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El pasado jueves 27, se llevó a cabo en la Casa del Partido Colorado el evento conmemorativo 40 años de democracia. Allí se encontraron el señor presidente de la República, Prof. Yamandú Orsi, y los señores expresidentes Dr. Luis Alberto Lacalle Herrera, Dr. Julio María Sanguinetti y señor José Mujica, para hablar del pasado, el presente y el futuro del país, según versaba la invitación. Asimismo, estuvieron presentes la señora esposa del Dr. Jorge Batlle Ibáñez, y uno de los hijos del Dr. Tabaré Vázquez. El presidente Lacalle Pou envió un mensaje a través de un video. La bienvenida estuvo a cargo del secretario general del partido, quien, previa aclaración de que el ideólogo y desarrollador del encuentro había sido el Dr. Sanguinetti, catalogó el día como una jornada histórica y un evento de proporciones épicas... Exaltando, como es de estilo últimamente, la “calidad democrática”, la “institucionalidad”, el fuerte “sistema de partidos”.
A continuación, en sus palabras de apertura, el dos veces mandatario colorado expresó tener “un sentimiento de gratitud enorme hacia todos aquellos que nos dieron la oportunidad histórica de construir la historia constitucional de la República”. Por cierto, las trampas de la historia hicieron que, paradójicamente, estuviese sentado a su siniestra José Alberto Mujica Cordano, alias Facundo y Pepe. Un cuadro de peso en el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, que atacara a las instituciones durante gobiernos democráticos, que casualmente integrara el mismo Dr. Sanguinetti —como ministro de Educación y Cultura en uno, y de Industria y Comercio en otro—, propiciando así el quiebre institucional. Luego de amnistiado, Mujica Cordano devino político y, previo pasaje por ambas cámaras, fue ministro de Ganadería y Agricultura, llegó a ocupar la presidencia de la República. El Dr. Sanguinetti, muy amigablemente, lo llama Pepe… Con la “foto que cotiza en bolsa”, al decir del ocurrente Luis Lacalle Pou, a Sanguinetti se lo veía exultante. “La democracia permite esas cosas”, me imagino que contestaría acertadamente a su interlocutor, ante una observación de este, sobre la peculiaridad de la escena. Pero sería el presidente Lacalle Herrera quien, en su primera intervención, con singular valentía y ahínco, espetara: “Quiero recordar, y tenemos que recordar, que hay una ‘ley de caducidad’ sobre la que creo se debe hablar (…)”, y comenzara a inquietar al dueño de casa...
Más adelante, en su segunda entrada y respondiendo al planteo de la moderadora sobre los desafíos que se tiene por delante, Lacalle vuelve sobre el tema: “Yo introduje una palabra que es incómoda para mucha gente, pero es para mostrar que hubo dos leyes que pretendieron terminar con lo que había pasado: la de amnistía, que fue perfecta en sus consecuencias, dado que aplicó el olvido, pero no fue así la de caducidad... Los dos plebiscitos no han sido respetados, y la ley está siendo ignorada. Nosotros tenemos que pensar en un cierre definitivo del episodio porque si no, esto va a quedar como una herida ulcerada que puede provocar daños malos”. La actitud valiente, justa y resolutiva del expresidente Lacalle Herrera —casi en extinción en hombres de Estado, o en quienes aspiran a serlo— para encarar un tema que está en el aire, y expele los vahos hediondos de una maquiavélica argucia frenteamplista, mezclados con un tufillo a indiferencia timorata de blancos y colorados, desacomodaron a Sanguinetti. Y ensayando una suerte de respuesta, referenció muy vagamente la ley en cuestión: “Con el acompañamiento popular que hubo en todo el proceso de salida”, en que obviamente la ciudadanía optó por la reconciliación en ambas oportunidades. Sobre la necesidad de restaurarla, ni una palabra…
Para rematar, vendría la inesperada intervención de la señora Ximena Grignoli, convencional nacional del Partido Colorado, e hija de un prisionero político, quien, ante las expresiones de Mujica sobre que “hay cosas que quedaron atrás y no fuimos capaces de resolver”, se puso de pie para advertirle a viva voz: “Lo que quedó atrás son prisioneros políticos”. Sería ella quien, con mucha valentía y haciendo uso de la libertad de expresión que le brinda la democracia, expresando la verdad y nada más que la verdad, le aguara la fiesta al Dr. Sanguinetti. Quien, aunque muy desacomodado, pero sin perder la línea, habló pidiéndole a la señora “buenamente” que no fuera intolerante. Mientras con gestos corporales ordenaba neutralizarla, hacerla callar y que se retirara del recinto. Inmediatamente intervino un guardia de seguridad, que inexplicablemente la registró, palpándole su cuerpo, vaya uno a saber buscando qué… Y al día siguiente, “los tolerantes” la expulsaron de la agrupación. Nunca tan apropiada la máxima artiguista “Con libertad, no ofendo ni temo”, señor expresidente Sanguinetti.
Cnel. Luis Eduardo Maciel Baraibar