El lunes 22 de setiembre, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, pidió a las mujeres embarazadas no tomar un analgésico contra la fiebre y los dolores leves llamado Tylenol, cuyo principio activo es el paracetamol o acetaminofeno. Días antes, había afirmado que tenía un anuncio “asombroso” para hacer: “Creo que hemos encontrado una respuesta al autismo”. Lo hizo.
Los tres funcionarios “anunciaron nuevas investigaciones sobre las causas profundas del autismo, con lo que se destinarán millones de dólares federales para estudiar los factores ambientales, incluida una teoría desacreditada desde hace tiempo que culpa a las vacunas”, según publicó al día siguiente el New York Times. Kennedy ha sostenido reiteradamente otra teoría vapuleada por los científicos, que vincula el aumento de los diagnósticos de autismo al exceso de vacunas. En Estados Unidos se estima que 1 de cada 31 niños está incluido dentro del trastorno del espectro autista (TEA); en 2000 era 1 de cada 150.
Más allá de que su postura no tenga un aval científico fuerte, el impacto fue inmediato. Según publicó la BBC, las acciones de Tylenol “se desplomaron” tras el anuncio de Trump. Sin tanto hierro y con bastantes contradicciones respecto al anuncio presidencial, la propia FDA publicó una nota ese lunes 22 en la que reconocía que “no se ha establecido una relación causal” entre ese fármaco y el autismo, apenas sugiriendo que los médicos —a quienes iba dirigida esa misiva— deberían “minimizar” su recomendación a mujeres embarazadas en casos de fiebre tenue, al tiempo que subrayaba que el acetaminofeno es la alternativa “más segura” en el mundo de los analgésicos para mujeres embarazadas, por encima del ácido acetilsalicílico y el ibuprofeno.
La comunidad científica uruguaya, a tono con la mundial, criticó duramente las expresiones de Trump. El director de la Cátedra de Neuropediatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República (Udelar), Gabriel González, lo calificó de “bolazo” y el presidente de la Sociedad de Psiquiatría del Uruguay, Artigas Pouy, de “burrada”. El primero de ellos lamentó que el “terrorismo verbal” del mandatario estadounidense pueda generar alguna suerte de remordimiento en padres de niños diagnosticados de TEA. Desde la sociedad civil, asociaciones vinculadas al autismo emitieron juicios similares.
En el Ministerio de Salud Pública (MSP), empero, más allá de resaltar la inexistencia de un estudio que avale esa relación, se están revisando los últimos informes al respecto.
Políticas
“No hay sustento técnico” que avale el vínculo entre el paracetamol y el autismo, dijo a Búsqueda la directora general de Salud del MSP, Fernanda Nozar, ginecóloga y obstetra. Así lo sostienen, agrega, las sociedades de psiquiatría infantil y ginecología. No obstante, ella pidió “revisión de todo lo último” que se haya publicado sobre el tema, agregó.
Desde la perspectiva médica y académica, sin embargo, no habría absolutamente nada que revisar. “Desde el punto de vista científico no hay ninguna relación causal que permita tirar una bomba de estas, que no es más que un terrorismo verbal que solo sirve para hacer daño, generar culpa en las madres de un hijo con TEA o causar angustia en una mujer embarazada que tomó paracetamol”, dijo por su lado el neuropediatra González. Esto último, afirma, ya lo ha notado en la clínica: “Se me han acercado padres a decirme ‘che, y no habrá sido...’, ¡y le sumás la culpa, y eso es nefasto, porque no hay absolutamente nada que avale este disparate! Y ya veo que embarazadas con fiebre que se han tenido que tomar un antitérmico van a tener todos estos meses la espada de Damocles encima suyo, por culpa de este bolazo”.
Gabriela Garrido, quien hasta diciembre del año pasado estaba al frente de la Cátedra de Psiquiatría Pediátrica de la Udelar, criticó el planteo “inescrupuloso e irracional” de Trump “en un tema sumamente sensible” sin que exista “evidencia de una relación” entre ese trastorno y el paracetamol. Agregó que el autismo es multicausal y que en su origen juegan factores genéticos y ambientales, sin que aún haya pruebas concluyentes de la incidencia de factores como la edad del padre, una enfermedad autoinmune de la madre o la prematurez.
