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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáHace unos días me llamó un amigo muy preocupado, más que eso: me habló angustiado y quebrado. Me preguntó si conozco o tengo algún contacto a nivel del Ministerio del Interior, más precisamente con alguien en la cúpula policial. Me cuenta lo que está pasando en Carmelo, que por lo que me dice es la realidad de la gran mayoría de las ciudades del interior, con el tema droga y el consumo de jóvenes y menores. Ya son varios los que han estado internados por sobredosis, al borde de la muerte, chicos y chicas a los que los padres han optado por internar en entidades de rehabilitación con la esperanza de que superen la adicción en la que han caído. Me cuenta que es tremendo, niñas de 14 o 15 años que se prostituyen con el fin de conseguir algo de dinero para consumir o directamente lo hacen por dosis. Los que hemos vivido en ciudades y pueblos del interior sabemos cómo funciona el estado de asamblea permanente en que viven los lugareños, todo se sabe, vida y obra de todos es prácticamente pública, es muy difícil esconder por mucho tiempo un comportamiento o una actividad. Con esto quiero decir que los que venden al menudeo o los lugares donde funciona una boca es de conocimiento de muchos, en especial de la Policía. Los funcionarios policiales viven en todos los barrios, interactúan con sus vecinos y conocen prácticamente a todo el mundo. Es casi imposible dedicarse a vender drogas y que en pocos días no lo sepa gran parte del pueblo y por supuesto la Policía. El desasosiego de mi amigo es que la Policía no actúa en forma contundente, muchos de estos dealers conviven impunemente en los barrios, todos lo saben y no pasa nada. Tanto es así que muchos jóvenes aspiran a ser vendedores, atraídos por el dinero y la prosperidad que ven en esos delincuentes. Cada tanto, uno de estos “camellos” es detenido y pasa a Fiscalía, que mediante juicio abreviado le impone penas ridículas. Me cuenta que hace unos días detuvieron a uno de estos vendedores, “un pesado”, en la jerga local, con varios antecedentes y penas de cárcel por drogas; lo detienen con “merca” encima y bastante dinero, todos saben a lo que se dedica, la pena ejemplarizante es de ocho meses de prisión, que veremos cuánto de este tiempo es prisión efectiva. Le pregunto a mi amigo por qué no denuncian en la comisaría local a estos delincuentes, me dice que es más que sabido que la Policía es poco receptiva y lo peor es que en muchos casos el denunciado se entera y el que la pasa mal es el que se atrevió a denunciar. Podrán decir que otra opción es llamar al 0800 5000 y hacer una denuncia anónima, bueno, yo lo hice, en realidad fuimos tres los que nos pusimos de acuerdo en denunciar una boca en el barrio El Buceo. La realidad de la cuadra donde está esta boca es muy complicada, deambulan consumidores, algunos sin dinero para consumir: aprietan a los que pasan por unos pesos, roban lo que encuentren a mano porque las bocas funcionan como casas de empeño, reciben prácticamente cualquier cosa a cambio de unas dosis. De esto hace ya más de dos meses, la boca en cuestión sigue funcionando. Localizar las bocas, aquí en Montevideo o en cualquier otra ciudad, es muy fácil. Con charlar un rato en cualquier boliche, preguntando a los choferes de taxi, dándole 200 pesos a cualquiera que esté en situación de calle. En fin, determinar dónde funcionan las bocas y quiénes las regentean es una tarea casi infantil. La preocupación de las autoridades, al parecer, es decomisar grandes alijos, 100, 200 o hasta 1.000 kilos de drogas, denominar la operación con títulos cinematográficos y exponer triunfantes lo incautado para las fotos y videos de la prensa. Todos sabemos que cuando cae un embarque de estos, otros varios pasaron y llegaron a destino. Esta relación es bien sabida por las autoridades. Después tiene más prensa la preocupación de distintos actores civiles y gubernamentales por las pocas denuncias de debida diligencia ante operaciones económicas que el drama que están viviendo miles de familias por sus hijos adictos y el destrozo de la vida de miles de jóvenes. He visto en la prensa hablar sobre el lavado de dinero decenas de veces, del padecimiento de muchos por el flagelo de la droga, casi nada, por no arriesgarme a decir nada. Pregunto, y lo hago para poder entender: ¿por qué no hay una guerra de exterminio a las bocas de venta de drogas?, ¿por qué no se declara emergencia nacional la venta y consumo de estos venenos sociales?, ¿por qué los padres parecemos resignados a que nuestros hijos, y varios de sus amigos, caigan en esta red de ruina y muerte? También es imprescindible incrementar penas por narcomenudeo, quizás no sean castigos que los activistas sociales aprueben o aconsejen, pero así radiaremos de la sociedad por más tiempo a quienes lucran con el derrumbe social que están provocando. Una de las repuestas a este planteo es que no hay capacidad carcelaria ni medios económicos para tener a los cientos o miles que deben estar presos; bueno, por favor, construyamos una o varias cárceles y dotemos de los recursos económicos necesarios para contener esta catástrofe nacional. ¿Qué carajo nos está pasando? Por favor, veamos la gravedad de este flagelo y actuemos en la dirección correcta antes de que sea demasiado tarde, aunque ya para cientos o miles lo es. Si sumamos el proceso de deterioro de la educación al auge de la droga, tendremos como resultado un futuro que muchos imaginamos pero que será peor de lo que pensamos. Demos un giro total y contundente, despoliticemos el Ministerio del Interior, ocupado por décadas por jerarcas políticos y su legión de asesores, que solo persiguen mostrar gráficas con mínimos descensos de la violencia, son patéticos. Tomemos como sociedad, de una vez por todas, la resolución de que solo el ministro del Interior y el subsecretario sean cargos políticos, de ahí para abajo cargos ocupados por policías de carrera que accedan a los lugares de jerarquía y mando por capacidad, calificación y mérito. Es dramático, hay una guerra silenciosa en las calles y nuestros jóvenes son las víctimas, basta, por favor, hagamos lo correcto de una buena vez.
Juan Pueblo