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Julio Olalla, fundador del coaching ontológico: “Las crisis que hemos creado en el mundo no las podemos resolver mirando con los mismos ojos”

En su paso por Uruguay, el experto chileno habló sobre la importancia de entender al otro, de hacernos más preguntas, y de la necesidad de escapar de la “obviedad” para solucionar los problemas de la humanidad

Cuando habla del dolor que hay en el mundo, a Julio Olallase le llenan los ojos de lágrimas. Guerras, drogas, depresión, pobreza, violencia doméstica, corrupción, delincuencia, dolor interior y más. “¿Por qué tenemos tanto, pero a la vez se está produciendo un vacío profundo en otros terrenos?”, se pregunta quien es considerado uno de los fundadores y maestros del coaching ontológico y presidente de The Newfield Network, escuela líder en el mundo en formación de coaches, con presencia en Estados Unidos, América Latina y Europa.

“Creo que tiene que ver con que llega un momento en que la mirada que tenemos del mundo se agota; ya nos dio lo que tenía para dar y no puede seguir dando más”, asegura el coach ontológico chileno. Por eso, se hace cada vez más necesario buscar “una nueva articulación de nuestra existencia” y cambiar la mirada, para descubrir otras realidades y obtener nuevos resultados. Con este propósito nace el coaching ontológico, que Olalla define como “una contribución a girar nuestra concepción del saber y del aprender”.

Aquí, un tramo de la conversación de Olalla con Galería, en la que habló de los desafíos de la humanidad, la importancia de la conversación en el siglo XXI y las bondades del coaching ontológico.

¿Qué es el coaching ontológico?

El coaching entiende que tenemos que cambiar inmediatamente dos cosas: la epistemología, es decir, el concepto que tenemos de lo que es saber y aprender; y la ontología, que trata sobre el entendimiento de lo que es el ser. ¿Qué quiero decir con esto? En el presente, para entender cualquier cosa, la aislamos, la separamos. Cuando me preguntan qué es un árbol, inmediatamente lo aíslo para explicar que es un ente. Esa separación tiene cierto sentido, pero no nos damos cuenta de que nosotros no somos sin todo lo que nos rodea, sin el aire, sin el sol, sin la otra gente. Yo soy una danza con un millón de cosas, pero cuando hablo de mí, inmediatamente me separo de la piel para adentro. Esta lógica en la que estamos es parte del dolor que hay entre nosotros.

El coaching es una contribución a girar nuestra concepción de lo que es el saber y el aprender: hago las cosas bien, soy un buen profesional, pero por qué tengo este dolor tan grande, por qué me llevo mal con mi mujer o con mis hijos, por qué en el trabajo siempre tengo algún problema. El coaching es una contribución a girar nuestra concepción de lo que es el saber y el aprender: hago las cosas bien, soy un buen profesional, pero por qué tengo este dolor tan grande, por qué me llevo mal con mi mujer o con mis hijos, por qué en el trabajo siempre tengo algún problema.

¿Ese dolor se debe a que no nos integramos con el resto del mundo?

Así es. Aparece inmediatamente esta separación que no se debe a que seamos tontos o malos. No hay nada de eso. Simplemente es un delirio en el que entramos y nos quedamos ahí. En el coaching decimos que para entender al otro —y por eso ha tenido tanto éxito— no tengo que partir solo de él, sino también de sus relaciones, su gente, su mundo emocional, cómo se relaciona en el trabajo, en su familia, en las relaciones románticas, en lo que sea.

¿El coaching se complementa con la psicología?

Sí. La psicología viene más de la ciencia tradicional. Sin dudas, tiene su rol cuando hay situaciones de carácter mental en las que hay alguna irregularidad o deformación. El coaching, en cambio, no está vinculado a alteraciones de ningún tipo, simplemente tiene que ver con el observador que eres y el giro que quieres dar. El coaching es una contribución a girar nuestra concepción de lo que es el saber y el aprender: hago las cosas bien, soy un buen profesional, pero por qué tengo este dolor tan grande, por qué me llevo mal con mi mujer o con mis hijos, por qué en el trabajo siempre tengo algún problema.

¿A qué tipo de personas recomendaría tomar sesiones de coaching?

Honestamente, está pensado para cualquiera, pero para que una persona entre a un espacio de coaching ontológico tiene que estar, por ejemplo, en una situación que lo tiene dominado hace tiempo, como una relación o lo que fuese. ¿Por qué sigo haciendo lo mismo, si me doy cuenta qué estos son los resultados? Es muy común.

Cuando presento el coaching ontológico siempre cito una frase de Einstein que dice algo así: si sigues mirando al mundo como lo estás viendo ahora, seguirás necesariamente haciendo más de lo mismo. Es decir, las crisis que hemos creado en el mundo por mirarlo con el nivel de conciencia con el que lo hemos hecho no las podemos resolver con ese mismo nivel de conciencia, mirándolo con los mismos ojos. En otras palabras, si no cambiamos el observador, estamos condenados a hacer más de lo mismo.

