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    Escuela de delfines

    Sr. director:

    Uno de los inconvenientes de la vejez es que cuando se te ocurrió un titular para la columna con un buen gancho, te das cuenta de que es de un tema viejazo, del que muchos no tendrán idea.

    Allá por los años 60 hubo una película que tuvo su que ver. De aquellas sanas y alegres que producía Hollywood: Escuela de sirenas. Trabajaba una campeona de natación, Esther Williams, rodeada de un pelotón formado por otras señoritas, espectaculares, todas de riguroso traje de baño entero y gorra de baño, que hacían saltos ornamentales y figuras en una piscina olímpica. Fue un éxito.

    Nosotros, en cambio, asistimos a una escuela de delfines. Nada de traje de baño. Y, además, son bastante más feos que Esther Williams. Lo que sorprende es que —también a diferencia de Esther Williams— la escuela no parece ser exitosa.

    Uno habría supuesto que, habida cuenta del fracaso del invento en el pasado gobierno, la idea fuera descartada, pero no: el actual la revivió aun antes de arrancar y ahí está: el Sr. Sánchez, el Pacha.

    El resultado, me temo, va a ser el mismo. Por varias razones, todas ellas bastante obvias.

    En primer lugar, una exposición del delfín demasiado temprana y demasiado larga produce desgaste, y también aburrimiento.

    Luego, es muy difícil mantener el foco en la encarnación del secretario como candidato a lo largo de tanto tiempo y de tantos eventos que pueblan ese tiempo. Tendría que contar el delfín con un especialista que lo asesore a diario, acerca de en cuáles estampitas hay que tratar de salir y cuáles dejar pasar. Cuando se asume el rol de vocero-escudero, la mano se juega muy rápido y sin mucho descanso.

    Por otro lado, el rol del delfín queda muchas veces como descolocado. Si asume la representación del gobierno para tratar de explicar o de responder ataques, por lo general no queda bien parado, y si trata de salir en las fotos de las inauguraciones o anuncios, su rol quedará opacado por el del presidente, el ministro o el jerarca competente en el asunto. O sea, le tocan las duras y es difícil que coseche las maduras. Los logros del gobierno irán a los ejecutores.

    Después está aquello de que aparecer en todos los tablados, opinando de los temas más diversos, es un sistema casi infalible para cometer errores.

    Por último, si al gobierno le va mal, el delfín la quedará seguro. Y si le va bien, la experiencia indica que la popularidad del presidente no es endosable.

    Oscuro futuro para la escuela de delfines.

    Ignacio De Posadas