Como en esa ciudad de Colonia no había bachillerato artístico, Bárbara terminó el liceo en Montevideo. Pero de ahí, tan segura de su sueño como lo estaba de niña y adolescente temprana, se fue a Buenos Aires a estudiar en la Escuela de Música Contemporánea (EMC), que tiene convenio con la Berklee de Estados Unidos. Corría el año 2014. Había algo de folclore argentino, tango, música popular, pero más que nada jazz. “La armonía contemporánea se basa en el jazz. Todo es jazz. Había una materia, Ensamble, que básicamente consistía en tocar con otros. Yo me metí en todos los ensambles que pude, tango, música latinoamericana, latin jazz, free jazz, soul, funk, pop. Indagué y estudié mucho y aprendí un montón de cosas que luego me direccionaron hacia la música que quería hacer. En ese momento hacía cosas para mí, pero cuando terminé y me recibí de música profesional dije ‘bueno, tengo que hacer un disco, ya está, tiene que empezar mi carrera’”. Ahora corría el 2018, el año de Índigo, su trabajo debut.
Y si todo es jazz y el jazz se basa en la improvisación, ¿todo se basa en la improvisación?
Para mí, sí. Pero, más que la improvisación, todo se basa en el juego. En la música se trata de jugar un poco, como en el teatro. Yo siempre compuse así, me bajaba una idea y me sentaba al piano y empezaba a improvisar sobre eso, también me pasa eso con las letras. Lamentablemente, ahora escucho muchas cosas de molde, que se copian y pegan. No me gusta tanto lo que hoy es mainstream.
Catarsis musical
Ella ya se ha destacado como cantautora en su proyecto personal al frente de su propia banda, que el sábado estará integrada por Guillermo Pastorio en guitarra, Juan Pablo Szilagyi en bajo, Marcelo Lacava en batería, Franco Polimeni en teclados y Eugenia Antón en los coros. Lo suyo es piano y voz, cada vez menos lo primero, cada vez más performer. “Antes tocaba más, ahora me gusta cantar más y estar con el público”, en plan más frontwoman rockera.
Como integrante de Eté & Los Problems, su aporte creativo pasa por el trabajo de teclados y pianos. “Con eso tengo libertad, pero Ernesto (Tabárez) es el compositor en la banda y solo discuto sobre armonía con él”. Ponerse el chip de capitana de su propio barco con otra tripulación no le ha resultado difícil, dice. “Creo que si hubiera sido al revés, pasar de una banda a un encare solista, sí habría sido más complicado. Yo no tengo problemas de presentarme ante un público o gestionar un show, pero con los Problems la parte de gestión no la hago, no tengo que pensar qué voy a decir ni qué mensaje quiero dar. Solo acompaño y me divierto. Es muy divertido tocar con ellos, aprendo muchísimo también”.
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Adrián Echeverriaga
Hay aprendizajes que no son tan buenos. Para la salida de su segundo disco, en 2021, escribió un minimanifiesto de alguien sin cuentas a saldar con el mundo: “Si canto es porque me dieron voz, porque me alentaron a cantar, porque me contuvieron cuando fallé, porque me educaron con amor, porque nadie me silenció, me mandó a callar o me reprimió las ganas”. Tres años después, previo a la salida de Corazón de metal (ocho canciones nuevas y dos versiones de temas anteriores), el tono era muy distinto: “Nací con una inmensa capacidad para amar y entendí el mundo desde el amor, hasta que un día me arrebataron un pedazo de esa inmensidad y conocí la desconfianza y el miedo a sentir otra vez. Mientras pasaban los años sentía cómo mi corazón se iba endureciendo hasta transformarse en su propia armadura de metal. Hoy les regalo el disco donde quedó grabado el camino desde ese quiebre hasta mi renacimiento, hasta llegar a la superación”. Esa publicación en Facebook, el 17 de mayo del año pasado, incluía entre todos los agradecimientos un autoagradecimiento: “A mí, por creer en mí (hasta la muerte)”.
Nada mejor que ella para desarrollar esta propia honestidad brutal.
¿ Corazón de metal fue un disco o una catarsis?
Todos mis discos son personales y catárticos. No sé escribir mintiendo, no sé no decir la verdad, y no sé hacer historias tan ajenas a mí. Quizás algún día pueda, pero no lo he hecho. Mis discos son personales y no me reprimo nada, no escondo nada, no tengo problema en decir mi verdad, porque me parece que en la verdad está lo valioso, cuando uno cuenta lo que pasó y no lo decora, y si queda mal parado, queda mal parado. Me parece que hay algo muy valioso en compartir eso en el arte, sobre todo en esta época, donde hay mucha mentira, donde todo es tan manipulable, sobre todo en redes sociales. Y ese disco, sí, partió de una ruptura amorosa que la asimilo con otras decepciones con amistades y que también están en el disco.
En Renacimiento, una de las canciones, hablás de tres puñales en la espalda, en junio, diciembre y febrero.
Fueron rupturas con gente que quería mucho y que pasaron de verdad. Si bien ya me habían roto el corazón, lo distinto acá fue lo que vino después, el sentir que no quería confiar más en nadie, que no quería tener más relaciones. Eso va más allá de la tristeza y el desamor, es la desconfianza con el mundo, algo muy triste de vivir y que creo que les pasa a todos luego de una decepción.
Quizá por eso llegás a No fue amor, donde hablás de un vínculo mucho más pasatista.
Sí, total. Esa cosa de “desde ahora voy a tener vínculos de esta manera, mucho menos comprometidos, más livianos”. Esa fue una de las canciones de superación, de cosas que se hacen para olvidar el pasado.
