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Solicito por este medio que su distinguida publicación rectifique afirmaciones erróneas publicadas en Cartas al Director, que podrían afectar mi sensibilidad y la de mi familia y amigos, como cristiano, en cuanto nuestro Señor nos mandó no mentir, además de amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como a uno mismo.
Un antiguo amigo, que no sé cómo cambió, se ofendió cuando traté a la Tronca de beneficiaria de la ley Campoamor. Estará dolorido, pero con él la Justicia podrá probar si la ley Campoamor vale también para la propiedad intelectual, o lo condena por atribuirse con propósitos comerciales proyectos que bien sabe que él no hizo. Y capaz sobre otros dos temas que él conoce bien y sobre los que yo no voy a hablar aquí.
Por favor desmentir unas temerarias afirmaciones, en su sección Cartas al Director, sobre falsedades en “La ley Campoamor y Lucía Topolansky”.
El 16 de julio de 1998 perdí la vida en un accidente y fui resucitado por el Equipo CTI del Dr. Amonte en el Hospital Evangélico. Me recuperé después de dos años y muchas intervenciones, pero con parálisis de las cuerdas vocales. La genial Patricia Cadenas me enseñó a proyectar la voz como los actores, pero no podía seguir dando clases en facultad, por lo que quise renunciar a la cátedra de Construcción. El director no me dejó, yo era de allí, así que seguí asesorando sin cobrar, pero apoyando y asesorando al IET honorariamente, como hago con colegas de la ANP, la Armada, la Prefectura Naval y la ANII cuando me necesitan. Por ejemplo, asesorando al IET cuando la Intendencia tuvo problemas en la construcción del deflector de olas que yo había proyectado para la Rambla Sur.
Por lo anterior, para el IET sigo siendo profesor, a pesar de la edad, disfruto con los colegas en buscar que muchos jóvenes se embarquen en desarrollar la mejor ingeniería como una forma de mejorar el mundo, aunque no les traiga ganancias. Ni el título de profesor emérito (que no conocía) ni el diploma por el Aporte a la Teoría de las estructuras inteligentes, que me diera la Federación Internacional del Hormigón en Washington, ni otro que me diera el amigo Mariano Arana por Excelencia en Infraestructuras, ni la carta del secretario de la Asociación de Físicos Europeos por mi análisis de la caída de las Torres Gemelas, ni la vitrina de premios de calidad es importante con la perspectiva de los años. No seré nadie, ni siquiera un académico, como dijo Piron.
Sí, soy apenas un profesor emérito, que en español castizo es quien, aún después de dejar de dar clases, tiene el consuelo de que muchos muy buenos ingenieros lo siguen llamando profesor hasta hoy.
Respecto al PIANC, la Asociación Internacional de Infraestructuras del Transporte Acuático, soy socio desde hace mucho tiempo y he presentado trabajos en sus congresos. En el último congreso en Ciudad del Cabo presenté, apoyado por los ilustres colegas argentinos Carlos Gerbaudo y Marcelo Zeballos, la obra de la Terminal Pesquera Nacional, en Capurro, con innovaciones que interesaron mucho. Allí el presidente y secretario general del PIANC, junto con el presidente del Steering Committee de PIANC America, me invitaron a unirme al Steering Committee de América y a promover una filial uruguaya del PIANC. Integro el comité desde el 27 de junio pasado, y con colegas locales relacionados con la Infraestructura portuaria trabajaremos este año para desarrollar conferencias y seminarios para avanzar en las mejores prácticas sobre estos temas.
Tratándose de temas que pueden tener importancia, como en este caso, aconsejo al Señor Director desarrollar una política editorial, como tienen las mayores revistas de opinión en el mundo, para hacer un peer review con alguno de sus experimentados periodistas, para rever, además de los artículos, cartas indiscretas con mentiras, que con o sin intención puedan afectar el prestigio y/o la reputación, incluso afectar el honor y el derecho a la vida en paz de las personas afectadas. Ya no es una diferencia de opinión, es difamación e injuria.
Ing. José Zorrilla