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    Papá Noel es frentista

    Si uno se atiene a las cartitas que muchos uruguayos le escribieron a Santa Claus antes de esta Navidad, la evidente conclusión es que el gordo anciano disfrazado de colorado por la Coca-Cola en los años 30 del siglo pasado ha pasado a ser colorado, blanco… y azul.

    En efecto, una cuidadosa revisión de las papeleras de los escritorios de muchas personas muy conocidas revela que San Nicolás le hizo el pito catalán a un lote de dignos y biempensantes ciudadanos que lo que le pidieron al santo no se los concedió ni ahí.

    Pusimos a un colaborador del semanario disfrazado de recolector municipal de basura a recorrer casas y oficinas, a revisar lo que encontraba entre los desperdicios y a separar toda aquella literatura que tuviera que ver con la fecha navideña y los habituales que se le hacen llegar al santito.

    El pobre (el colaborador, no el santito) vivió episodios bien originales, muchos de los cuales nada tenían que ver con la tarea de espionaje que le habíamos encomendado, sino más bien con su calidad de recolector de residuos, que era de lo que estaba disfrazado.

    En algunas oficinas públicas como la Torre Ejecutiva, los escritorios de diputados y senadores, los despachos de varios ministros, la recepción que le brindaron a nuestro espía fue muy paradojal.

    —¡Bo, vengan a ver, por fin alguien viene a buscar y llevarse la basura de las papeleras! —fue más de una vez, palabras más, palabras menos, la frase que el pobre escuchó en medio de su tarea.

    En otras oficinas, en las que estaban de festichola navideña y de despedida del año, lo convidaron con saladitos y refrescos y lo abrazaron con afecto, en particular algunos de los asistentes que ya llevaban bajadas varias botellas de medio y medio, que le juraban que lo encontraban parecido a un primo que vivía en España y lo ayudaban a desenrollar las pelotitas de los papeles escritos y descartados como basura en las papeleras.

    —¡Mirá, acá hay una cartita escrita por Delgado, se ve que la hizo antes de renunciar al cargo, antes de irse de campaña electoral! —dijo una de las funcionarias de la Torre Ejecutiva mientras desenrollaba una hoja manuscrita extraída de una papelera del escritorio del exsecretario de la Presidencia.

    —Eso te demuestra los siglos que hace que nadie vacía las papeleras ni recoge los residuos de las latas de basura de esta oficina; eso no va a pasar cuando el que se siente en este escritorio sea el Pacha, vas a ver… —replicó otra de las empleadas de ese piso.

    “Papá Noel, por lo que más quieras, traeme una diferencia de votos que me permita pasarles por arriba a los frentachos, que me corone presidente, que me dé la chance de gobernar este bendito país como lo ha hecho Luisito, que es mi ídolo y mi crack indiscutido”, decía una de las cartitas desenvuelta de la pelotita de papel descartado que dormía en una de las papeleras.

    —Mirá, acá hay otra escrita con la misma letra, se ve que Delgado después de la elección pasó por esta oficina a buscar algo que habría dejado en su exescritorio, escribió algo y lo tiró a la papelera —dijo la misma secretaria que estaba ayudando a nuestro espía a desentrañar los secretos de la basura, con tan poca suerte que lo que más había encontrado eran listas de supermercado, teléfonos de conocidos, anotaciones de remedios que comprar en la farmacia antes de volver a casa y otras inutilidades por el estilo.

    —¿Y qué dice la otra pelotita que acabás de desenrollar? —preguntó la otra secretaria, que estaba ayudando a nuestro enviado a traducir una nota escrita en inglés, con un WhatsApp de Elon Musk y una terminación fulminante en la que se leía “fuck off”.

    —Esta otra cartita se ve que la escribió después de las elecciones porque, mirá, dice que Papá Noel se puede ir a la mismísima… Pah, qué grosería. Y agrega todavía que más vale que no vuelva a pasar por Uruguay con regalos como los que les trajo a Yamandú y a su grupo, pah…, pone una cantidad más de cosas horribles y termina con una palabra con una falta de ortografía —dijo la chica.

    —¿Qué falta de ortografía? —preguntó, curiosa, la otra secretaria.

    Parió, que va con tilde, y se ve que en el apuro se olvidó de ponerlo…

    Nuestro esforzado colaborador siguió recorriendo oficinas.

    De la papelera de Azucena Arbeleche desenterró una cartita en la que la ministra le pedía a Papá Noel que le trajera a Oddone un libro de Adam Smith y otro de Von Mises y que a la vez le dejara en los zapatitos una caja grande de Calmonerv Forte, de 250 pastillas, porque, decía la cartita, “va a tener que tomarse dos por día, sobre todo cuando lo llame Castillo para putearlo”, palabra inusual en boca (o más bien en pluma) de doña Azucena, pero convengamos que se trataba de una carta íntima, entre ella y Santa Claus.

    En la papelera de Mieres había una cartita en la que le decía al Santo que él (Pablo) era el más católico y creyente de toda la coalición y que lo menos que podía hacer era dejarle un vale por 40.000 votos para usarlo en las elecciones del 2029 y ganar una banca en el Senado.

    En la de Ojeda había una cartita en la que el joven gimnasta colorado le pedía a Papá Noel que le trajera una cocarda de gran campeón para uno de los toros de Bordaberry, así se dejaba de joder con la política y se dedicaba a la cría de toros de pedigree, donde le molestaba menos que en el Senado.

    Por fin, en la papelera del escritorio de Suárez y Reyes, había un borrador de cartita escrita a Papá Noel por el dueño de casa, pero inconclusa y con muchas palabras tachadas y vueltas a escribir. Estaba arrugado, pero al abrirlo y plancharlo con la palma de la mano llegaba a leerse que “en el año 29, vengas o no, haya Navidad o no, podés dedicarte a dejarles regalitos a los niños, y a mí dejame tranquilo que la carrera para sacarlo a Yamandú de su asiento me la corro yo solo, sin la ayuda de ningún santo. Eso sí, traeme un poco de paciencia para bancarme a los socios de la coalición, que los necesito pero me rompen tanto como lo que me hacen falta”.

    No estaba firmada, pero uno puede imaginarse quién era el autor.