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    “El nuevo Frente Amplio es una carrera de petisos que ven que moviendo una banderita pueden llegar a ser presidentes”

    El senador blanco Sebastián da Silva dice que lo “mortifica” el “fenómeno” Yamandú Orsi y que su “mejor acierto” fue poner al frente de Economía a Gabriel Oddone, el “único que levanta la bandera de Uruguay”

    Se cierra el año y el senador blanco Sebastián da Silva, al igual que la gran mayoría de los legisladores, ya tiene la cabeza casi desenchufada del trajín político. A medio camino entre las vacaciones y la coyuntura. Porque siempre hay una presencialidad virtual que exigen las redes cuando asoman asuntos de último momento, cuestiones que demanden su atención, su chicana digital en los estertores de 2025. Y Da Silva no puede no estar navegando en ese mundo. Pero también hace balances y proyecta. Asegura que “no se podía seguir” con la autocrítica blanca porque se corría el riesgo de dividir al partido. Y al mismo tiempo dice que fue un “año de mierda” como oposición en el Parlamento porque no hubo una coordinación: “hacia dónde vamos, qué hacemos, con quién hablamos. Hay espasmos personales o grupales que van llevando a que las cosas se hagan”. También se quedó con cosas para decir sobre la autocrítica: conceptos o estrategias que entiende como “errores radicales” del gobierno de Luis Lacalle Pou. El senador lo explica con una analogía futbolera, de tribuna. Dice que en temas centrales, como la reforma jubilatoria, el presidente enfocó su discurso en la Olímpica y les dejó de hablar a los “convencidos”.

    “Había que hablarles también a la Colombes y a la Ámsterdam. Son los que te empujan. Nos olvidamos del hincha de verdad, el que cuelga el trapo, el que va, el que suda, el que te grita aunque vayas perdiendo 6 a 0. Y el que te hace cambiar el resultado de un partido”, señala, y recuerda que el presidente del Frente Amplio, Fernando Pereira, le habló a su tribuna de convencidos y tuvo sus resultados. Da Silva opina, de todas formas, que el gobierno de Lacalle Pou fue “legatario” y con una “responsabilidad” que al presidente Yamandú Orsi “no le importa” tener. “Es alguien a quien le pesa tener una hoja de ruta. No basta con la ‘revolución de las cosas simples’ si vos tenés uno de cada tres gurises que nacen bajo la línea de la pobreza”. Para el senador, el fenómeno de 2025 fue la muerte del expresidente José Mujica y afirma que el nuevo Frente Amplio “es posnadie”, porque hay dirigentes solamente “preocupados” en marcar su perfil. “Hay una carrera de petisos que ven que yendo para adelante y moviendo una banderita uno puede llegar a ser presidente. ¿Dónde está el ejemplo? En Orsi”.

    Lo que sigue es un resumen de su entrevista con Búsqueda.

    —Terminó la autocrítica del Partido Nacional. Usted es de los dirigentes que no estaba de acuerdo con todo el proceso, pero que entendía que ya era hora de darle un cierre...

    —Sí, ya estaba, no se podía seguir, no se podía…

    —¿Por qué?

    —Y porque el resultado de seguir flagelándonos era dividir el partido, partirlo. Y queremos que sea fraterno. No hay chance de seguir en una actividad calisténica. Entonces hay que terminar. Hoy es un partido diferente, es muy distinto, se han puesto a prueba en este año y en el año de las elecciones los soportes blancos de verdad. Y el partido de hoy es el que está, un partido muy diferente, con liderazgos emergentes, con las fallas visibles. No se puede, no se puede seguir en esa porque lo único que hacemos con esto es darles de comer a los frentistas.

    —¿Pero a usted le dejó algo en limpio esta gira, algo de los documentos, del informe final?

    —No, el informe final olvidate. En esos documentos hay… a ver, a mí lo que me dejó de nuevo, y es donde puse mi foco, es en ese plus demográfico que (Rafael) Porzecanski se ha encargado de solidificar. Y en donde yo noto otra cosa: hoy la generación Z en el mundo —y también en Uruguay— puede llegar a revertir ese bono demográfico hacia la izquierda. Hoy las derechas tienen una expresión muy distinta a lo que es la derecha clásica, católica, conservadora, militarista, tradicionalista. Y eso se refleja en muchos fenómenos. Mismo acá en Uruguay. Lo veo en la juventud, lo percibo, me impacta personalmente. Hay como un volver. El pedestal moral donde la izquierda en forma teórica y con hipocresía te daba clases de cómo tenías que actuar hoy se ha ido destruyendo con diferentes fenómenos. Hay un fenómeno impulsado por los jóvenes, que dicen: “bueno, pará, a mí no me digas cómo tengo que vivir”. En Uruguay las cosas siempre llegan tarde, pero es un foco demográfico que es lo que a mí me dejó más de nuevo.

