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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEntro en contacto con usted recordando el respeto que nuestro padre, el Prof. Guillermo Vázquez Franco (1924–2025), tenía por ese semanario, que leía habitualmente y en el cual pudo expresarse de forma crítica en varias ocasiones. Por ello, en nombre de sus hijos —Fernando Guillermo, Álvaro Héctor y Sandra María del Carmen Vázquez Ramos—, me permito informar que hemos donado su biblioteca al Centro Regional de Profesores del Este y su archivo personal al Museo Histórico Nacional de Uruguay.
Queremos agradecer públicamente a la Prof.ª Beatriz Morales y al Mag. Andrés Azpiroz Perera, directora del CERP del Este y director del Museo Histórico, respectivamente, y, en sus nombres, a los profesionales, profesores y estudiantes que trabajan, estudian e investigan en esas renombradas instituciones, por el interés y la generosidad en la recepción de los acervos mencionados.
Tanto la biblioteca como el archivo fueron construidos a lo largo de ochenta años con diligencia, dedicación y una visión amplia de la historia de América, del Río de la Plata y, en particular, de la Banda Oriental, incluyendo también otras ciencias —economía, antropología, filosofía y política, por ejemplo— que constituyen un marco mayor desde el cual se puede observar el devenir de la historia.
Bibliotecas y archivos, en este sentido, deben ser considerados, parafraseando la definición de Carlo Cattaneo sobre las ciudades, como depósitos de fatigas humanas, donde se han acumulado, a lo largo de décadas, horas y horas de lectura, estudio y, sobre todo, reflexión. Los libros de una biblioteca se mezclan en la mente de sus lectores, produciendo una nueva forma de pensar que no está contenida en ninguno de ellos de manera aislada. Así, las bibliotecas personales no son un simple cúmulo de páginas, sino un lugar de construcción de una forma de pensar. Representan también los importantes sacrificios personales y familiares que fueron necesarios para erigir ese patrimonio. No son, por tanto, solo el esfuerzo del ser humano que las reunió, sino también el resultado de un grupo social más amplio, vinculado a la familia, a los amigos y, en cierta medida, también a los adversarios, que de distintas formas contribuyeron a la formación de ese acervo.
Don Miguel de Unamuno decía, al final de su vida, que soñaba, “envuelto en el silencio”, con todos los que, habiendo podido ser, no fuera, para ser quien fue. Una biblioteca, en el silencio dejado por quien partió, nos muestra precisamente eso: las elecciones de una vida vivida, los sacrificios y las conquistas, el esfuerzo del intelectual y del grupo social en el cual se formó y, en última instancia, al cual le debe el ser quien fue.
Una biblioteca es, así, mucho más que los siete mil volúmenes y sus cuatro toneladas encajonadas en casi doscientas cajas, enviadas a Maldonado: es un testigo vivo que guarda las huellas de una existencia, que en su integridad constituye parte de una personalidad individual y colectiva, y que expresa una representación de lo que es posible ser cuando se piensa.
Algo similar —aunque aún más íntimo— puede decirse de un archivo personal, sobre todo cuando se trata de un historiador, pensador y polemista que dedicó su vida a la formación de estudiantes, no solo de futuros profesores de historia, sino también de un público más amplio de oyentes, a lo largo de décadas. En esas páginas se conservan las expectativas, los deseos y también las frustraciones de quien contribuyó a moldear generaciones.
De este modo, solo nos resta agradecer nuevamente a las instituciones que se dispusieron a recibir estos acervos, confiando en que serán preservados en su integridad como conjuntos orgánicos que testimonian un siglo de vida —pues nuestro padre vivió cien años—, resguardados como evidencia del pensamiento histórico y cultural de este territorio oriental.
Atentamente.
Prof. Dr. Fernando Guillermo Vázquez Ramos
En nombre de los herederos del Prof. Guillermo Vázquez Franco
São Paulo, 20 de abril de 2025