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    Ideas y crecimiento económico (el Nobel de Economía para Joel Mokyr)

    La cultura tiene consecuencias económicas; aunque suele perderse de vista y pasar bajo el radar de los especialistas, las creencias, valores y preferencias predominantes en una sociedad son una clave decisiva del crecimiento económico

    Columnista de Búsqueda

    El profesor Joel Mokyr, economista e historiador económico, doctor honoris causa de la Universidad de la República (Udelar)1, ha sido distinguido, junto con Philippe Aghion y Peter Howitt, con el premio Nobel de Economía 2025. Los tres tienen en común haber analizado un tema clásico en la Economía pero de enorme actualidad: el vínculo entre innovación y crecimiento. El caso de Mokyr es especialmente interesante, para mi gusto, porque identificó “los requisitos previos para el crecimiento sostenido a través del progreso tecnológico”. ¿Cuáles son esos “requisitos previos”? Su sorprendente respuesta aparece, por ejemplo, en el libro A Culture of Growth. The Origins of the Modern Economy (2017), obra que conocí gracias a Javier Rodríguez Weber, del programa de Historia Económica de mi facultad. El requisito previo es la difusión de nuevas ideas. Dice Mokyr: “El crecimiento económico moderno (…) dependió de un conjunto de cambios radicales en creencias, valores y preferencias, un conjunto al que me referiré como ‘cultura’, a pesar de las numerosas y justificadas preocupaciones sobre el uso excesivo y la ambigüedad de ese término” (p. xiii).

    Su argumento es francamente heterodoxo. No es la base económica la que explica las ideas. Por el contrario, son las ideas las que explican el desarrollo económico. Tampoco son las instituciones. Es la cultura. La cadena argumental tiene varios eslabones. Mokyr conecta crecimiento económico, innovación, revolución industrial, desarrollo científico, Ilustración y emprendedores culturales en los albores de la modernidad. En última instancia, el crecimiento económico se lo debemos a quienes, entre 1500 y 1700, sentaron las bases del conocimiento científico, o para ser más preciso, del “conocimiento útil”, es decir, aplicable a la producción (“useful knowledge”).

    Entre el Renacimiento y la modernidad se verificó un cambio cultural decisivo en Occidente. Cambió la actitud ante el “mundo natural”. En lugar de aceptarlo tal como es, en lugar de considerarlo consecuencia de la voluntad divina o de la fortuna, se instaló, poco a poco, la creencia de que era posible modificarlo mediante la ciencia. La Revolución Industrial es inseparable de esta nueva actitud ante la naturaleza. El desarrollo tecnológico en el que se apoya, precisamente, “es sobre todo una consecuencia de la voluntad humana de investigar, manipular, y explotar los fenómenos y regularidades naturales, y dada esa disposición, el crecimiento del acervo de conocimientos que sustenta y condiciona la explotación del conocimiento” (pp. 14-15).

    Pero ¿por qué ocurrió este cambio cultural? En términos más generales, ¿por qué ocurren los cambios culturales? Aquí Mokyr introduce el concepto de “emprendedores culturales”. Como él mismo se ocupa de explicar, su concepto tiene similitudes con el de “emprendedor moral” de Avner Greif o el de “emprendedor ideológico” de Douglas North. El emprendedor cultural no pretende cambiar lo que se considera correcto o incorrecto, o la ideología predominante. El emprendedor cultural de Mokyr lidera una transformación en las creencias, valores y preferencias de segmentos significativos de la sociedad. Aquí también el enfoque de Mokyr exhibe toda su escandalosa heterodoxia. En contraste con ciencias sociales como las de estos tiempos, cautivadas desde hace décadas por el poder de las instituciones sobre las conductas individuales (remito a todo lo escrito sobre los “nuevos institucionalismos”), Mokyr rescata y subraya el papel de la agencia, dicho en criollo, del liderazgo. Se produce el cambio cultural cuando los emprendedores culturales logran influir de modo decisivo en el mercado de las ideas.

    Según Mokyr, el enorme cambio cultural que ha terminado colocando a la ciencia y el avance tecnológico en el centro de la economía moderna contó con dos emprendedores culturales especialmente influyentes: Francis Bacon e Isaac Newton. Desde luego, hubo muchos otros emprendedores culturales que dejaron huellas decisivas. Algunos, como Lutero y Calvino, modificaron la forma de concebir, nada menos, que el vínculo entre individuos, creencias religiosas e Iglesia. Otros, como Spinoza y Locke, resetearon la manera de pensar la naturaleza y límites de la obligación política. Pero Mokyr pone la lupa en los que más contribuyeron a cambiar la actitud de los individuos ante la naturaleza. Para Bacon, el conocimiento debía apoyarse en la evidencia, en la inducción y el método experimental, y no en la autoridad de la tradición. Además, verdad y utilidad debían ir de la mano. El conocimiento debía poder aplicarse a la industria y a mejorar las condiciones de vida, como explicó en su utopía, La nueva Atlántida. Aunque no se destacó como científico, su influencia en la difusión de la importancia de la ciencia, al menos en Europa, fue extraordinaria. El legado de Newton, según Mokyr, fue igualmente profundo, pero de naturaleza diferente. Influyó sobre una pequeña élite de científicos que, a su vez, diseminaron el enfoque newtoniano, basado en la matemática y en el descubrimiento de leyes universales. Sus aportes específicos no solo lo prestigiaron a él, legitimaron la nueva forma de construir conocimiento.

    La cultura tiene consecuencias económicas. Aunque suele perderse de vista y pasar bajo el radar de los especialistas, las creencias, valores y preferencias predominantes en una sociedad son una clave decisiva del crecimiento económico. Nuestro Carlos Maggi, durante muchos años, domingo a domingo, lo escribía en el Producto Culto Interno, su columna en El País. Ahora que asumimos que el país crece poco y que hemos vuelto a indagar sobre las causas de la falta de dinamismo de nuestra economía, valdría la pena explorar las dimensiones culturales de este fenómeno. La buena noticia, volviendo a Mokyr, es que ha pasado a formar parte del sentido común de nuestras elites que no hay desarrollo económico sin “conocimiento útil”.

    1 Fragmentos de la ceremonia realizada en el Paraninfo de la Udelar el 6 de diciembre de 2018 pueden verse en: https://www.youtube.com/watch?v=XIcnHtWejE4