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Existe consenso entre politólogos, cientistas sociales y actores políticos de nuestro medio en caracterizar al sistema político uruguayo como un sistema de partidos y referirse en términos elogiosos a los partidos que operan en él. Los partidos políticos uruguayos no son creaciones circunstanciales como en otros países de la región. No obstante esos reconocimientos los partidos políticos de nuestro país están entrando en problemas. Al día de hoy tanto el Frente Amplio como el Partido Colorado o el Partido Nacional encuentran dificultades para establecer mecanismos de gobierno, para institucionalizar su dirección. Veamos caso por caso.
El Frente Amplio sacó a Miranda y fue a buscar fuera del universo político, en el ámbito sindical a Fernando Pereira. Llegado un momento crucial de definición, como el del plebiscito contra la reforma de la seguridad social, hubo que cobijar bajo el manto pomposo de la libertad de acción lo que era una imposibilidad institucional de marcar un rumbo. ¿Quién da las cartas en el Frente Amplio? Se escuchan apuestas. Lo que podría considerarse una autoridad orientadora extrainstitucional, Mujica, no lo es más (si alguna vez lo fue) después de sus declaraciones de tener conocimiento que hubo quienes mintieron deliberadamente en los interrogatorios para perjudicar a uno u otro militar.
En el Partido Colorado hay dos partes que no encuentran una vía institucional de convivencia y jerarquía: Ojeda y Bordaberry. ¿Quién dirige el Partido Colorado?
El caso del Partido Nacional es bastante más complicado (por una razón fácil de entender): el peso político real está en un lugar expresamente apartado de las estructuras institucionales de dirección. Luis Lacalle Pou, líder indiscutido, no ha intervenido hasta ahora por respeto a la asepsia obligatoria de la Presidencia de la República y ha comunicado que, por decisión personal, tampoco va a formar parte del directorio partidario después. Es una dificultad real.
Pero es obvio que el Partido Nacional no debe quedar sin conducción: ni sin directorio ni con un directorio de utilería. El Partido Nacional tiene que buscar la manera, aun en esta circunstancia, de darse a sí mismo una conducción institucional, orgánica, eficaz y respetada por todos los blancos. No hay ninguna razón valedera para no hacerlo ya y es azaroso postergarlo.
Se han escuchado algunas voces señalando una preferencia por dejar la elección del directorio hasta después de las elecciones departamentales. Los fundamentos esgrimidos para esta postura son muy poco consistentes. Que no hay que distraerse o distraer fuerzas antes de las elecciones departamentales. ¡A quién se le ocurre que conformar el nuevo directorio sea una distracción! Por el contrario, enfrentará mejor el desafío de las departamentales un partido sin tareas pendientes, ya organizado y con sus autoridades funcionando, que un partido sin cabeza, cada uno por la suya. Otros argumentos que también se invocan para la postergación no son dignos ni de mención porque no son otra cosa que encubrimiento de intereses subalternos.
Actualmente, según los datos que arrojó la última elección, hay dos corrientes partidarias que aspiran tener la presidencia del directorio. Unos piensan que el presidente debe ser Delgado y otros que Javier García. Haber sido el candidato del Partido Nacional a la presidencia es un argumento, aunque todo el mundo sabe que Delgado no volverá a ser candidato, ¿no? García tiene un respaldo contabilizable en los resultados de la última elección. El camino es armar una lista de consenso o bien ponerlo a votación. Y que nadie venga a asustarse y asustar con que se vote: es el lenguaje por excelencia de la democracia.
Lo que amenaza hoy (en distinto grado) a los partidos políticos uruguayos es la dificultad que están teniendo para institucionalizar la conducción partidaria, es decir, para gobernarse.
Juan Martín Posadas