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    Lecciones del cónclave

    Sr. Director:

    Resultó una elección sorprendente, en tiempo récord. Resaltando el grado de ignorancia, cuando no de soberbia, de los miles de sesudos comentaristas a lo largo y ancho del mundo.

    ¿Cómo se explica el torrente de zonceras y sesudos lugares comunes emitido entre el fallecimiento de Francisco y la elección de León XIV? Se explica porque no entienden de qué se trata. Miran lo externo, lo material, lo humano y mundano: una organización enorme, que detenta un cierto tipo de poder, desparramada por el mundo, integrada por seres humanos de descomunal diversidad, por nacionalidad, etnia, cultura, edad, capacidad, virtudes y defectos.

    Una organización enorme, poderosa de una forma especial, y diversa, que está enraizada en realidades muy variadas, a través del mundo. Al servicio de pobres y ricos, de cultos e ignorantes, de progres, liberales, demócratas y autoritarios, de jóvenes y viejos, campesinos y villanos. Todo eso manejado por seres humanos, virtuosos y defectuosos, brillantes y normales, buenos y no tan buenos. En suma, una cantera fabulosa para los medios de comunicación y para los DT de la vida. Que, claro, la miran desde el ojo de sus cerraduras y le aplican los códigos y parámetros que viven en sus organizaciones mundanas.

    Y, en medio de todo eso: ¡Paf! Aparece un hombre, nacido en los EE. UU., de familia modesta, con raíces inmigrantes, monje, doctor, misionero, prior de una orden que no muchos conocen, obispo, cardenal… electo papa y antes de que terminara el primer tiempo. Creer o reventar: la Iglesia tiene un CEO fuera de este mundo. Literalmente. Lo llaman el Paráclito.

    Sorteada la primera etapa de macaneo en torno a quién sería electo, sigue la segunda: ¿Será continuador de Francisco o conservador? ¿O moderado? (¿Qué querrá decir?). ¿Feminista o antifeminista? ¿Qué zapatos usará? Etc., etc. Y resulta que, el cerno de los primeros pronunciamientos del Santo Padre fue: La paz, la fe, Cristo. ¿Sorpresa otra vez? Solo para quien no entendió nada.

    Para empezar, en determinado plano, el papa siempre será “conservador”: su primera responsabilidad es ser custodio de la fe. Como le gustaría decir al papa Francisco, Cristo armó bruto lío cuando vino al mundo, pero no en lo medular (“No piensen que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. “ Mt. 5:17).

    A partir de ese cerno, de asegurar que la realidad debe siempre mirarse a la luz de la fe, a la luz del mensaje de Cristo, del amor y de la paz, es que la Iglesia, junto con su papa, debe ir escudriñando los tiempos (que no son iguales en todos los lugares), para tratar de discernir dónde poner más acelerador, dónde más freno, dónde torcer un poco para la derecha, dónde enderezar un poco a la izquierda… sabiendo, siempre, que nunca alcanzará un estado de perfección y quietud.

    Yo no soy nadie y no tengo el privilegio de conocer al nuevo papa, ni información privilegiada de especie alguna, pero estoy encantado. Para mi incredulidad cerril, esta elección es, además de todo, un sacudón.

    En definitiva, no hay DT como el Espíritu Santo.

    Ignacio De Posadas