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“Y mientras cruzaba el umbral de la puerta hacia la reja que me conduciría hacia mi libertad, supe que si no dejaba atrás mi amargura y mi odio, seguiría encarcelado”. Nelson Mandela
Otra forma de ver las cosas. El modelo cognitivo plantea la hipótesis que las percepciones de los eventos influyen sobre las emociones y los comportamientos de las personas. Lo relevante no son las situaciones que se presentan, sino las interpretaciones que los individuos realizan al respecto. Ante igual situación, diferentes personas les asignan significados diferentes. Estos sesgos mentales funcionan como una suerte de atajos que permiten resolver de manera simple, sin mucho esfuerzo cognitivo, problemas de la vida cotidiana. La mente es como una cámara fotográfica, cuenta con ajustes manuales y automáticos. Estos últimos sirven para captar rápida y fácilmente un paisaje o una escena. Los sesgos actúan análogamente de esta manera (Manes, Facundo y Niro, Mateo, Ser humanos, Planeta, 2021, pág. 247). Existe una amplia variedad de sesgos cognitivos que responden a la “evolución”, han sido de gran utilidad para la supervivencia humana. Un sesgo frecuente es el “pensamiento dicotómico”, plantea oposiciones del tipo: blanco/negro. Se expresa en una concepción extremista de los eventos, cuando se asume que: estamos perdidos, nunca vamos a estar bien o que determinado político es bueno o malo. Otro sesgo es la minimización o maximización de los hechos. Consiste en amplificar los aspectos negativos de una situación a la vez que se minimizan los positivos. El tema “sesgos cognitivos” se puede volver grave, al filtrar la memoria y recordar únicamente lo negativo, es un camino a la depresión (Manes, Facundo y Niro, Mateo, ibidem, pág. 248). El “efecto halo” es otro sesgo frecuente, que se traslade de manera directa una cualidad particular de una persona hacia el resto de sus competencias. Si es bueno en esto, también lo será en lo otro. El mundo está lleno de ejemplos con este sesgo (cantantes populares, empresarios o deportistas exitosos transformados en políticos). La aversión a la pérdida es otro sesgo frecuente, se maximiza el dolor a perder frente a una posible ganancia.
Estas formas de construir la realidad guían las emociones y estas, las acciones de las personas. Los sesgos existen pues estos mecanismos permiten hallar respuestas en forma rápida y efectiva, generalmente son aproximadamente acertadas para sobrevivir. Como no son flexibles, es probable caer en equivocaciones. Es posible que la naturaleza de las noticias distorsione la visión del mundo de la gente debido a un error mental que los psicólogos Amos Tversky y Daniel Kanheman han bautizado como la heurística de la disponibilidad de un acontecimiento. “La gente calcula la probabilidad de un acontecimiento o la frecuencia de una clase de cosas en función de la facilidad con la que le vienen a la mente los ejemplos” (Kahneman, Daniel, Pensar rápido, pensar despacio, Penguin Random House, 2012, pág. 86).
Diversos estudios señalan que las personas tienden a tomar distancia de los hechos que van en contra de sus creencias. Un individuo solo hace caso a lo que cree, a las creencias que posee, que no son otra cosa que “hábitos del pensamiento” (Bachrach, Estanislao, En el limbo, Penguin Random House, 2021, pág. 62). Si crees que un amigo es bueno, tu cerebro buscará todo tipo de argumentos para demostrar que tienes razón. El cerebro ama tener razón, incluso más que ser feliz. Por tanto, las creencias determinan lo que es verdad para una persona. Una persona a partir de sus creencias “crea su realidad”. Son siempre tus creencias las que le dicen a tu cerebro qué es verdad y qué es fantasía, o sea, qué es verdad para ti (Bachrach, Estanislao, ibidem, pág. 27).
Aquello que no esperamos suele pasarnos desapercibido. Lo que vemos del mundo no es una copia exacta de la realidad, sino lo que se filtra a través de nuestras creencias. Múltiples investigaciones científicas demuestran que lo que vemos no es el resultado lógico de la evidencia, sino que está basado en nuestra propia historia, prejuicios y suposiciones. Tanto que, aunque enfrentemos datos objetivos que contradigan esta información previa, resulta muy difícil cambiarla. Se trata de un recurso cognitivo que se experimenta al ver amenazada la forma de concebir las situaciones, lo que se pone en juego no es la verdad, sino la propia identidad. La mente es capaz de hacer malabarismos para mantener coherencia entre los pensamientos (Manes, Facundo y Niro, Mateo, El cerebro del futuro, Planeta, 2018, pág. 401).
¿Por qué las creencias tienen tanto poder por encima de los datos y evidencias? Uno de los fenómenos que lo explican es la “disonancia cognitiva”, que es la incomodidad de sostener en forma simultánea dos opiniones contradictorias entre sí (Manes, Facundo y Niro, Mateo, 2021, op. cit., pág. 241). En estos casos, se siente amenazado nuestro propio concepto y se llega a cambiar los hechos para adaptar las creencias preconcebidas con el objetivo de disminuir la incomodidad de la disonancia cognitiva. Este comportamiento es conocido como “‘razonamiento motivado’: seleccionamos los datos coincidentes con lo que queremos creer y reforzamos de esta manera nuestros preconceptos en un movimiento de retroalimentación mientras que evitamos, ignoramos, le quitamos valor o simplemente olvidamos aquello que lo contradice” (Manes, Facundo y Niro, Mateo, 2021, op. cit., pág. 242). Los sesgos cognitivos llevan a interpretar la información en forma ilógica, conduce a juicios irracionales y, por tanto, decisiones equivocadas. Generalmente no se cuestionan las creencias porque conforman el mundo en el cual nos sentimos seguros, y, por tanto, caemos en el “sesgo de confirmación”, que consiste en solo buscar pruebas que confirmen lo que se piensa y se ignoran o se niegan todas las demás. Dicho sesgo permite afianzar los estereotipos que se construyen con determinadas personas. Se busca la información que reafirme el estereotipo y no se recuerdan los argumentos en contra.
