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El Nº 2.312 de Búsqueda del 23 de enero, leído hoy en la playa, fue muy refrescante. Uno lee para informarse y prever lo que vendrá. Pero cada tanto aparece un hallazgo digno de encuadrar. Es lo que hoy se nos dio. Los astros se alinearon y lograron, con visiones diferentes, dar un panorama integral de nuestra idiosincrasia. Cuando tres inteligencias coinciden en el diagnóstico, abarcando orígenes, tiempos y espacios distintos, es pura causalidad. Dieron con un tesoro escondido: la verdad histórica.
Arranqué la lectura de Andrés Danza sobre “La religión de los uruguayos”. Imposible estar más de acuerdo, da en la tecla. Somos lo que hacemos o no hacemos en reiteración real. Al generar falsas verdades nos limitamos, encerramos y condenamos a vivir cautivos de dogmas laicos. Urge que asumamos la responsabilidad ciudadana y exijamos resultados verificados. Dejar de ser mansos y obsecuentes. Cambiar.
Luego, en la sección Cartas al director, Enrique Sayagués aporta “La independencia uruguaya” y la refiere al análisis de Vázquez Franco sobre los orientales devenidos independientes sin quererlo y luego cómo otros retocaron la historia y crearon el mito. Lo habitual, una mentirilla trae otra, luego otras y logramos enredar la madeja. El punto es que al seguir con el falso relato no reconocemos, a ciencia cierta, nuestros orígenes. Menos relato cantato y más dura verdad. Menos religión laica y más antropología histórica.
Pasé la página y me topo con “La deuda uruguaya es conceptual” de Gonzalo Pou, mezcla de tesis, análisis crítico y aporte que suma a lo anterior. Recalca la imperiosa necesidad de mirarnos al espejo, de decirnos toda la verdad sin trampear, de llevar a cabo una introspección estatal y encarar el futuro que planteó Ricardo Pascale. Y como quien no quiere la cosa, desliza una lista de fallas actuales que sustentan ineficiencias estatales. Y se anima a sugerir cambios conceptuales básicos.
Cartón lleno. El denominador común detectado por el trío invocado es que, en sus respectivas áreas, percibieron la necesidad de sincerar el pasado y el presente. El hilo conductor para lograrlo está en nosotros, los uruguayos. Es indelegable.
Ni aunque se hubieran puesto de acuerdo lograban una síntesis más ajustada de la realidad histórica y presente. Solo resta esperar que esas reflexiones veraniegas no terminen siendo flores de un día y puedan crecer y diseminarse. No hay mejor cimiento al futuro que la verdad. Uruguay no necesita mitos falsos para justificar su historia universal. Hay antecedentes. Hora de rever la historia de Bélgica y su entorno. Casi un calco y, además, sincrónica a la nuestra. La cuestión no es reescribir la historia al antojo oportunista. Es asumirla, aceptarla y documentarla tal cual fue y es.
Bernardo Lacasa