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Esta semana se reunirá nuevamente la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños). Este foro fue creado a instancias del expresidente Hugo Chávez con la finalidad de aglutinar voluntades políticas afines y sin duda conseguir un protagonismo regional.
La Celac es un órgano exclusivamente deliberativo, fiel reflejo de lo que son algunas inútiles y costosas reuniones internacionales.
Hemos asistido al desarrollo de muchas de ellas, en las que los enfrentamientos, chicanas y casi insultos son moneda corriente. Todos los presidentes hablan y nadie se escucha.
Al final de las jornadas, se saludan y cada uno vuelve para su país. Las agencias periodísticas recogen lo que dijo cada uno de sus presidentes y lo publican con destaque. Y ahí termina todo.
Pensamos que el gobierno anterior iba a hacerse a un lado de este organismo o foro, pero nos equivocamos tanto en este aspecto como en casi todo lo que pensamos que iba a ser su política exterior e internacional. Fue el presidente, tuvo un destacado intercambio de palabras con el de Cuba y listo, ¿a qué fue?
Nuestro gobierno ha cambiado. Ahora es afín ideológicamente a quienes predominan en la Celac, pero todo seguirá igual. Escucharemos valientes discursos sin ningún adversario en frente.
El presidente Orsi debe imponer una nueva dinámica y presencia efectiva en la región con realismo y pragmatismo, y su canciller ayudarlo en su inexperiencia. Quizás en esta oportunidad lo hagan como una estrategia de presentación en sociedad del nuevo mandatario, lo que no está mal, pero deben ser conscientes de lo que es la diplomacia (por decirlo de alguna manera) vacía de contenido y eficacia.
Hubo otros intentos con lo que fue la Unasur. Otro fracaso.
Integrarnos sí, pero algo que redunde en avances para nuestro país y sea de probada eficacia, ya sea política como comercial.
Y la Celac es exactamente la muestra del inútil palabrerío político que el mundo rechaza cada vez con mayor énfasis.
Arturo Heber