    —¿Todo esto tiene que ver con esa intención, plasmada en los documentos, de “combatir” al wokismo, de dar esa batalla cultural?

    —Bueno... el término “combatir el wokismo” es lo menos blanco que hay. Pero sí. O sea, las tribus no son solo del que baja con la granola, el que se hace este tatuaje y canta Rasguña las piedras. Hay que ir detrás de un electorado, y eso es parte de las cosas que yo me he propuesto. Cuando yo doy una batalla cultural —que es un término que no me gusta— la doy hasta con insolencia y es para decir: “mirá, vos podés perfectamente aspirar a comprarte un auto a los 20 años, desarrollar un laburo, laburar, romperte el orto y no vas a ser un paria. No te tiene por qué gustar ni La Bajada ni el carnaval. A vos te puede gustar cualquier otra cosa. Te pueden gustar los tractores, los camiones, o el chivito al pan”. Y eso es parte de las cosas que he perdido con absoluto y total éxito con los jóvenes, que siguen siendo una élite los que les gusta la política. Y que su espejo suelen ser los grandes. Entonces, como su espejo son los grandes, no sé si terminan de representar a su generación.

    —Otra conclusión de la autocrítica es que al gobierno de Luis Lacalle Pou le faltó cercanía, que no llegó a la gente, a la cotidiana, que se concentró más en lo macro que en lo micro. ¿Comparte eso?

    —El que conoce el pulso de cada localidad es Lacalle Pou. Y cuando él pondera el puente del Paso del Gordo, que es donde el diablo dejó el poncho, sobre el Cordobés, que une a Arévalo con la Paloma de Durazno, es porque él lo conoce y lo valora. Por eso mandó a hacer un puente ahí. Capaz que nos faltó a todos —a todos, incluido a Luis— una estrategia un poco más personificada, ponele. Pero pasa lo que le pasó al padre. A medida que pasa el tiempo, te das cuenta de que fue un gobierno con mucho legado. Y entonces te agarrás la cabeza y te preguntás: “¿por qué perdimos?”. El padre dejó un legado y Luis también dejó otro legado, de responsabilidad a la hora de ser gobierno. Yamandú Orsi no. No es que no tenga responsabilidad, creo que no le importa la responsabilidad de ser gobierno. Luis estuvo 15 meses convenciéndonos de una de las medidas más antipopulares de su gobierno, que fue la reforma jubilatoria. Y fue pico a pico. Y bueno, son gobiernos legatarios, como todos los gobiernos del Partido Nacional, que lamentablemente cometen los mismos errores y perdemos las elecciones siguientes. Es la profecía autocumplida.

    —¿Y cuáles son esos errores que se vuelven a repetir?

    —Bueno, no tener un directorio fuerte, no advertir que el Frente Amplio estaba erosionando la credibilidad con mentiras desde el primer día; no marcar en espejo a la actividad; ministros que no dieron la talla, que no le dieron importancia a la opinión del dirigente local, y bueno, un desborde generalizado después. Y eso llevó a que, vuelvo a decir, gobiernos legatarios pierdan elecciones. Luis y el padre, los dos perdieron por poquito. Y después hay un error de concepto, con la firma de Roberto Lafluf, que Luis la ha comprado, y es que hay que hablarle a la Olímpica y no a los convencidos. Lo que no sabe es que las hinchadas también ganan los partidos. Porque cuando las hinchadas gritan mucho les dan fuerza a los jugadores. Y eso fue un error radical que no se habló en la autocrítica. Había que hablarles también a la Colombes y a la Ámsterdam. Son los que te empujan. La Ámsterdam y la Colombes también existen. Y sin embargo, la máxima de Lafluf en la reforma de la seguridad, en la Ley de Urgente Consideración, era hablarles a los no convencidos. Hablarle a la Olímpica. Y nos olvidamos del hincha de verdad, el que cuelga el trapo, el que va, el que suda, el que te grita aunque vayas perdiendo 6 a 0. Y el que te hace cambiar el resultado de un partido.