¿Y nunca te pusiste a pensar, o alguien, tu familia, te hizo pensar, si no estás abriendo demasiado el corazón? Estás haciendo aperturas bien descarnadas, como en La venganza, y subiéndolas a Spotify.
Sí, puede ser, pero es un peligro para mí, no para el mundo. Me parece que el mundo necesita eso, más personas honestas, que nos cuenten cosas de verdad, reales. Con las experiencias personales uno aprende del otro. Hace una semana me obsesioné con una escritora argentina, travesti, Camila Sosa Villada. Me pareció increíble. Ella cuenta cómo fue su vida en un montón de lugares y situaciones que la dejan muy mal parada a ella y lo narra. Y yo encuentro un valor ahí que para mí no se parece a nada. Decir la verdad, en lo personal, tiene valor. Después uno lo convierte en poesía, en arte, le pone belleza, metáfora. Pero el fruto de eso para mí tiene que ser la verdad. Así que no siento como un problema ser tan sincera. Y mi familia lo que piense…, no sé, no me parece tan importante.
¿Los responsables de Corazón de metal acusaron recibo?
No lo sé (se ríe). No me interesa mucho, porque el disco no fue para ellos sino para mí y para el público. Supongo que lo habrán escuchado. Pero después del disco sané yo también. No, no me interesa…
Cosas mías
No todo es amor o desamor. En 2023, el tema que abre el disco, con alusiones a la pandemia, canta: “Una vez que abrí los ojos, ya nunca los pude cerrar”. Ella se ha encargado de honrar esa frase, que puede aplicar a varias cosas. “Esa canción habla de realidades que antes no había visto, porque era más chica, porque vivía en mi burbuja… Me pasó en la pandemia, que no tenía nada que hacer, estaba al pedo en casa, y fui a ayudar a una olla popular cerca de casa, en el Cordón. Fue una experiencia mucho más difícil de lo que pensaba, el primer día nomás pelé 300 zanahorias. Pero fue mucho más allá del esfuerzo físico… Yo soy de una familia que siempre estuvo bien y ese cachetazo de realidad estuvo bueno, cruzarme con gente con otras vivencias, hablar con esa gente, que se abrieran a mí. Ahora que conozco esas cosas, no quiero cerrar los ojos, sería mala persona si lo hiciera, quiero ayudar como artista. Respecto a otras cosas, sobre todo en lo que duele en lo personal, sí cierro. Hay cosas que decido ignorar para no sufrir, como todo el mundo”. Siendo tan joven, Bárbara ya conoce esa sabiduría popular que habla de fingir demencia y seguir adelante.
Números impar también tiene un fuerte contenido autobiográfico, con grabaciones reales de voces de su familia en Año Nuevo, entre cubiertos que chocan, charlas cruzadas y copas que brindan. “No sale siempre bien ser el distinto” y “No siempre sale bien juntar a la gente los domingos” son, para quienes se han caído de golpe y levantado a la fuerza, para quienes ya suman fiestas y velorios de a decenas, verdades grandes como una casa. ¿En qué pensaba Bárbara cuando las escribió?
“Son cuestiones muy mías, de mi propia historia. En mi familia, mi padre y mi hermano trabajan de lo mismo y mi madre y mi hermana también tienen la misma profesión. Y yo no, yo hago música, una opción alternativa que es muy difícil de gestionar, de llevar adelante económicamente. Siempre fui la distinta, el número impar de la familia. Y lo cierto es que siempre es más fácil parecerse a otros que no parecerse, seguir el camino de otros que hacer uno propio. Muchas veces duele y muchas veces no es tan divertido. Y la otra (frase) también es personal, ¿qué pasa con las familias cuando uno siente que no piensa igual que el otro? En las fiestas uno se guarda un poco porque son fechas especiales y no hay que decir nada, no pelearse con gente que no ves nunca. Por suerte ahora la gente se está animando a decir que son fechas feas, donde mucha gente la pasa mal, no quiere estar en esa situación y se ve obligado a estar”.
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Adrián Echeverriaga
Luego que Corazón de metal tuviera su presentación en sociedad en La Trastienda, en julio de 2024, ella ha tratado de hacer siempre shows diferentes, con repertorios distintos. Este sábado 3 tendrá como invitado a un coro, Mirlo, para versionar algunos de sus temas. “La música coral me parece algo muy poderoso, pasa con el himno nacional y pasa en la cancha: cuando la gente canta junta ocurre algo que no pasa en otros casos”. Presentará también un tema nuevo. Su idea pasa por sacar este año “tres, quizá cuatro, quizá cinco”, singles.
Ella, generación del CD y un poco de casete, conoció de grande la magia del vinilo. Con él está volviendo a su casa en Tarariras, cuando comenzó a descubrir la música que la marcó. “Volví un poco al rock. Ahora estoy escuchando a Cat Stevens, Tom Petty, The Smiths. Volví a Charly García, me regalaron vinilos y me compré una bandeja. Ahora estoy escuchando los discos de toda mi vida, pero en vinilo. También volví a Fabiana Cantilo, a Celeste Carballo. Volví un poco ahí, como a la adolescencia”.
¿Y qué pasó con el corazón de metal? ¿Sanó? ¿Está en camino de eso?
Sí, estoy mejor. Con el disco siento que sané. Cuando lo presenté en La Trastienda y fueron más de 300 personas a escucharme, algo que nunca me había pasado, sentí que…, bueno, podía confiar de vuelta en lo que estaba pasando. Son altibajos. Estoy trabajando en volver a confiar.