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¿Para qué alcanzaba la plata antes en relación con lo que se ganaba? ¿Se encarecieron o abarataron, relativamente, algunos bienes y servicios de consumo frecuente? Los recuerdos de la niñez buscan explicación en las estadísticas
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáMe reencuentro contigo después de las vacaciones, en esta edición de la newsletter, haciendo retrospectiva desde mis algo difusos recuerdos de la niñez: ¿éramos tan pobres? Si la pregunta te remite a un personaje del actor argentino Alberto Olmedo sin necesidad de recurrir a Google, empatizarás fácilmente con esta mirada al pasado y al presente.
Soy Ismael Grau, autor de Detrás de los números y editor de la sección de Economía en Búsqueda.
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En una familia con siete hijos —lo que hoy sería una rareza, con hogares de 2,5 miembros en promedio según el censo más reciente— que vivía de lo que producía un negocio inestable, el plato de comida siempre estuvo, pero íbamos a la educación pública y la ropa, muchas veces, pasaba de los más grandes a los chicos. La casa era modesta y la diversión, económica; la plaza, la pelota, alguna bici compartida y la televisión, con apenas cuatro canales emitiendo y en horario restringido. Ir al cine era un paseo especial con tías generosas y dar unas vueltas en los juegos del parque Rodó, Disney.
Por la constante preocupación de mis padres por las cuentas del hogar, seríamos, presumo, parte de una clase media peleando por no descender. Bien abajo había pobres que tiraban de carros que vivían en cantegriles, lo que ahora se les llama asentamientos. Arriba había familias con alto estatus que accedían a otras cosas materiales, si bien la vida en general en esas décadas de 1970 y 1980, ennegrecidas por la dictadura, era más sencilla que la actual. Ese es mi recuerdo.
Según información de los censos, en 2023 el 94% de los hogares en Uruguay disponía de calefón (más del doble que en los años ochenta), la mitad poseía automóvil (frente a un 19% en 1985) y también la mitad tenía aire acondicionado (sin datos censales de aquellas décadas para comparar, pero seguro que hoy son más). Ahora, es real y nos jactamos, vivimos con más “confort”.
¿Qué dicen los números?
Aunque con limitaciones para el análisis, los datos que pude —literalmente— desempolvar del Anuario Estadístico de 1975, del Instituto Nacional de Estadística (INE), permiten hacer algunas comparaciones respecto al presente y contrastar con aquello que retuvo mi memoria. ¿Para qué alcanzaba la plata antes en relación con lo que se ganaba? ¿Se encarecieron o abarataron, relativamente, algunos bienes y servicios de consumo frecuente?
A mediados de 1975 empezó a regir el “nuevo peso” (que existió hasta 1993, cuando nació nuestro actual signo monetario, el “peso uruguayo”). En promedio de aquel año, el salario mínimo nacional —la mejor referencia del ingreso familiar que encontré para este análisis— era de $ 165,2 mensuales.
Según los precios —también promedio— de 1975, ese salario podía comprar, por ejemplo, 138 kilos de asado (que costaba $ 1,2 el kilo) si se lo destinaba íntegramente a ese rubro, o 243 kilos de arroz ($ 0,7), o 393 litros de leche ($ 0,4) o 116 docenas de huevos ($ 1,4).
El salario mínimo mensual con vigencia para 2025 es de $ 23.604 (pesos uruguayos). Tomando como parámetro precios que extraje del Sistema de Información al Consumidor del Ministerio de Economía y de los publicados en sitios web de supermercados y tiendas de especialidad, ese monto alcanza para comprar menos asado (unos 66 kilos) que hace 50 años, pero más arroz (337 kilos), leche (537 litros) y huevos (187 docenas), si se gasta todo exclusivamente en cada uno de estos productos.
En cuanto a la vestimenta, el salario de 1975 permitía adquirir siete camisas de vestir de hombre ($ 25), frente a 26 que se compran con el mínimo de ahora; “zapatos de señora” —como consigna el Anuario— podían comprarse seis pares, aproximadamente lo mismo que en 2025 (tomando una referencia, a mi criterio, intermedia).
Alquilar una vivienda en aquel año de la década de 1970 salía $ 174,8 mensuales, por lo que el salario mínimo de entonces no permitía costearlo; según el INE, en noviembre de 2024 el valor promedio de un arrendamiento fue de $ 20.048, por debajo de lo que fija la ley como remuneración mínima.
En 1975 se podían comprar 612 boletos de ómnibus, que, en dinero contante y sonante, vendía un guarda a un valor unitario de $ 0,3; con el salario actual es posible adquirir 482 si se pagan pasando la tarjeta STM por la máquina que sustituyó al guarda. Son otros tiempos para el trabajo, un tema que abordaré en futuras ediciones de la newsletter.
Electrodomésticos y diversión
También es una época diferente en el rubro de los electrodomésticos, que en el pasado hasta eran símbolo de estatus para una familia.
Comprar una cocina en 1975 costaba $ 321,1, el equivalente a dos salarios; el sueldo mínimo mensual actual alcanza para adquirir casi dos. En aquel año se podían comprar cinco planchas ($ 30) y ahora 20 (de las vendidas a $ 1.170 por alguna cadena supermercadista). Y antes había que juntar la paga de cinco meses para acceder a una televisión, un aparato de mucha mayor calidad tecnológica que hoy se compra dedicando aproximadamente 1,3 salarios mínimos (siempre según cuál se elija, porque la oferta es amplia).
Otro rubro en el cual hubo cambios en el poder adquisitivo relativo al salario mínimo fue el del esparcimiento.
En 1975, a un precio de $ 0,50, se podían comprar prácticamente el doble de diarios que ahora (tomando como referencia el precio en el quiosco del ejemplar de entre semana de El País). Entonces, un salario adquiría 132 boletos de cine y 116 entradas al estadio, frente a unas 34 y 47 en un presente en el que las películas y el fútbol están accesibles, incluso, desde el celular. Vivimos otra época, que revaloriza a aquellas queridas tías.
Si querés escribirme comentarios, críticas o sugerencias, podés hacerlo a este mail: [email protected]
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Antes de despedirme, te hago la clásica sugerencia de lectura de Búsqueda: la entrevista de Pablo Staricco al director de la polémica película Emilia Pérez, multicandidata en los Premios Oscar, que me motivó a verla.
Vuelvo con otra edición de la newsletter en dos semanas (aunque antes, por este febrero, recibirás un “bonus track”).
¡Saludos!