    —¿Pero para qué hablarles a los convencidos, que ya están adentro? No los van a perder.

    —Pero le dan aliento al equipo. Hace que un jugador que no tranca fuerte esté obligado a trancar. Y es a los que les habló Fernando Pereira. Fernando Pereira les habló a la Colombes y a la Ámsterdam. Para mí, eso es un error de perspectiva, que yo siempre tuve con Lafluf y, ergo, con Luis.

    —Hace un rato deslizó que al presidente Orsi no le importa la responsabilidad de gobernar. ¿Qué concepto tiene sobre él en este primer año de gestión?

    —El mejor acierto de él fue poner a Gabriel Oddone como ministro de Economía. Está sobrestudiado el fenómeno Orsi. Y a medida que avanza el sobrestudio, más mortifica. Es alguien a quien le pesa tener una hoja de ruta. No basta con la “revolución de las cosas simples” si vos tenés uno de cada tres gurises que nacen bajo la línea de la pobreza. No basta. Militan relato. La pobreza infantil tiene menos presupuesto que la estancia María Dolores. Ese es el dato. Yo creo que es por una mezcla rara, por una generación pos-Mujica. El fenómeno de 2025 fue el fallecimiento de Mujica. El nuevo Frente Amplio es posnadie. Sin el tridente. Orsi no lo logra ordenar. Fernando Pereira está escorado. Y el único que levanta la bandera de Uruguay es Oddone. El resto es... Nosotros tenemos la ridiculez de un ministro de Ambiente militando la prospección sísmica en el océano. O una represa, que es lo antiambiente. ¿Por qué? Porque está más preocupado en marcar perfil que en verse la responsabilidad que tiene. Pero bueno, hay una carrera de petisos que ven que yendo para adelante y moviendo la banderita uno puede llegar a ser presidente. ¿Dónde está el ejemplo? En Orsi.

    —Me quiero detener en eso, porque durante la campaña hizo una caricatura de Orsi con la figura de Tribilín. Y eso despertó varias críticas, incluso internas. Y ahora en estos últimos meses se ha hablado mucho de las “torpezas discursivas” y “desvíos comunicacionales” que el propio Orsi reconoció y aseguró que seguirá teniendo. ¿Cómo observa esto?

    —Yo a veces tengo que cuidar los tonos. Si yo digo lo mismo, pero con otro tono, con menos decibeles, capaz que la bala entra más. Pero la caricatura está. Y el tiempo es un gentilhombre que pone las cosas en su lugar. Nada más. Es así. Nadie se ha encargado de descaricaturizarlo. Nadie. En primer lugar, él. Él no ha cambiado. Es auténtico, es él mismo.

    —¿Qué balance hace del rol del Partido Nacional como oposición?

    —Fue un año de mierda.

    —¿Por qué?

    —Y no puede ser un buen año… creo que... el partido en su coordinación fue, bueno, lo mínimo indispensable. Son las personas. Y ahí nosotros en Alianza País nos propusimos, porque somos la mayoría del partido, no hacer lo que hizo la mayoría anterior. Nosotros tenemos que dejar todo: gastar hombro, gastar pierna, gastar brazo, gastar todo. Y creo que lo hicimos en la bancada de Alianza País.

    —Pero lo que está diciendo es que hubo una descoordinación entre los legisladores de los otros sectores del partido

    —Es que no hubo una coordinación: hacia dónde vamos, qué hacemos, con quién hablamos. Hay espasmos personales o grupales que van llevando a que las cosas se hagan. No hay en el Partido Nacional, no hay en el Partido Colorado. ¿Y eso es bueno o malo? No es algo malo per se. Que (Andrés) Ojeda y (Pedro) Bordaberry tengan perfiles diferentes no es algo malo, es algo bueno. Desde el punto de vista electoral es algo bueno. En el Partido Nacional somos todos muy traumáticos. Nosotros nos juramentamos dejar todo. Las dos interpelaciones en el Senado fueron la de Javier y la mía. ¿Podría haber habido otra? Sí. ¿Eso significa que el partido está desunido? No. Tampoco es que tenga una estrategia. No tiene. Y la relativa ausencia de Luis... bueno, hace que los pichones vayan criando alas. Pero no hay, no hay una coordinación y tampoco creo que la vaya a haber. A veces uno ve la foto de la coordinación de la coalición republicana y después lo que se ve es una sumatoria de gente que tiene un sentimiento de equipo. Punto. Y un sentimiento de resistencia ante este Frente Amplio. Es lo que nos une.

