin embargo, en la escuela también descubrió su pasión por la actuación. Se presentó a un casting para actuar en la obra Romeo y Julieta, de William Shakespeare y, según los cuentos de su madre, no solo quedó seleccionada, sino que logró una actuación formidable.
Después de transitar una adolescencia rebelde, con piercings y banditas de rock incluidas, Gillian se graduó de la secundaria e ingresó en la universidad DePaul de Chicago, donde estudió Interpretación y Bellas Artes. Tras recibirse, viajó a Nueva York y dio sus primeros pasos como actriz profesional en teatro en Broadway, como parte del elenco de la obra Absent Friends. Ese primer papel le valió el premio Theater World Award, y significó el comienzo de una extensa colección de galardones como actriz.
Gillian actuó en otras obras de teatro menores durante un tiempo, hasta que en 1992 decidió mudarse a Los Ángeles para comenzar su carrera en el mundo audiovisual. Comenzó en televisión, con una participación en el drama colegial Class of 96, producida por Fox. La misma cadena produciría luego Los archivos X, serie que oficiaría de trampolín para el salto a la fama de una joven Gillian.
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Gillian Anderson y Asa Butterfield (Otis Milburn) en una escena de Sex Education
Instagram Gillian Anderson
La intérprete
Sin embargo, a la actriz no le fue fácil conseguir el papel de la agente Dana Scully. Tenía 24 años cuando hizo el casting y los directores la consideraron demasiado joven para su personaje. Pero ella se esforzó por aparentar más edad y así logró convencerlos. Lo que comenzó en 1993 como un contrato por solo 13 episodios se convirtió en una serie de 10 temporadas (o 12, si se cuentan los capítulos extra que se estrenaron en 2016 y 2018), por su éxito e impacto.
Los archivos X obtuvo en total cinco Globos de Oro y 16 Emmy. Por supuesto, uno de ellos fue para Gillian, por su papel de Dana Scully, en 1997. Pero tanto o más importante que ese logro fue el de haber sido la primera mujer en escribir, dirigir y protagonizar un episodio de una serie tan exitosa en toda la historia de la televisión. El capítulo en cuestión se tituló All things, y se emitió en el 2000.
Mientras filmaba Los archivos secretos X conoció a su primer esposo, Clyde Klotz, con quien se casó en 1994 y tuvo una hija llamada Piper. El matrimonio duró poco, y en 1997 se conoció la noticia de su divorcio. También estuvo en pareja con el empresario Mark Griffiths, padre de su segundo y tercer hijo: Oscar y Felix. Su relación terminó en 2012 y, entre 2016 y 2020, mantuvo una relación con el guionista y dramaturgo británico Peter Morgan, creador de la serie The Crown. Gillian actuó en la cuarta temporada de la serie, en la piel del personaje de la ex primera ministra de Reino Unido, Margaret Thatcher.
En 2018, mientras se emitía la última temporada de Los archivos secretos X, Gillian recibió el guion del primer episodio de la serie de Netflix Sex Education, para la que se le ofrecía el papel de la terapeuta sexual Jean Milburn, madre de Otis, el protagonista. No había siquiera terminado de leerlo y el guion ya estaba en la basura: a la actriz le parecía que la trama era demasiado obvia, según contó a Entertainment Weekly.
Fue su pareja de ese entonces, Peter Morgan, el que metió la mano en el tacho para rescatar los papeles, terminar de leerlos y convencer a Gillian de aceptar el papel.
La activista
En una corta etapa de su vida, Gillian volvió a la ciudad londinense que la vio crecer. A inicios de la década del 2000 participó de una obra de teatro en el West End. Allí comenzó, además, a involucrarse en la filantropía, primero en apoyo a la investigación de la enfermedad del sida y apoyo a los enfermos.
Por esa causa, la actriz viajó a África en 2003 y lideró otras causas, como el South African Youth Education for Sustainability, una iniciativa de educación en sustentabilidad para jóvenes sudafricanos. Hasta la actualidad integra la junta directiva de Artistas para una Nueva Sudáfrica y es activista de la Acción para África del Sur. También ha defendido de forma pública y es miembro de la organización PETA (Personas por el Trato Ético de los Animales).
En 2011, Gillian perdió a su hermano Aaron Anderson, quien murió con solo 30 años, por una neurofibromatosis. A partir de entonces, la actriz y filántropa encontró una de las banderas que alzó con más fuerza en su vida de activista: la de la lucha contra esa enfermedad genética. Por ese entonces se convirtió en vocera honoraria de la organización estadounidense Neurofibromatosis Network.
