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Recuerdo aquel cuento de un persistente hombre que pasaba los días bajo una parada de buses, y, cuando le preguntaban el porqué, respondía: ”Estoy esperando que pase la Onda”, sin saber que la empresa había quebrado hacía décadas…
Así me siento con nuestro alabado Mercosur cada vez que llegan las vacaciones, como el hombre bajo un techo que espera inútilmente algo que parece nunca llegará. Porque todos los años se repiten filas y más filas de vehículos y pasajeros que simplemente procuran salir de su país e ingresar al vecino: familias cuyo único objetivo es andar unos días en la playa, en la montaña o en una ciudad nueva, conociendo o descansando, ese es su único delito bajo el cual deben purgar una larga condena de espera al aire libre para ingresar o regresar del destino elegido.
Documentos de identidad personales, del vehículo, permisos de menor o partida de nacimiento, tarjeta de turismo que no se debe extraviar, etc., etc. Todo para atravesar una frontera infinitamente amigable por la que los mercosurianos deberíamos sentir vergüenza.
¿Fomento del turismo? ¿Realmente queremos que vengan o que vayamos? Desde hace tres décadas perseguimos esa sombre siniestra de casi sentirnos convictos cuando intentamos entrar o salir de nuestros países.
Ante esto, una reflexión: ¿por qué entre los países de la Unión Europea no sucede lo mismo? Hace poco más de medio siglo eran Estados en guerra, hoy las fronteras se atraviesan sin siquiera señalizarlas casi. Millones de habitantes, de vehículos, las cruzan como si no las hubiera y la única referencia es el idioma diferente en la cartelería.
Cuál es el motivo de todo este desborde de controles Mercosur que seguramente intentan detener a personas no gratas, que obviamente ni van a pasar por allí con su documentación original…
Me parece un sinsentido absoluto, que perjudica en todas sus formas el libre intercambio de personas que solo pretenden gastar su dinero conociendo los encantos de su vecino y disfrutando de ese relacionamiento tan cercano.
Supongo que si esos controles son para encontrar a alguien, pues veamos otra forma diferente a la de pasar por cernidores a aquellos que lo único que pretenden es disfrutar de su tiempo libre. Si buscamos delincuentes, obtengamos más datos y rastreemos su paradero, hagamos controles aleatorios a personas de aspecto posiblemente sospechoso, etc., etc., pero perdamos la perversa costumbre de hacer padecer en Migraciones o Aduanas a familias completas bajo sol ardiente o frío invernal solo por el hecho de quedar registrados en un listado que posiblemente nunca sirva para nada.
Solo espero que esta gota de queja haga derramar el vaso de quienes tienen la potestad de hacerlo y no incluyen este tema en su agenda desde hace más de 30 años.