    —Hubo una primera reunión la semana pasada para empezar a pensar la coalición para los años que se vienen…

    —No hubo una reunión, hubo una foto. Nosotros tenemos sentimiento de equipo. Te reitero que a nosotros nos une mucho la resistencia, no la coordinación. Y no está mal. Yo prefiero que sea así. Que haya muchas voces y muchos colores dentro de lo que es la resistencia a este Frente Amplio. La verdad que prefiero. Es más espontáneo.

    —Todo esto ocurre mientras hay un líder como Lacalle Pou en ausencia o, como dijo usted, “en relativa ausencia”. ¿Están esperando al Mesías? ¿Qué va a pasar? ¿Qué puede pasar en estos años? ¿Usted tiene claro que Lacalle Pou vuelve como candidato?

    —Yo soy hombre de campo. Y Luis es purasangre de carrera. Los purasangres de carrera solo sirven para correr carreras. Vos los tirás a pechar un novillo y los tipos se quiebran. Él es raza purasangre. El más raza de todos los que andan en la vuelta en todos los partidos. Probado, además. Ya ganó Ramírez y llegó sanito. El resto depende de él y, como imagina él, su segunda etapa de la vida. Pero no va a abrir un estudio de abogado ni va a arrendar un campo para plantar maíz. Él es purasangre política. Si él después de eso lo quiere derivar en ser un conferencista de élite, lo puede hacer. Pero Luis Lacalle Pou es un purasangre de la política.

    —Ha dicho que no tenía ganas de ser otra vez senador en esta legislatura. ¿En qué lugar se ve en un escenario hipotético de un triunfo de la coalición republicana en 2029?

    —Cuando ganó Luis, fue muy equitativo en la distribución de responsabilidades, pero con un sesgo claro. Me parece que la próxima vez que gane, ese sesgo tiene que ser más representativo. Eso es a lo que uno aspira. ¿Dónde me imagino? A veces lo veo a Richard Read y me da envidia... Me veo con cosas vinculadas al campo, pero no quiero el país del ni muy muy ni tan tan. Es a matar o morir. Tiene que haber una generación dorada, sin pandemia. Que cambien las cosas, de raíz. La discusión política ha sido muy mediocre. La expresión de la batalla cultural no es solo por decir “los y las”. Tiene que ser algo más. Hay que aspirar a un país de excelencia. Yo estoy esperando los números del Banco de Seguros del Estado para hacer una evaluación empresarial a ver cuánto puede costar y poner arriba de la mesa reformas de verdad. ¿Para qué queremos un Banco de Seguros del Estado? Que da ganancias pero que no es estratégico. Capaz que vale 2.000 millones de dólares. Y ahí hacer un fideicomiso con un GACH de prioridades y hacer un shock. Si no, vamos a seguir teniendo abuelas de 30 años saliendo con su hija de 12 y su nieta recién nacida del Pereira Rossell. Y los planes sociales yendo al mismo lugar sin solución, con mucho relato, mucho testimonio, pero sin solución. Y la gente rica prefiriendo tener un perro y no teniendo hijos. Y eso es parte de las motivaciones que uno tiene. Para ganar un sueldo de senador, me quedo en mi casa.

    —¿Le gustaría un cargo más ejecutivo, un ministerio?

    —Sí, pero a ver, no sé si va por ahí, no estoy chamuyando. Lo quiero, pero no para firmar expedientes. Hace cinco años capaz que me moría por ser ministro de Ganadería. Ahora... la política hace mierda las caras, los pelos, las arrugas de la gente. No tenés un minuto de paz. Antes me moría por ser ministro de Ganadería, pero es tanto lo que hay que cambiar que no basta solo con el combate a la garrapata. No puedo ser solo el campo porque el problema del Uruguay es de la cabeza de los uruguayos. Siempre voy a estar defendiendo al productor, pero ya lo hice. Ese terreno ya está conquistado. Tiene que ser algo más, algo más. Y no necesitás el cargo. Debo ser el tipo que menos está en el despacho, no me gusta, me siento atado. Y salís y empezás a ver los problemas.