La escritora
Además de haberse destacado en el teatro, en el cine, como filántropa y activista, Gillian incursionó (y con éxito) en el mundo literario. Entre 2014 y 2016 coescribió, junto con Jeff Rovin, la trilogía de novelas de ciencia ficción The Earth End Saga (La saga del fin de la Tierra), compuesta por los títulos A Vision of Fire (Una visión de fuego), A Dream of Ice (Un sueño de hielo) y The Sound of Seas (El sonido de los mares).
En 2017 publicó otro libro, escrito en conjunto con Jennifer Nadel, que se tituló We: A Manifesto for Women Everywhere (Nosotras: un manifiesto para las mujeres de todo el mundo).
Este año, Gillian Anderson publicó el primer libro enteramente de su autoría: Quiero. Qué piensan y sienten las mujeres sobre el sexo cuando tienen la libertad de ser ellas mismas. Se trata de una recopilación de 174 cartas en las que mujeres de todo el mundo narran sus fantasías sexuales (algunas con mucho detalle). Ese número, 174, es apenas una ínfima parte del material inicial con el que contaba la autora.
Quiero Libro Gillian Anderson.jpg
Editorial Planeta. Disponible solo en ebook, 339 pesos
“Estas cartas me hicieron replantearme mi propia identidad: las etiquetas de actriz, madre, pareja, activista, mujer estadounidense/británica. Así, con todo esto en mente, y ciñéndome al espíritu del proyecto, envié yo también mi carta. Sentía curiosidad por ver cómo encajaba: ¿Se mezclaría con naturalidad con las demás? ¿Y (aunque nunca vayamos a saberlo) coincidiría con lo que la gente presupone de mí?”, escribe Gillian en Quiero.
Una de las cosas que a la actriz y escritora le habían llamado la atención cuando leyó Mi jardín secreto era el sentimiento casi unánime de vergüenza que experimentaban las mujeres al tener que expresar sus fantasías sexuales. Vergüenza y hasta a veces culpa, algo pecaminoso. Se sorprendió al encontrarse con que, en la época actual, con décadas de avances en derechos, con movimientos de lucha feminista y LGBTIQ+ alzando su voz en todo el mundo, la vergüenza es aún el factor predominante.
La autora de una de las cartas presentes en Quiero dice: “Cada dos por tres me pongo a hacerme preguntas sobre la vergüenza que me generan mis propios deseos. ¿Todo el mundo se avergüenza y finge que no?”. Y, sobre esto, Gillian reflexiona: “La fantasía es un espacio seguro, no una representación de lo que queremos que llegue a ser real. Y un aspecto que es determinante: en una fantasía solo necesitamos nuestro permiso, y el de nadie más”.
Debajo de cada una de las cartas, figuran una serie de datos sobre las autoras: su nacionalidad u origen étnico, su estado civil, la cifra aproximada de sus ingresos, su orientación sexual y si tienen hijos o no. “Tengo un secreto que no le he contado nunca a nadie: si te cruzas conmigo andando por la calle, yendo en el metro o comprando en el supermercado, es muy probable que en mi cabeza esté creando una fantasía sexual detallada y más caliente que unas brasas”, escribe una mujer blanca, británica, heterosexual, en una relación y sin hijos.
Otra, una suiza, heterosexual, en una relación y con hijos, cuenta que todas las noches sueña que tiene relaciones sexuales con el actor Pedro Pascal.
Otra, blanca, británica, judía, heterosexual, casada (“felizmente”, según afirma) y con hijos, fantasea con lo que sucedería si su marido muriera. Aunque sea bueno, respetuoso, trabajador, ella piensa en un episodio con una compañera de trabajo por la que sintió una gran atracción. “No tengo la valentía suficiente para dejar a mi marido. No voy a dejarlo nunca. Es mi mejor amigo. Por la calle vamos caminando de la mano, pero en la cama nos damos la espalda, no por enfado, sino por cansancio”, relata.
Pero no todas las fantasías son meramente carnales. Muchas mujeres fantasean con que las hagan sentir deseadas, incluso queridas. Muchas fantasean con una conexión, con el cariño, con el amor. Con sentirse amadas y con tener alguien a quien amar.
El objetivo que la actriz que interpretó a Jean Milburn se planteó con este libro fue el de “iniciar un nuevo debate sobre poder sexual, en especial entre las mujeres”. En el prólogo de su libro escribe: “La liberación sexual de las mujeres ha de significar libertad para disfrutar del sexo a nuestra manera, para decir lo que queremos, no lo que nos vemos presionadas a querer, ni lo que creemos que se espera que queramos”.