En Uruguay, donde se comercializan fármacos con este principio activo como Paracetamol Szabo, Dolosedol y Zolben, el proyecto de ley de Presupuesto —hoy a estudio en el Parlamento— prevé la creación de la Agencia de Vigilancia Sanitaria del Uruguay (Avisu), una reguladora de medicamentos y vacunas a semejanza de la FDA. El país es uno de los pocos de la región que no cuenta con un organismo así. La directora general de Fiscalización del MSP, Silvia Belvisi, dijo a Búsqueda que “por suerte” una característica de estas entidades es que “las buenas prácticas regulatorias indican subordinación legal pero independencia técnica” de los gobiernos.
De cualquier forma, la Agencia Europea del Medicamento (EMA, por la sigla en inglés), salió al cruce de inmediato a los dichos de Trump: “El paracetamol (también conocido como acetaminofén) puede utilizarse para reducir el dolor o la fiebre durante el embarazo si es clínicamente necesario. Actualmente no hay nuevas pruebas que requieran cambios en las recomendaciones de uso vigentes en la Unión Europea”, expresó en un comunicado.
“Ambas son agencias de referencia, reconocidas mundialmente”, afirmó Belvisi. “En líneas generales la información de la EMA es más completa”, agregó la jerarca ministerial que supervisa la creación de la Avisu.
Como directora del Departamento de Ciencias Farmacéuticas de la Facultad de Química de la Udelar, Cecilia Maldonado será una de los profesionales convocados al MSP si el Parlamento aprueba la creación de la Avisu. Consultada para esta nota, subrayó que, por más referentes que sean, la agencia uruguaya no está obligada a seguir las indicativas de la FDA o la EMA. Como ejemplo, señaló que la dipirona (principio activo de los analgésicos Novemina o Novalgina) se comercializa en Uruguay, pero está prohibida por la EMA. “Acá tendemos a tener criterios técnicos, no asociados a la industria; nos hemos podido mantener bastante soberanos e independientes”, aseguró.
Desinformación
El último censo reveló que el 0,7% de la población uruguaya tiene diagnóstico de TEA. A tono con el resto del mundo —donde la prevalencia promedia el 1%—, el número de casos diagnosticados ha aumentado en las últimas décadas. En eso influyen “las nuevas clasificaciones, la ampliación de los criterios diagnósticos y una mayor sensibilidad en estos temas”, dijo Garrido a Búsqueda.
Entre las justificaciones de su postura, Trump había dicho, aunque reconociendo que era apenas “un rumor”, que en Cuba hay pocos casos de autismo porque “no tienen dinero para Tylenol”. De acuerdo con la CNN, médicos cubanos retrucaron esta versión reconociendo que la incidencia notoriamente menor de esa condición en la isla —0,36 casos por cada 10.000 personas— se debe en gran parte a la falta de recursos para buenos diagnósticos.
Según Verónica Figueira, presidenta de la Asociación Asperger TEA en Uruguay (ATU), las razones para un mayor número de casos pasan por “un mayor número de diagnósticos”, en sintonía con Garrido.
En las sociedades civiles la afirmación de Trump generó, más que nada, indignación. “Es un disparate más de los tantos disparates que circulan sobre este tema. No hay nada donde se desinforme más que en el autismo. No da ni para tomarlo en cuenta”, afirmó Raquel Navarro, presidenta de la Asociación Autismo en Uruguay.
A su criterio, los familiares de personas autistas ya están “curadas de espanto”. Más grave fue, señaló, aquella versión muy difundida en la década anterior que aseguraba que el dióxido de cloro podía “curar” el autismo. “Contra eso sí nos costó ir. Comparado con eso, esto del paracetamol fue una risa”, expresó Navarro a Búsqueda.
Para González, afirmaciones como las de Trump pueden generar impacto negativo en la población, en el mismo sentido que puede hacerlo una campaña de desinformación. Su secretario de Salud, Kennedy, es, además, un reconocido escéptico sobre las vacunas. “Como médico, yo viví la época en que todos los días se morían niños por el sarampión. Se empezó a vacunar y se abatió completamente. Ahora me encuentro con gente que dice que piensa no vacunar a sus hijos. Como resultado, en varios países de la región el sarampión volvió con fuerza”, concluyó.