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Olalla dio una conferencia en la Universidad Católica del Uruguay titulada El arte de las conversaciones en el siglo XXI

Olalla dio una conferencia en la Universidad Católica del Uruguay titulada El arte de las conversaciones en el siglo XXI

Piensa en la Edad Media, llega un momento en que se dan una serie de conflictos y actos de corrupción; cuando quieren resolverlos, intentan hacerlo con el mismo pensamiento que creó esos conflictos. Pero no se puede, esa mirada sigue creando más de lo mismo, aunque la intención sea crear algo distinto. Entonces, se produce un colapso. Así nace la Modernidad.

Cuando me dice que tiene que cambiar el observador, está diciendo que debemos cambiar nosotros mismos, nuestra mirada. ¿Es así?

Exactamente. Si sigues mirando el mundo como lo miras, el observador que eres vive en la obviedad: cómo voy a ver otra cosa si las cosas son así. Pero cuando el observador gira, lo más extraordinario es que no puede seguir haciendo lo mismo porque ya no está viendo el mismo mundo. Eso es central en el coaching. Entonces, comienzan a aparecer acciones que antes eran impensables y nacen las preguntas: ¿Qué nos constituye observadores? ¿Por qué vemos al mundo bajo cierta mirada? Ahí aparecen muchas cosas, pero una de las centrales es que somos cultura. Y la cultura nos alimenta de obviedades. Con el coaching uno comienza a darse cuenta de cuántos supuestos hemos vivido como verdades absolutas. Entonces, uno comienza a hacerse más preguntas, preguntas que nos sacan de la obviedad con la que miramos y comprendemos.

En el colegio, nunca me pusieron buenas notas por mis preguntas, solo por mis respuestas. Entonces, entendí que el saber era tener respuestas. Pero de repente me doy cuenta de que el saber está mucho más vinculado a las preguntas.

Usted habla mucho de la importancia de las conversaciones en el siglo XXI y la incapacidad que tenemos de escucharnos. ¿Cómo cree que repercute eso en la forma de vida actual?

El origen etimológico de la palabra conversar tiene que ver con “cambiar juntos”. Versar es “cambiar” y con, “juntos”. Hay conversaciones que apuntan a una mera coordinación de acciones, pero hay otras que apuntan a poder ver lo que hasta ese momento no se veía.

¿Por qué tenemos tanto, pero a la vez se está produciendo un vacío profundo en otros terrenos? Creo que tiene que ver con que llega un momento en que la mirada que tenemos del mundo se agota; ya nos dio todo lo que tenía que dar y no puede seguir dando más. ¿Por qué tenemos tanto, pero a la vez se está produciendo un vacío profundo en otros terrenos? Creo que tiene que ver con que llega un momento en que la mirada que tenemos del mundo se agota; ya nos dio todo lo que tenía que dar y no puede seguir dando más.

Cuando en una noche estrellada te señalo una estrella y te hago distinciones en el conversar, y tú te das cuenta de que nunca habías visto lo que ahora estás viendo, a pesar de que mirabas con los mismos ojos, te das cuenta del poder que tiene una conversación. Sigues mirando con los mismos ojos, pero empiezas a ver cosas diferentes y hasta a sentir emociones distintas. Las conversaciones tienen ese poder extraordinario.

No podemos creer que lo que yo siento, lo que mi abuelo siente, es obvio para todo el mundo. A mí me pasó cuando estuve en Singapur con las comidas. Me decían: ¿te diste cuenta de tal cosa? No, les decía yo. Y cuando volvía a probar, sentía un sabor que no había sentido.

¿Cuáles cree usted que son los mayores desafíos de la humanidad en este momento?

La depresión ha crecido una locura a nivel planetario en los últimos 40 años. ¿Por qué tenemos tanto, pero a la vez se está produciendo un vacío profundo en otros terrenos? Creo que tiene que ver con que llega un momento en que la mirada que tenemos del mundo se agota; ya nos dio todo lo que tenía que dar y no puede seguir dando más. Hoy la juventud no está enamorada de lo que le estamos ofreciendo. Hay enormes porcentajes de adolescentes con depresión. Se pasan atrás de esos aparatos y están cayendo en una soledad muy particular.

¿Se trata, entonces, de encontrar un nuevo sentido a la vida?

Mucha gente está buscando una nueva articulación de su existencia, porque hoy el mensaje central es: trabaje, gane dinero, tenga todo lo que necesite y será feliz. Pero lo que nos está pasando en este momento (de la historia) es que tenemos más, acumulamos más y, sin embargo, en el mundo no cesan las guerras, la violencia, la delincuencia, la corrupción. Entonces, hay gente que empieza a decir: espera un poquito, tiene que haber algo más que eso.