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    Telefonía retro

    Los teléfonos públicos dejaron de ser parte del paisaje urbano corriente y cada vez hay menos, aunque la cantidad de llamadas aumentó en los años recientes en parte porque hay una población usuaria creciente: los presos

    Desde hace algunos años, cuando la tecnología telefónica avanzó y se abarató lo suficiente, la gran mayoría de nosotros accedimos a un aparato celular que, ya sea a través del servicio convencional o de aplicaciones y redes como WhatsApp, nos mantiene hipercomunicados. Sin embargo, aunque cada vez hay menos, los teléfonos públicos sobreviven porque hay personas que los necesitan: son, muchas veces, llamadas que se hacen desde un club social, un hospital, una comisaría o una cárcel.

    En esta entrega con resaca nostálgica de Detrás de los números conecto con esa faceta retro de nuestro sector de las telecomunicaciones. Soy Ismael Grau, autor de esta newsletter y editor de Economía en Búsqueda.

    Un “mundo nuevo” digital

    Mi recuerdo es que la última vez que usé un teléfono público para una llamada importante fue a mediados de los años 90. Esa comunicación con una inmobiliaria resultó ser el paso previo al primer alquiler en pareja y el germen de mi propia familia. Ya operaban Movicom (hoy Movistar) y Ancel, pero los celulares de entonces eran aparatosos, caros y tenían funciones que hoy veríamos como primitivas —solo servían para llamar y enviar mensajes de texto SMS—; no tuve uno hasta algunos años después.

    Según los datos más actuales que tomé de la Unidad Reguladora de Servicios de Comunicaciones (Ursec), a diciembre de 2024 había 1 millón de líneas de teléfono fijas residenciales, 4,9 millones de suscripciones a servicios de telefonía móvil y tantos kilómetros de fibra óptica instalada en el país como para unir en línea recta Montevideo con, por ejemplo, Kiev, la capital de la bombardeada Ucrania.

    Tengo una mirada romántica de los teléfonos públicos. Para usarlos se requiere cierto esfuerzo —hay que ir hasta ellos y, eventualmente, esperar turno—, en contraste con lo inmediato y fácil de las tecnologías actuales. Quiero creer que son un canal para una comunicación con un valor afectivo superior, para decir cosas trascendentes, como dar una noticia importante o expresar amor a un hijo o a una madre. O escuchar del otro lado una voz de aliento.

    Pero el negocio de las telecomunicaciones hoy se encuentra en otro lado. Estamos en “un mundo nuevo” donde las empresas del sector tienen que ser “más de TI (tecnologías de la información) que de telco (telecomunicaciones) en sí”, dijo el presidente de Antel, Alejandro Paz, en un reciente evento junto con ejecutivos de su competencia.

    En respuesta a un pedido de acceso a la información, a comienzos de agosto Antel me indicó que el parque de teléfonos públicos se compone actualmente de 645 aparatos, de los cuales 337 son “sociales”, ubicados en centros de salud, de enseñanza y locales del propio ente de las telecomunicaciones. Los otros 308 están instalados en centros de reclusión y otras dependencias del Ministerio del Interior.

    La cantidad de aparatos había aumentado a fines de los años 90 hasta alcanzar un máximo de 15.488 en 2005, y luego cayó de manera continua, según una serie de la Ursec publicada por El Observador el mes pasado. Desde 2016 la cifra se ubicó siempre por debajo de los 2.000 teléfonos públicos en funcionamiento; los 645 actuales son un mínimo.

    Las fichas ranuradas se dejaron de usar hace décadas, al igual que, hace menos, las tarjetas Chip y Telecard, que dejaron de venderse desde 2016. Los aparatos ahora funcionan con el servicio llamado “Telecard”, un código PIN virtual que permite realizar llamadas no gratuitas marcando el 0800 9966 y siguiendo las instrucciones.

    Por si no sabías —como yo—, los teléfonos sociales permiten hacer llamadas gratuitas de hasta tres minutos a líneas nacionales tanto fijas como móviles y llamadas sin límite a servicios de emergencia (como el 911 o el 105).

    ¿Quién llama?

    Para tratar de entender mejor la tendencia de reducción del parque de teléfonos públicos, a Antel le pedí la cantidad total de llamadas realizadas desde el 2019. Las cifras muestran un crecimiento en los últimos años, hasta llegar en 2024 a un máximo de 8.075.768 en el período.

    La evolución por departamento, sin embargo, fue despareja. Las cantidades más bajas el año pasado se dieron en Rocha, Colonia y Maldonado, con apenas 124, 309 y 378, respectivamente.

    En este cuadro entregado por la empresa estatal de telecomunicaciones podés ver esos datos.

    Llamadas Deptos
    El cuadro retro informado por Antel

    El cuadro retro informado por Antel

    Para Montevideo (unos 200, con su respectiva ubicación) y para los tres departamentos del interior con menos teléfonos públicos activos (ocho en cada caso) Antel me entregó, además, información detallada de la cantidad de llamadas discriminadas por cada uno de estos servicios telefónicos, identificados con un “número de servicio”.

    Como viste en el cuadro, en la capital se hicieron algo más de 1 millón y medio de comunicaciones en 2024. La mayor cantidad fueron de un teléfono de la cárcel de Punta de Rieles (85.811 llamadas), seguido por otros dos en la unidad N° 5 de reclusión femenina en la zona de Colón (76.804 y 73.840 en cada caso).

    Después, con algo más de 60.000 llamadas, aparecen varios servicios que se comunicaron desde el complejo penitenciario Unidad N° 4 de Santiago Vázquez (antes Comcar), en camino Basilio Muñoz s/n, esquina camino Las Flores.

    Los teléfonos públicos viven y luchan, en parte, porque tenemos cárceles cada vez más pobladas, un fenómeno social problemático que abordé en esta anterior entrega de la newsletter.

    En el listado entregado por Antel también figuran muchas llamadas realizadas desde el teléfono asociado a una dirección conocida por las generaciones de veteranos, porque se usaba en chistes de otra época: avenida Millán 2515, el hospital psiquiátrico Vilardebó. La salud mental, otro tema que nos llama a prestarle atención como sociedad. ¿Alguien contesta?

    Una recomendación de lectura antes de despedirme, también en mood retro: esta columna de Emma Sanguinetti sobre el Palacio Legislativo en el contexto de su centenario, con varios datos interesantes.

    Ya sabés que podés escribirme comentarios, críticas, sugerencias —o contarme tu última llamada desde un teléfono público— a [email protected].