Confianza: realidad y destino común. Todas las personas con sus intereses, sus alegrías y sus sueños, quieren y necesitan confiar en los demás para vivir. La confianza se transforma así en condición necesaria para la construcción de una verdadera comunidad (Manes, Facundo y Niro, Mateo, 2021, op. cit., pág. 394).
No existe posibilidad de desarrollo social sostenido sin la confianza en los demás. Confiar en el otro es lo que permite cumplir con el deseo colectivo de vivir libre. Los lazos positivos y duraderos son imprescindibles para el bienestar de los seres humanos. Estas relaciones sociales juegan un papel esencial en la sociedad al afectar sus funciones psicológicas, fisiológicas y de comportamiento. Proporcionan sentido de pertenencia, protegen contra la soledad, ansiedad e, incluso, la depresión. Esto implica la “sociabilidad” del grupo humano, aspecto que permite la colaboración. Los sociólogos destacan que el capital social está formado por las redes sociales, la confianza mutua y las normas efectivas y es aquello que posibilita la cooperación entre las partes. “Desde que en los años cincuenta algunos economistas iniciaron los intentos sistemáticos para medir el crecimiento económico, quedó claro que éste dependía, más allá del aporte de los factores de capital y de trabajo, de otras variables, atribuibles originalmente al progreso tecnológico”. Con el paso de las décadas, se afinaron las técnicas de medición y algunas de esas variables “intangibles” han sido cuantificadas en su aporte particular, como el capital humano (Kliksberg, Bernardo, Capital social, Caracas, Panapo, 2001).
Atención PIT - CNT. En los países que mejoran sus niveles de vida, las compañías se han vuelto más productivas mediante el desarrollo de fuentes más sofisticadas de ventajas competitivas basadas en la “confianza de todos sus integrantes, conocimiento, inversiones, visión e innovación. Es irónico que en la economía global de hoy en día los elementos locales sean cada vez más importantes y decisivos para determinar la razón por lo que una empresa en particular, es más competitiva y productiva que otra asentada en otra parte. Cada vez más las fuentes de ventajas competitivas que quedan son locales, entre ellas el compromiso de sus integrantes, un proveedor especial o las relaciones con los clientes, conocimientos particulares sobre las necesidades del mercado obtenidas a través de los clientes o socios locales, acceso especial a la tecnología y los datos de otras instituciones locales, o flexibilidad de la producción como resultado de la utilización de un proveedor cercano” (Harrison, Lawrence E. y Huntington, Samuel P., La Cultura es lo que importa: cómo los valores dan forma al progreso humano, Buenos Aires, Planeta-Ariel, 2000).
Empatía y confianza. Los uruguayos nos debemos empatía. Esto es una virtud social, que requiere al menos de una distinción mínima entre uno mismo y los demás. Se trata de una respuesta afectiva hacia otras personas que puede requerir compartir su estado emocional o no. Por eso, implica la capacidad cognitiva de comprender el estado de los otros y regular la propia respuesta emocional. Para que una comunidad se entienda como tal y se desarrolle es necesario estimular la empatía. No se trata de que todos deban pensar y opinar de igual modo. Se trata de saber que el otro puede pensar distinto, comprenderlo y hasta sentirlo.
Cuanto más se desarrolle esta capacidad, más se podrá respetar las creencias de los otros cuando no coinciden con las propias y hasta aprender de ellas. La cualidad empática está en hacer de la diferencia una virtud.
La mejor manera de pensar una nación es como una “comunidad en la cual todos compartimos la misma realidad y corremos la misma suerte”. No puede convivir la idea de nación cuando existe una fragmentación producida por abismos sociales o por odios de unos contra otros. No puede haber nación cuando las partes que las conforman están enfrentadas todo el tiempo.
Nos debemos confianza, necesitamos de propósitos que nos estimulen a actuar en armonía en un destino común, que no puede estar guiado ni por la mezquindad ni por el miedo. La mezquindad es el fruto de la inmoralidad, pero también es la semilla de la condena futura. El miedo tampoco puede ser la guía. El miedo es una emoción muy efectiva para el control social: el miedo a quedarse sin trabajo hace agachar la cabeza al trabajador; el miedo a ser perseguido hace al ciudadano resignarse frente al atropello del poderoso; el miedo a perder lo poco que se tiene no hace a uno ir por más; el miedo al “otro” hace a uno incomprensivo y torpe, poco sagaz, poco desafiante.
Frente a la estrategia de la mezquindad y del miedo, se requiere confianza para una política de cooperación.
El presente está preñado de futuro. No tiene futuro una comunidad que no se enfrenta unánime e implacablemente al narcotráfico. Tampoco si no cuida, protege y desarrolla a todos sus niños. No tiene futuro si condena a la indigencia a familias enteras que crecieron sin conocer lo que es el trabajo digno, ni un salario que le alcance todo el mes. Porque cuando la comunidad desprotege a un niño, lo que está haciendo es vedándole el presente y arrebatándole el futuro a quien necesita como nadie de los demás.
Cuando miramos la historia de las naciones, nos damos cuenta de que aquellos proyectos más provechosos son los que supieron ver que todos los habitantes de la nación se tenían confianza para colaborar y cooperar, y así lograron trascender.
Rafael Rubio
CI 1.267.677-8