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Una semana en el grupo de WhatsApp del edificio: lecciones morales y pequeñas guerras

Entre mensajes aleccionadores, el escrache y los stickers oscila la dinámica de los grupos de WhatsApp de vecinos, un mal (in)necesario

Editora de Galería

Hay avances tecnológicos que se agradecen y a la vez se desagradecen. Como el grupo de WhatsApp­ del edificio. Qué práctico que los 25 apartamentos estemos comunicados constantemente, 24/7. Qué funcional. Qué terrible.

Un día cualquiera en el chat a alguien se le puede ocurrir sacar un tema. Tengo la teoría de que es relativamente aleatorio, y que más que preocupación lo que dispara este primer mensaje es aburrimiento o ganas de sentirse mejor persona, pero no tengo pruebas.

El mensaje que ameniza una tarde de lunes es una foto del contenedor de basura desbordado. Siempre hay alguien listo para registrar los errores de los demás, presumiendo de una supuesta superioridad moral. No solo está desbordado, también hay bolsas rotas, así que entiendo el problema, pero no la utilidad del escrache. Todos los comentarios que aparecen aborrecen la actitud del mal vecino anónimo, y empiezan a alardear de su devoción y compromiso por la “gestión responsable de los residuos” (así le llaman) y el reciclaje. Esto es como Asesinato en el Orient Express: uno de nosotros fue, pero nadie va a confesar. Todos vamos a escribir: “lamentable” o “qué triste”.

Fantaseo con salir del grupo.

Vecinos sin rumbo

El olor a grasera en los espacios comunes puede ser un tema superválido para iniciar un intercambio un miércoles, y de paso plantar la queja de que “el muchacho de la sanitaria” no es tan amable como “el que venía antes”. Alguien responde relativamente rápido y dice que lo que huele su nariz no es a grasera, sino a pescado, y aprovecha para hacer sus descargos por la mala extracción de aire de un apartamento en particular (no dice cuál es, pero todos sabemos cuál es). Otra persona pide si por favor algún vecino puede interceptar al joven de la sanitaria y mandarlo a su departamento antes de que se vaya, que no escuchó el timbre, pero nadie responde. Ya es tarde, ahora el tema es otro.

Una foto muestra el ascensor abierto y la acompaña un mensaje indicando qué piso es el culpable. Los sospechosos se reducen a tres, vamos mejorando. Pero nadie se da por aludido. Alguien más interviene para decir que todas estas cosas suceden desde que la comisión renunció y el edificio está acéfalo. Tira el dardo, pero no se ofrece a conformarla. Nadie lo hace.

Trending topic

Estamos saliendo del invierno, así que es de esperar que el tópico de conversación cambie. La guerra fría entre los vecinos que se quejan de tener que dormir con ventanas abiertas porque no soportan la calefacción (“Buenas tardes, quería saber si soy el único que está con todo abierto hace horas y el calor no afloja”) y los que viven más arriba, que se quejan de pagar los mismos gastos comunes y tener la mitad de temperatura, llega a una tregua hasta el próximo mayo. La temporada marca un nuevo trending topic: el desagüe de los aires acondicionados. “Dejé abierta la ventana y se me inundó el living”, escribe alguien el domingo, el primer día cálido del año. “Me asomé y me cayó una gota enorme en la nuca, seamos responsables”, acusa otro. Otra vecina da su opinión en un audio de 2 minutos 37 segundos que no escucho.

Alguien da un giro a la conversación y aprovecha para agitar a los demás por un presupuesto para arreglar el garaje que nunca se terminó de aprobar. “Yo no tengo auto, ¿tengo que pagar igual”?, pregunta un vecino. Sí, señor, si se derrumba el techo del garaje, nos hundimos todos, seamos o no propietarios de un vehículo. Por suerte, alguien (que no soy yo) responde con amabilidad y explica que es por el bien de todos, una obra necesaria para reforzar la estructura del edificio. El vecino sin auto no responde, pero otra vecina agradece con un sticker que dice “gracias” mientras se dibuja un corazón, y otra con una lluvia de estrellas que escriben “bendiciones”.

Necesito un detox. Archivo el grupo hasta mañana.